Perfecta mentirosa ©

『01』Titubeos y vacilaciones

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CAPÍTULO UNO

TITUBEOS Y
VACILACIONES

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Seattle, Washington

07 de octubre de 2016

   Solía quejarme del sol que se colaba por las rendijas de la cortina metálica de mi balcón, ese que me obligaba a despertar por las mañanas. No hacía falta aclarar que detestaba madrugar y aún más si era para asistir a instituto. Una fatídica rutina diaria.

   Tiré del piolín y los rectángulos grises que le impedían la entrada al sol se unieron y se elevaron dejando que entre de lleno a mi habitación. Rasqué mi despeinada cabellera antes de que un inevitable bostezo me invadiera.

   Mis ojos comenzaron a lagrimear, así froté el puño azul de mi sudadera por mis párpados y pestañee un par de veces antes de poder lograr una correcta visión. Aunque a decir verdad, hubiera preferido arrojarme nuevamente a mi cómoda cama y anular mis vista hundiendo mi rostro en mi suave almohada.

   Moví hacia un costado la puerta corrediza de cristal del balcón para cambiar el aire de mi dormitorio y aproveché a salir y dejar que los rayos del sol me reconfortan por aunque sea unos minutos. Cerré mis ojos y respiré hondo. Amaba el sol tibio de las mañanas y lamentaba mucho que a este le faltara poco para partir por unos meses. El otoño había comenzado y con él las brisas frescas que se robaban mi calor.

—¡Asustas a los vecinos! —Se oyó fuerte y claro desde el otro lado de mi patio.

   No me molesté en mirar, sabía exactamente de quién se trataba; Kevin Baxter, uno de mis mejores amigos. Para mi suerte, aunque a veces mi desgracia, nuestros patios traseros compartían la misma cerca divisoria, convirtiéndonos así en vecinos. Y para rematar, nuestras habitaciones estaban en la parte posterior de nuestras casas, así que sí, mi balcón daba a su enorme ventanal.

   Levanté mi mano izquierda y le enseñé mi dedo del medio como respuesta. Pude oír su sonora y contagiosa risa antes de escuchar como cerraba su ventana. Una pequeña sonrisa apareció en mis labios al oír su contagiosa carcajada.

   Respiré hondo una vez más intentando llenarme de fuerzas para comenzar el día de hoy. Al hacerlo, pude sentir el olor a césped mojado. Una corta tormenta había pasado por la ciudad, inundándonos con su frescor, aunque esta había durado poco. A los rayos de sol mañaneros sólo les costaría sólo unas cortas horas en eliminar los pequeños charcos que la lluvia había dejado.

   Suspiré y abrí los ojos para volver a mi habitación. Al hacerlo obligatoriamente mi vista se instaló la habitación de Kevin. Rodé los ojos al comprobar que mi mejor amigo no había cambiado sus hábitos. Tomé una pequeña piedrita decorativa que se encontraba en una de las plantas de mi balcón y con ella golpeé su ventana.

   Este, sumido en lo que fuere que estaba haciendo con su teléfono, levantó la vista hacia mi, y acto seguido aventó su móvil a su cama para luego abrir el gran ventanal de su dormitorio.

—Ponte cortinas, estoy harta de ver tus boxers a diario —Reclamé una vez más como cada mañana.

   Esto parece resultarle gracioso a Kevin, ya que con una sonrisa y su ropa interior verde militar me envíó una mirada divertida.