¿A quién no le gusta el verano? A mí no, pero las cosas que pueden hacerse en uno lo hacen especial y divertido, además de las vacaciones. Detesto el verano por la gran cantidad de calor, es que es brutal: estoy fresca y seca cuando me levanto por las mañanas, me paro, y ya estoy sudando a grandes chorros, empapando mi polo. ¡Es demasiado calor! ¡Y por casi tres meses! Lo bueno es que nos vamos a la piscina con mucha más frecuencia. No nos vamos a otra parte más que esa, por ejemplo, no vamos a la playa porque hace aun más calor que en mi habitación y en las demás, y siempre salgo con quemaduras, a pesar de ponerme todo un envase de bloqueador solar. No sé si desear que el verano se pase lo más lento o rápido posible.
El día de mañana, mi mamá y papá con mis dos hermanas menores nos íbamos a dar un buen chapuzón en un parque acuático con el nombre más original de todos: "Aquapark". Nunca podía evitar reírme por ese nombre, pero al menos cumple con el hecho de ser un parque acuático, ¿no? Me gustaba mucho ese lugar porque había mucho que hacer. Es decir, no era sólo piscina, también había un restaurante distribuido alrededor de la piscina, una cancha de fútbol, juegos inflables y mecánicos para niños, y muchas cosas más que no había descubierto aún. También me gustaba mucho porque estaba lleno de toboganes que inyectaban directamente una buena dosis de adrenalina a quien se atreva a resbalarse por uno. Antes me daba miedo, pero ahora ya me acostumbré un poco a algunos, los que no dan tanto miedo y los que no son tan rápidos. A lo que no me acostumbraría jamás es a la gente, especialmente la que se agrupaba y jugaba con pelotas, pues molestan a los que pasan cerca de varias formas: si te cae un pelotazo en la cabeza y te quejas, se ríen de ti, y si les dices que se alejen, te dirán a ti que te alejes; si se les cae fuera de la piscina, le piden a alguien que les pase por ahí. ¿Y eso que tiene de malo? Que pasa ocho de cada diez veces. Otra cosa a la que no me acostumbraría son los niños que terminan llorando porque tienen frío. ¡Si te da frío entonces no te metas! ¡Encima salen temblando como si fuesen a morirse! También hay niños que se orinan en la piscina, dejando el agua toda sucia. ¿Por qué no van al baño antes de meterse a la piscina? ¿Saben cuántas personas se meten a la piscina al día? Dudo de que a alguien le dé igual si alguien se hubiese orinado ahí. Menos mal que existe el cloro para que desaparezca la suciedad. Lo malo es que el agua cambia de color, pero nada más, o tal vez algo que yo no sepa.
En fin, fui a dormir lo antes posible para despertar bien el día de mañana y con ganas de todo, aunque por las ansias de estar en la piscina me lo impidieron.
- ¡Francisca, ya levántate o llegaremos tarde! – me levantó mi mamá. Estaba un poco cansada, como si me hubiese faltado horas de sueño. No sé cuántas veces me he despertado durante la noche, creo que estaba muy ansiosa desde el día anterior.
- Yaaa… espera… - bostecé al decir eso.
- ¡Pero ya o te dormirás de nuevo! ¡Por favor levántate!
- ¡Ya! – dije más fuerte para demostrar energía.
Me costó levantarme. Estaba muy despierta, pero mi cuerpo se sentía agotado. A duras penas me levanté, pero mis ansias atacaron, derrotando la flojera, y fui casi corriendo al baño a lavarme. Mi hermana menor me vio ir de esa manera tan brusca.
- Francisca, ¿por qué estás tan apresurada? ¡Sólo es una piscina!
- ¿Acaso no tienes calor? Porque yo sí. ¿No estás ansiosa por ir? – insistí.
- Bueno, no mucho, pero sí, sí quiero ir – dijo – aunque deberías de calmarte un poquito. No te desesperes. Sabes que a mis padres no les gusta que…
- ¡Sí, ya lo sé! – interrumpí. A mis padres no les gusta el escándalo. Igual, si pudiera hacerlo, no sería tanto como para molestar a mis padres.
- Bueno… - dijo mi hermana.
Entré al baño sin decir más. Me lavé rápidamente los dientes, cabello, cara y todo eso. A pesar de lavarme casi todo lo necesario, sentí que me faltaba algo importante, pero luego olí todas partes que apestarían si no me las hubiese lavado, y no era nada. No iba a molestarme en buscar qué es lo que me falta, así que fui a mi habitación y me puse un bikini nuevo. Qué suerte que mi mamá lo compró justo ayer, pues hasta ese día era la edición limitada. Era de color rosa claro y rayas blancas.
Me lo puse, y me quedaba un poco ajustado, pero igual me resultaba cómodo. Iba a ponerme los shorts y el polo encima, pero antes me miré en el gran espejo rectangular de mi habitación para ver cómo me quedaba y cómo iban a verme los demás. Me imagino a los chicos mirándome raro por esta extraña prenda, aunque alguien por ahí no dejaría de mirarme y haría lo posible para conseguir tal chica con tal resaltada figura… ¿Pero en qué estoy pensando? ¡Yo no quiero a nadie! (Perdón pero es que soy así, jeje)
Sólo giré un par de veces para ver cómo se me veía con el traje. El trasero no lo tenía tan marcado, pero igual no quería que la gente me viera. Me prometí que al llegar allá me metería a la piscina lo más rápido posible.
Me puse el polo y los shorts, que de por sí ya me había dado calor, aparte de estar con la ropa nueva ya puesta. Había empezado a transpirar. Encendí el ventilador de mi habitación, pero cuando lo encendí, mi papá anunció:
- El que está listo para salir va subiendo a la camioneta de una vez, ¡ya avisé! En unos minutos nos vamos, así que estén listos o se quedan.
Ésa era su típica frase antes de salir a algún lugar. Yo ya empecé a bajar las escaleras… ¡Ah, no! ¡Falta mis lentes de natación! Sin ellos yo no era nada ahí dentro de la piscina, era como un gran escudo protector. Gran en el sentido de que si alguien lanza o salpica agua, no me cae a los ojos obviamente. Sé que es fácil sacarse el agua si te cae. El problema es cuando te duele de haberte caído agua. Para que pase el dolor debe pasar bastante tiempo con los ojos bien apretados y parpadear a cada rato. Es muy tedioso.
Busqué mis lentes, que por suerte los encontré en poco tiempo, y bajé las escaleras para subir a la camioneta. También busqué un sombrero de esos que parecen hechos de paja. Me lo puse porque me quedaba bien.
Mi papá había alquilado una camioneta muy buena, que hasta contaba con aire acondicionado perfumado y una pantalla con las estadísticas de uso de la camioneta. Pensaba que iba a alquilar una camioneta vieja y con los asientos que parece que se los han comido a grandes mordiscos. Yo también me comería algo de ese tamaño de mordida, pues muero de hambre ya que no he desayunado. Sentí que mi estómago iba a comerse a sí mismo.
Subí a la camioneta. Cuando abrí la puerta, una gran ola de calor me asfixió, sofocándome de pies a cabeza, como si una gran nube me hubiese abrazado. Quise entrar rápido porque el sol iba a freírme en unos instantes, pero ya que la camioneta era un infierno ahí dentro, esperé a que se vaya el calor. Cuando me quedé esperando, me imaginé dejando caer un huevo mientras veía cómo se freía y luego me lo comía con todo y mugre del suelo. Qué asco. También imaginé a las pobres personas que no iban hoy a refrescarse en la piscina que estaban sancochándose. Pobres de ellos, espero que sobrevivan a este calor infernal.
La camioneta se había enfriado un poco, pero ya podía entrar con tranquilidad. Me senté en la parte en la que no caía el sol, pues si me siento donde sí lo hay, me ardería el trasero hasta el fin de semana, y eso que tengo puesto un short.
Mientras esperé al resto de la familia, vi a un niño que estaba corriendo con una pistola de agua todo emocionado. Estaba con ropa de baño también. Estaba gritando de alegría, cuando de repente se tropezó y cayó encima de un charco de agua. Me reí un buen rato. Al menos el niño pudo refrescarse un poquito antes de ir a la piscina.
Me había reído con tanta fuerza que sentía que estaba por orinarme, así que me controlé, aparte de que mi papá ya estaba viniendo, y no le gustaba el escándalo. Al menos el niño ya no necesita ir a la piscina a refrescarse.
Mis hermanas ya estaban viniendo una detrás de otra. No quería que la más pequeña reniegue por el sitio del medio, así que tuve que ofrecérselo aunque me cueste. A mí también me agradaba el sitio del medio porque me permitía ver ambos lados cuando quiera, y no más de un lado que del otro. No sé por qué le gustará el sitio del medio a mi hermanita, pero bueno. Si no se lo doy de una vez, va a hacer fiesta.
A mi otra hermana, quien me dijo que me tranquilizara antes de entrar al baño, le gustaba el asiento de la izquierda; tampoco sabía por qué le gustaba. A mí no me gustaba ese sitio. Así que lo único que me quedaba restante… era el asiento de la derecha, el que estaba totalmente caliente por el sol.
Antes de sentarme en ese ardiente sitio, lo toqué con mi mano. La saqué inmediatamente. Sentí como si varios pares de dedos hubiesen pellizcado dolorosamente mi delicada mano. Ni modo pues, me senté, sonriéndole a mis hermanas para disimular la agonía que sentía en ese preciso momento. Mi trasero estaba en llamas, como el del lobo que quería comerse a los tres cerditos. De todas maneras, iba a acostumbrarme, y de paso se enfriaría el asiento.
Mis papás subieron. Mi mamá trajo cajas pequeñas de Frugos y galletas para comer durante el camino, y mi papá trajo su media tonelada de discos de música de los 60s hasta los 90s. De esa cantidad de discos sólo ponía uno o dos. De todas maneras la música era buena y perfecta para escucharla durante viajes.
Estaba muriéndome de hambre, así que ni bien recibí las galletas me comí tres al mismo tiempo. Sentí un escozor en mi lengua por los costados, como una explosión de sabor. Mientras mis hermanas iban por la cuarta galleta de las dieciocho, yo ya estaba recogiendo las migajas de la envoltura.
Por fin mi papá se decidió en poner su música. Partimos finalmente a la piscina. Tuve que contener mis ansias como pueda hasta que lleguemos. Será casi en una hora. No es tanto, creo.
El sol por ratos me caía, cuando girábamos, hasta que giramos por una carretera, donde el sol ahora me caía. Lo peor de todo es que ahora no giraremos hasta llegar. Empecé a sudar horriblemente. Me deshidraté muy rápido, por lo que recurrí a la caja de Frugos que mi mamá había traído consigo. Me la bebí muy rápido, tanto que creo que no le sentí el sabor a durazno. Pedí otra caja, teniendo que suplicar para que me la dé.
- No te llenes antes de entrar, porque aparte de que vamos a almorzar, no vaya a ser que te vomites en toda la piscina – me advirtió mi mamá.
- Jeje, está bien – dije. Mis hermanas se rieron también –, no me lleno tan rápido.
La nueva caja de Frugos la tomé lentamente para saborearla una y otra vez, pero a pesar de eso, no fue tanto el tiempo en el que tomé de la caja. Lógicamente duró considerablemente más que la anterior.
Faltaba poco para llegar, cuando pude sentir algo. Provenía de por debajo de mi estómago, como si algo estuviese rebotando dentro. Ahora necesito ir al baño. Mi vejiga había empezado a llenarse un poco después de haber bebido dos cajas de Frugos. Creo que no debí beber otra caja; debí guardarla para después de la piscina, aunque no quería ir al baño urgentemente. Es más, ni siquiera eran molestas las ganas de ir. Antes de entrar iré al baño, por supuesto, aunque espero que esté limpio y sin niñas gritonas dentro o gente sucia que cuando termina no limpie los inodoros, en el baño de mujeres obviamente. Si está sucio, con menor razón entraría ahí, es decir, al inodoro que esté sucio.
Ya llegamos por fin al parque acuático. No había mucha gente, es que hemos llegado antes que casi todos. Qué hermoso, toda la piscina para nosotros cinco. Al menos lo deduzco, porque no logro escuchar a nadie ahí dentro, ni un solo chapoteo o niño gritando. Espero que de verdad haya poca gente. Lo mismo digo para el baño, que no haya tanta niña ahí, mucho menos chiquitas que lloran por nada o porque perdieron a su mamá.
Mi papá tardó un poco en comprar las entradas, pero no fue tanto. Se me pasaron las ansias, pero igual quería zambullirme ya. Cuando nos dejaron entrar por el gran portón, cruzamos unos árboles que impedían ver a lo lejos las piscinas. Estaba casi lleno. Pensé que no iba a haber nadie o muy poca gente, por lo que es temprano, pero dio igual. Me puse a pensar un poco sobre la gente antes de ubicarnos, y ¿quién no vendría a refrescarse igual de temprano que nosotros? Hasta en las noches hace calor, y tanto que no deja dormir a veces. Creo que por culpa de calor no pude dormir bien, pero igual me sentía enérgica para el resto del día.
Noté un aspecto extraño en la piscina. El agua debería de estar en movimiento, no por la gente que no esté cerca de donde podía detectar ese raro aspecto, sino que por los bordes debería haber una especie de presión, como si alguien desde adentro estuviese soplando con una caña, algo parecido a un jacuzzi. Igual no le di importancia, no hasta que vi los toboganes, por los cuales debería de estar cayendo agua, lo que hacía que sean más resbalosos. De todas maneras no quise subirme porque daban miedo a veces.
Nos ubicamos debajo de una palmera que actuaba como sombrilla, aunque dejaba pequeños agujeros por los que pasaban rayos del potente sol. Mi hermanita se metió sin esperar, ni siquiera para ponerse bloqueador solar. Me resultó gracioso porque no sabía nadar, y mis papás me decían que tenía que cuidarla. Todas las veces que íbamos a la piscina, yo era la encargada de cuidar a mi hermanita de que no se ahogue o se beba el agua. ¿Quién sabe cuánta gente con pelo largo ha dejado sus pelos todos mugrosos ahí paseándose por el agua? ¿O gente que ha vomitado ahí? ¿O saliva? ¿Sudor? ¡O todo hecho un menjunje! ¡Qué asco! Qué bien que existe el cloro para que lidie con todo eso, asimismo, el cloro es otra razón por la cual no debemos beber el agua de una piscina. Yo no la bebo. Bueno, sí pero de casualidad cuando me ahogo, pero sí mi hermanita que aún no sabía que no debe tomar de esa asquerosa agua. En fin, igual hay millones de personas que tienen eso en mente cuando se van a la piscina, y no por ser del montón me meteré ahí, porque por algo hemos venido.
- Hija, ¿ya te pusiste bloqueador? – me aconsejó mi papá.
- No, aún no. ¿Puedes ponérmelo por favor? Es que no alcanzo a mi espalda – le pedí, pero lo hizo mi mamá.
Era horrible la sensación en la espalda cuando me untaban el bloqueador. Era como si le hubiesen quitado los sesos a alguien y eso me lo pasaban por ahí con todo y sangre. Me estremecí un poco, apretando los dientes, hasta que por fin terminó. A decir verdad, casi nunca confío en los bloqueadores, pese a estar bajo el agua, pero bueno, al menos me protege un poco. También me pusieron en los brazos y cara. Yo me puse en las piernas y pies. Lo bueno del bloqueador aparte de protección es que huele a vainilla.
Ahora sí pude entrar y hacer lo que quiera en la piscina. Esta vez le asignaron a mi hermana el cargo de cuidar a mi hermanita. Yo estaba libre por un tiempo, hasta que se canse o hasta que mi hermanita ya no quiera estar en la piscina.
- ¿Quéee? – renegó mi hermana cuando recibió el cargo.
- Sí, Carla, ahora te toca a ti cuidar de tu hermana porque Francisca ya la cuidó muchas veces – dijo mi mamá.
- ¡Pero yo no sé cuidarla! – mintió y se quejó todavía más. Antes de meterme quise saber hasta dónde llegaría la discusión. Espero que dure, aunque no creo, no por ser mala, sino por simple curiosidad.
- Hija, ¿vas a obedecer o no? – advirtió mi papá. La cosa se puso interesante.
- Es que… ¡pero no quiero! – gritó enojada mi hermana.
- Si no la cuidas, ni tú ni tu hermana entran a la piscina. Sólo entrará Francisca y luego nosotros. ¿Vas a cuidarla o no? – chantajeó mi papá.
- ¿Es una broma? – me sorprendí cuando dijo eso, como si estuviese retando a mis padres.
- No, no es una broma, es una orden, así que por favor cuida a tu hermana, ¿sí?, ¿o quieres que nos enojemos contigo? – le dijo amablemente mi mamá. Me reí por lo primero que dijo.
- ¡Asshh, está bien! – respondió con tono enojado. Bruscamente extendió los brazos para recibir a la pequeña niña de las manos de mi mamá.
Me daba risa la cara de desgano de mi hermana. Estaba bien plasmada ahí que no quería cambiar, y antes estaba toda contenta y no tan emocionada por venir, ahora está molesta. No me gustó eso porque creo que se enojó conmigo también. ¿Ahora con quién voy a pasarla bien aparte de mis padres?
A lo lejos vi a Renata, mi mejor amiga, que también estaba entre sus gustos pasarla bien en una piscina. Esperé a que se acerque un poco más, hasta dar un gran grito que hizo llorar a mi hermanita:
- ¡Renata! ¡Hola! ¡Aquí estoy! – me miró al instante y empezó a correr hacia mí. Un poco lento porque estaba resbaloso.
Mis padres no hicieron caso a mi hermanita que a sollozos estaba gritando. Voltearon y vieron a la agitada chica que impetuosamente corría hacia ellos. Saludó a ellos primero, luego a mi hermana y luego a mí.
Nos dimos un abrazo, el cual claramente transmitió lo mucho que nos extrañábamos una a la otra. Nos quedamos conversando un buen rato. Padres con padres y entre nosotras dos. Mi hermana también con nosotras pero habló muy poco.
Ya no podía más con el calor, así que avisé a mis padres que iba a lanzarme a la piscina de una vez, pero no hasta que mi amiga se desvista. Ella también llevaba un bikini. También hizo lo mismo que yo de ponerme el bikini bajo la ropa de calle. Era verde pero se desvanecía a azul por los costados en ambas piezas. Se veía muy bien a mi parecer. No sé cómo nadaría ella si no ha traído consigo sus lentes, pero bueno.
Yo también me desvestí y me quité el sombrero. Realizamos un conteo juntas antes de lanzarnos.
- ¡A la una… a las dos… y a las… - iba a decir “tres”, pero olvidé ponerme los lentes, y estábamos lanzándonos en picada. No tuve opción. Cerré fuertemente los ojos.
Me dio bastante miedo porque no sabía si la piscina era profunda o no. Por algo estábamos lanzándonos, pero igual, es que soy alta.
Caí de cachete al agua. Sentí como si me hubiesen bofeteado antes de lanzarme. Giré mi cabeza porque no quería estrellarme contra el piso, el cual, si no hubiese girado la cabeza, saldría con una hemorragia en la nariz. La cara que puse de asustada es lo que probablemente resultaría gracioso a quienes nos vieron saltar al agua.
Puse un pie inmediatamente, y me impulsé con fuerza hacia arriba. Respiré profundo, y cuando hice eso volví a sentir eso que rebotaba dentro de mí. Las ganas que sentía de ir al baño habían regresado con más intensidad, pero aún podía aguantar sin incomodidad alguna, espero, porque no quiero orinarme aquí en la piscina junto a mi amiga y con gente rodeándonos. Qué vergüenza. De todas maneras iré al baño de una vez, pero antes me sequé los ojos. No veía nada.
- Renata, ¿me esperas un momento? Es que… - balbuceé mientras salía de la piscina.
- ¿Qué? ¿Por qué? – me preguntó impaciente.
- Necesito ir al baño – le dije un poco avergonzada -, ahora vuelvo. ¡No me tardo! – grité mientras caminaba hacia el baño.
Sentí mucho frío en todo mi cuerpo, por lo que tuve más necesidad de ir. Sentía un molesto escozor por mi entrepierna. No era tan molesto, casi ni lo notaba, pero estaba ahí, y tenía miedo de que éste aumentara. Lo que sentía que rebotaba de un lado a otro rebotaba ligeramente más fuerte que antes. Fácilmente podía retener la orina sin tener que retorcerme o hacer muecas raras. Ya estaba a pocos pasos de llegar al baño, cuando de repente aparece un señor de limpieza que me dijo que los baños no podían usarse porque no había electricidad para encender la bomba de agua que hacía que circule por todo el parque acuático. Era por eso que no circulaba el agua por los bordes y por los toboganes.
Comprendí la situación, aunque no me quedó claro por qué no me dejó entrar si solo soy una chica y no miles, como siempre he visto que van al baño en grandes grupos. Igual obedecí para no causar problemas, y regresé a la piscina. Empecé a mover un poco más las piernas, empezando a retorcerlas momentáneamente. Mi vejiga había empezado a llenarse y las ganas eran resaltantes entre mis necesidades, es decir, entre la necesidad de refrescarme en la piscina y de orinar, estaban casi a la misma altura.
Traté de ignorar el escozor que me amenazaba desde la zambullida, pero era muy notorio como para distraerme de él. Igual entré a la piscina con mis lentes.
- No pude entrar al baño – dije un poco decepcionada.
- ¿Es enserio? ¿Qué pasó? – preguntó mi amiga intrigada.
- Es que no hay electricidad para que pueda circular el agua – me quejé -, y no hay agua en los inodoros. Tendré que esperar a más tarde.
- ¡Justo en un día tan caluroso como este! – se quejó también - Puedes aguantar, ¿cierto? – me preguntó un poco angustiada y murmurando.
- Eeeh… sí, sí puedo. Igual no tengo tantas ganas de orinar, así que nademos ya – dije. Ella sólo asintió con la cabeza y siguió nadando.
Nadamos un buen rato mientras conversábamos, hasta que me ofreció saltar de nuevo junto a ella:
- ¿Otra zambullida? – me dijo. La verdad es que yo no quería porque me daba un poco de miedo.
- Eeeh… no sé… Mejor no, o tal vez… - no pude decir nada.
- ¡Anda! ¡Será divertido! – insistió. Sentí que las ganas de orinar eran más que antes. Empecé a juntar mis piernas y apretarlas con fuerza, aunque sólo por precaución.
- Es que… necesito ir al baño – dije un poco nerviosa.
- ¡Pero si hace un momento dijiste que no tenías tantas ganas! – me sentí rara cuando dijo eso, porque para mí había pasado como media hora, pero en realidad habían pasado diez minutos. Mis ganas de orinar eran serias ahora. No estaba tan desesperada por ir, pero sí que necesitaba un baño - ¡Vamos! ¡Sólo una vez más! No quiero hacerlo sola. ¡Por favor!
Me dio lástima dejarla sola, así que salí de la piscina. Me costó un poco salir juntando las piernas. Hasta ahora no he soltado ninguna gota de pis. Espero no dejar caer nada.
- Está bien – dije segura de lo que estaba haciendo – no veo porqué no, excluyendo que tengo que ir al baño, pero sólo una vez, ¿eh?
- Jeje, muy bien – dijo felizmente mientras me ayudaba a levantarme.
Realizamos el conteo otra vez. Me puse los lentes, y ahora sí pude caer bien al agua, pero sentí más ganas de orinar. Cuando trataba de levantarme de nuevo me prometí no hacer movimientos tan bruscos como el de lanzarse. Mi pis era la que tanto rebotaba de lado a lado. No me gustaba esa sensación porque sentía que en cualquier momento iba a orinarme. Decidí nadar despacio.
Me levanté, y mi amiga me avisó lo siguiente a gritos:
- ¡Francisca, tu sostén! ¡Está mal puesto! – me asordó con su fuerte voz. Miré hacia abajo, y ¡mis pechos estaban al aire libre! Me quedé pegada y mirando hacia la pared y me acomodé la prenda al instante, con miedo de que me hayan visto. ¡Qué suerte que se dio cuenta!
Me asusté mucho. Creo que dejé salir un par de gotas de pis dentro de la piscina. En fin, sólo eran dos o tres. No haría tanta diferencia como vaciar toda mi vejiga. Seguí aguantando con una mano entre mis ajustadas piernas.
- Ay, gracias Renata, qué torpe que soy – suspiré del alivio –, qué suerte que te diste cuenta. ¿Alguien me vio?
- No sé, no vi, aunque creo que no, porque estabas un poco volteada… eeh…
- ¿Qué? ¿Qué viste o qué paso? ¿Me vieron? – Mi amiga movió la cabeza y me miró fijamente y luego hacia abajo. Actuó extraño.
- ¿Te pasa algo? ¿Por qué tienes las manos entre las piernas? ¿Frío?
- No… es que… sólo… - me dio vergüenza decir que…
- Quieres ir al baño, ¿verdad? – eso, precisamente.
Sentí una presión en el pecho cuando vi que habían chicos lanzándose una pelota. No quería que me caiga porque tenía que devolvérsela, y mis manos estaban ayudándome a aguantar el pis que quería salir. Mi vejiga estaba casi llena, y la sensación del rebote iba a desaparecer totalmente cuando finalice de llenarse. Soy capaz de quitar una mano de mi entrepierna para devolver la pelota, es decir, no creo poder contenerme más si quito las dos manos. Empecé a desesperarme. Finalmente le dije a mi amiga:
- Eeeh… s… sí, lo necesito mucho – le pedí que me ayudara a encontrar uno con la vista, pero no había. Sólo el baño al que no pude entrar. Creo que no habían más baños porque era un baño gigante, donde estaban disponibles exactamente veinte inodoros, y eso que es para el baño de mujeres únicamente. Significa que en el de hombres podrían haber la misma cantidad de inodoros y urinales.
- Debiste ir al baño antes de venir aquí – me sugirió.
¡Eso era lo que me faltaba hacer antes de salir del baño de mi casa, orinar! Debí saberlo, algo tan común que hace la gente al entrar al baño. Las ansias hicieron que me olvide. Ahora tengo ansias pero de orinar en un inodoro y no orinarme en una piscina pública.
- Perdón pero… es que… me olvidé porque estaba apresurada por venir. Ayúdame por favor, necesito un baño. No quiero orinarme… – le supliqué irritada.
- Está bien, pero no te olvides la próxima vez. Sólo aguanta un poco más. Sí puedes, ¿no? – soltó una pequeña risa.
- Sí, siento que puedo retener bastante tiempo, pero no te demores tanto. No estoy tan desesperada, pero lo necesito.
De pronto recibí una llamada de mi madre:
- ¡Hija! ¡Es tu turno de cuidar a tu hermana! – me gritó desde muy lejos para luego dirigirse a mi hermana: - ¡Carla, que tu hermana se encargue de cuidarla! – y luego se oyó un grito de parte de mi hermana que más bien sonó a depresión que a celebración. Creo que quería cuidarla ahora.
- ¡Ok, mamá! – respondí con la voz un poco temblorosa.
Mis piernas estaban un poco tensas. El agua estaba un poco fría, pero la sentí helada cuando recién me lancé. Creo que eso hizo que tenga ganas de orinar justo ahora. No quiero salir de la piscina porque me daría mucho frío y tendría más ganas de orinar.
Mi hermana me entregó de sus brazos a mi hermanita, que había vuelto mi encargo de cuidarla. Se la mostré a mi amiga, que seguidamente la admiró por lo tierna y pequeña que se veía. No quise recibirla porque se me complicaría la forma de aguantar el pis dentro de mí, pero no había forma de decirle a mis padres que quiero ir al baño y que no se lo tomen para mal. Si les digo, me dirán que por qué no fui antes de salir y que no debí tomar tanto jugo.
No puedo orinarme aquí y disimular, porque si hago eso, igual el agua va a reaccionar con el cloro, cambiando parcialmente el color del agua. Eso lo sabía de mi mamá, quien me dijo que el agua se tornaba de color verde o azul, dependiendo de la marca de cloro, componentes y esas cosas o algo así. Espero que sea mentira, porque no voy a vaciar mi vejiga para comprobarlo.
Qué suerte que la bomba de agua no estaba activada en el sentido de que el agua que cae de los toboganes hace ruido, y eso me provocaría querer ir con más urgencia.
En fin, recibí a mi hermanita de Carla, quien estaba algo enojada. La recibí con un solo brazo, con miedo a que se me vaya de las manos y termine matándola. Cuando la sujeté, se me hizo un poco difícil, pero igual pude seguir con mi mano fuertemente apretando mi entrepierna. Pude sujetarla con toda tranquilidad porque era chiquita. Me calmé un poco, pero mi mamá me avisó que la sujetara con las dos manos:
- ¡Hija, cuidado se te caiga! ¡Agárrala con las dos manos! – me dio un poco de miedo. No podía retirar la otra mano rápidamente, o sino me orinaría en la piscina sin poder controlarlo.
- ¡Sí puedo con una mano! – porfié. De verdad que no quería quitar la mano, aunque sólo la ponía por precaución, pues han habido casos en los que la gente se orina sin darse cuenta de ello, aunque lo veo extraño porque sentirían que su vejiga va vaciándose poco a poco, lo que yo quería sentir justo ahora sentada en un inodoro - ¡No pasa nada, mamá!
- ¡No, hija, con las dos manos! ¿Y si se te cae? ¡Va a ahogarse! – me contradijo - ¿Y de quién será la culpa?
Tenía razón. Debería de sujetarla con las dos manos, porque si se me cae (lo cual era poco probable), tendría que nadar para sacarla del agua, y no podía moverme tan rápido o me haría pis por todo el agua.
Antes de retirar de mis privacidades mi mano arrugada por el agua, visualicé mentalmente mi esfínter cerrarse por completo, pero cuando ya estaba por cerrarse, siento una contracción que hizo que perdiera unas gotas de pis. Me dio cosas haberme orinado un poco encima de mi mano, lo cual me provocó sacarla velozmente. No perdí ninguna gota de orina cuando la quité. Seguí visualizando mi esfínter totalmente cerrado, pero pude sentir que se aproximaba otra contracción, así que lo interpreté de una manera diferente, pensado que mi pis ansiosa por salir estaba contenida en una represa, la cual estaba fuertemente asegurada por obreros incansables que de un lado a otro esparcían cemento por la zona donde hubiesen grietas que generen fugas. Pude hacer que se vayan considerablemente mis ganas de orinar, pudiendo así moverme un poco mejor y más rápido. Me concentré tanto en la represa que me movía como si estuviera en cámara lenta. Mi madre me vio.
- Hija, ¿qué te pasa? ¡No muerde! ¡Sólo sujétala! – insistió, sacándome de mis pensamientos.
Recuperé mi movilidad normal, y sujeté a mi hermanita con ambas manos, aunque mis piernas seguían estrechándose y estrujándose una contra la otra. Quise salir de la piscina cuando pensé en las personas que han venido con lentes de natación como los míos y vieran cómo es que junto las piernas. A mi parecer, es atractivo para ciertas personas ver a alguien con las piernas así (sobretodo hombres, lógicamente). Me puse a pensar también en las personas que no tuviesen esos sagrados lentes y están debajo del agua. No verían nada mientras nadan. ¿Y si se estrellan conmigo? No perdería todo el control, ahora que soy más capaz de retener la orina, pero sí dejaría salir algunas gotas de pis, lo cual haría que aumente las ansias de mi vejiga por dejar salir todo.
No debí haber tomado esa caja de Frugos extra. Debí guardarla para más tarde. Si no hubiese bebido tanto, no tendría tantas ganas de ir. Tendría igual pero menos, o si hubiese orinado antes de venir, no estaría en este aprieto que luego iría creciendo poco a poco, como mi vejiga que dentro de tiempo estallaría, y supongo que nadie aquí disfrutando de la fresca piscina quiere eso, ¿o alguien de ellos querrá una piscina caliente? Jaja, qué asquerosa que soy. (A veces pienso tonterías como esas. Renata cambiaría de mejor amiga si sabe que pienso así, jaja).
Me quedé buen rato conversando con Renata y cuidando de mi hermanita mientras trataba de evadir a todas las personas y niños y pelotas que fuesen a golpearme. Todo con las piernas que duramente se estrechaban una contra la otra, haciendo mucho esfuerzo por aguantar el pis, pues no todo el tiempo iba a quedarme pensando en la represa. Espero que enciendan ya la bomba de agua que quiero ir al baño.
Ni bien la enciendan, saldré rápido y cuidadosamente para no dejar caer ninguna gota de pis, aunque podría dejar caer algunas ya que caerían gotas por todo mi cuerpo… ¡No! ¡No haré eso!, o bueno, si empeora la situación, mientras camino podría que suelte casualmente algunas gotas de pis. Pero si hago eso, lo más probable es que no pueda retractarme de eso y terminaría orinándome por todo el camino, haciendo que muchas personas se resbalen al caminar. De todas maneras el camino está mojado, pero si me orino de a pocos se notaría pues acabo de beber cajas de Frugos, y mi pis saldría amarilla sin duda. No puedo beber el agua de la piscina por mencionadas razones. Ni modo pues, tendré que aguantar a cada paso que dé.
- Francisca…
No sé si caminar lento o rápido, aunque lo más seguro es lento, así aguantaré más fácilmente y no correré tanto el riesgo de resbalarme. Si me resbalo, perdería el control y me orinaría en la piscina (si es que caigo dentro, aunque sería peor si me orino fuera ya que mi pis se notaría por las pisadas de la gente que camina descalza, pero si me orino dentro, el agua estaría tibiecita…)
- ¡Francisca! – Renata me liberó de mis pensamientos pero me asustó. Rápidamente di un parpadeo y miré a todas partes.
- ¿Qué? ¿Qué? ¿Qué paso? ¿Me perdí de algo? ¡Dime! – dije desesperadamente tartamudeando.
Creo haber soltado un pequeño chorro de pis. Tuve un poco más de ganas de ir. Mi problema pronto se convertiría en emergencia.
- Tranquila, no pasa nada – me enojé un poco cuando no tuvo nada que contarme y haberme alarmado así –, pero es que te quedaste con la boca abierta mirando al vacío. Debiste haberte visto, lucías muy graciosa, jejeje.
No pude evitar sonreír cuando la vi reír, es que me agrada que esté feliz conmigo y agradada con las cosas. Luego me imaginé a mi misma con esa cara de idiota que habré puesto y no pude evitar reír con ella.
De repente, mi hermanita empezó a renegar por algo, lo cual me desilusionó un poco. ¿Qué habrá pasado? ¿Habrá ensuciado su pañal? Si es así, no me encargo de ella más. Me di cuenta de que estaba tratando de coger algo que estaba encima de ella. No sé qué quería hacer, hasta que movió su arrugada mano para tratar de coger mis lentes.
Me los saqué un rato para que pueda jugar con ellos. Estuvo sacudiéndolos un buen rato mientras carcajeaba. Tenía miedo que en una de esas mis lentes se zafen del resto, es decir, los vidrios. Lamentablemente pasó algo diferente a lo pensado: tanto los sacudió que se les cayó al agua. Me puse nerviosa, sin saber qué hacer. Le pedí ayuda a mi amiga para que los busque pero había olvidado traer sus lentes. Nos pusimos a buscar con los pies mientras mi hermanita lloraba por los lentes, aunque mientras buscábamos se olvidó pues dejó de llorar.
Me dio miedo no encontrarlos entre tanta gente y tantos otros pies. Había gente chapoteando y salpicando agua y no quería que me caiga a los ojos otra vez. Tendría que soltar mi entrepierna para sobarme.
Mientras arrastraba los pies por el fondo de la piscina, encontré algo que se envolvió entre mis dedos que me resultó asqueroso. Hice un intento por alzar el pie, pero lo hice tan inesperadamente que dejé escapar un poquito de pis. Me alivié al no ser tanto lo que dejé salir.
Antes de alzar nuevamente el pie, retomé el control de mis piernas y mi vejiga, más que antes de alzar el pie. Lo hice lentamente, hasta que debajo del agua empecé a notar algo negro levantándose a la superficie a la par que mi pie. Cuando lo alcé, vi eso negro que estaba envuelto. Eran pelos mugrientos, pero lo primero que noté fue una araña gigante y de esas que parecen pelos clavados en una micro-esfera. Di un fuerte grito casi ensordecedor. Pobre hombre que se encontraba a mi costado que de seguro ya perdió medio sentido de la audición. Llamé la atención de increíblemente casi toda la piscina y pocos de los que estaban fuera. Todos voltearon a mirarme como si fuesen zombies. Poco a poco cada uno fue girando para hacer lo que cada uno estaba haciendo, tan sólo refiriéndome a los adultos, pues los niños con caras de mongolos seguían mirándome boquiabiertos. ¡Vayan a jugar o ahóguense o lo que sea!
Como sea, cuando recapacité y usé mejor la razón, me pregunté: “¿Cómo va a ser esa cosa una araña si es demasiado grande? Sus patas se supone que son rectas, y doblarse así sería imposible, aunque puede que el cloro haya modificado su esqueleto o algo y ahora se quede así… no, no creo”. Extendí nuevamente mi pie para quitarme la bola de pelos de mi pie. Es que la gente no tiene cuidado y para nada existen las reglas antes de entrar a la piscina.
Cuando vi dicho espécimen enredado en los dedos de mis pies, tuve mucho miedo, y al gritar dejé salir bastante orina, creo que fue un chorro amplio. Justo después de ver a la gente que volteaba a verme, miré hacia abajo para ver cómo el agua cambiaba de color. No perdí la oportunidad de averiguar eso, y pude ver cómo el agua estaba tiñéndose poco a poco de un color verdoso, pero no mucho. Qué suerte que hay muchos árboles por aquí que reflejen su color, aun así, me sentí insegura por si mi percepción del foráneo color era la correcta. También sentí que el agua había adquirido más temperatura de lo normal. Estaba un poco tibia, así que me alejé de ella disimuladamente y de las personas que estaban cerca.
Al instante, retomé el control, con las mismas ganas de orinar de antes, como si hubiese orinado la mitad de lo llena que estaba mi vejiga y que instantáneamente se ha duplicado. Espero llegar a un baño a tiempo. Desde hace mucho quiero estar sentada en un inodoro. No importa si salgo fría de la piscina o no quitarme el traje antes de orinar ya estando sentada, más vale moverse que quedarme aquí pensando en cómo llegar. Espero que mi amiga de verdad comprenda el aprieto en el que me encuentro, porque a decir verdad, no es que le pida ayuda todo el tiempo, sino que no me ayudaba a llegar a un baño. ¿Alguien de aquí sabe dónde más hay un baño abierto? ¡Nadie sabe que estoy orinándome aquí dentro! ¡Mi vejiga ya no aguantaría más!
Obviamente no iba a preguntárselo a los demás pues el baño gigante que no funcionaba era gigante propiamente, y el hecho de no poder encontrar ese baño me dejaría mal frente a los que les pregunte, aparte de que me moriría de vergüenza.
Me puse a pensar un poco sobre eso, pero mis gritos alertaron a mi amiga y a mis padres, y mi hermanita comenzó a llorar.
- ¿Qué pasó Francisca que gritaste como si fuesen a matarte? – dijo mi mamá antes de que Renata pueda decir palabra.
- Es que me encontré con una asquerosa bola de pelos y pensé que era una araña gigante y me asusté, y por eso – dije con los pensamientos de aquella ocurrencia en la cabeza.
Mi mamá sólo siguió conversando con los padres de mi amiga. Mi papá hizo lo mismo. Renata sólo dijo que era muy miedosa y se rió.
Seguimos buscando los benditos lentes. En ocasiones como estas, ahora me arrepiento de haber traído conmigo los lentes de agua. No he nadado casi nada sólo porque quiero ir al baño. Se me hacía raro que el sonido del agua no me provoque orinar, pero así mejor. Espero que cuando salga de la piscina para almorzar regrese la electricidad para que puedan encender el motor de agua.
Seguí buscando, hasta que escuché una voz muy gruesa y varonil detrás de Carla, quien se asustó. El hombre dijo:
- ¿De alguien son estos lentes? – efectivamente eran los míos.
- ¡Ve! ¿Esos no son tus lentes, Francisca? – reaccionó Renata.
- ¡Sí, ahí están! – me acerqué tímidamente ante tal grumoso cuerpo de tal hombre.
Con una mano entre las piernas, se me hizo muy largo el camino para llegar hasta la mano que sujetaba mis preciados lentes, no porque el agua me hacía caminar más lento, sino por retener el pis. A cada paso me daba miedo perder el control, peor si llegaba hasta donde mis lentes. No quería orinarme ante alguien que acaba de ayudarme, sería muy vergonzoso y una graciosa pero enorme falta de respeto.
Me armé de valor y caminé un poco más rápido sin soltar mi ajustada entrepierna. El brazo se me cansaba un poco y me dolía. Llegué y extendí el brazo en desuso.
- No los vayas a perder de nuevo, ¿de acuerdo? – la mirada con la que me dijo eso me hizo sentir un poco rara e intimidada. Me prometí no más mirarlo otra vez ni dejar que me mire.
- Eeehh… y… ya… eeehh… gracias por ayudarm… me a encontrar mis len… tes – hablé como sea. Sentí una agobiante presión en mi pecho que cortaba mi respiración cada vez más. Me alejé del hombre.
No me gustó esa experiencia y esa estrafalaria apariencia y forma de hablar de esa persona. Bueno, regresé a mi sitio, donde más me gustaba estar, cerca de los bordes de la piscina. Cuando llegué, me puse a pensar en la bizarra búsqueda de mis lentes, o sea, se me caen enfrente de mí y terminan detrás de mi hermana quien estaba muy detrás de Renata, casi cerca del fondo de la piscina. Lo mismo pasa con los borradores al caerse de un escritorio.
En fin, ya tengo mis lentes. Qué bien que mi hermanita ya no los quiere, pero sólo porque no los ve. Los dejé cerca de mi sitio en el borde de la piscina, dentro de un arbusto que estaba cerca de mí.
Seguí aguantando la orina. La sensación de que algo dentro de mí rebotaba, ya estaba por desvanecerse. No sé si era conveniente que desaparezca o no. Si pasa, tendré más ganas de orinar que nunca, y el hecho de que siga sintiendo ese rebote me desespera más y más.
Le pregunté a mi papá si ya había vuelto la electricidad en el parque acuático. No regresaba todavía. ¡Quiero orinar! ¡Y justo hoy no hay agua para enjuagar los inodoros! ¿Por qué esto me pasa a mí?
Se me ocurrió la idea de orinar en una botella que alguien deje por ahí tirada, pero no podría hacerlo tan fácilmente. ¿Y si mi pis se va por otro lado y se esparce por el agua? ¿Y si alguien ve mis privacidades mientras orino? No podía dejar que mi mamá o alguien me vea coger una botella así nomás porque nadie haría eso. Mi problema no tiene justificación, pues pude haber ido antes de venir. ¡Soy una tonta! Mientras uno puede tener peores problemas como no saber nadar y ahogarse, no tener dinero para comprar comida, tener que caminar kilómetros para gotas de agua ni siquiera limpia, ¡yo tengo que ir al baño! ¡Y por una razón inválida!
¿Y si orino detrás del arbusto? ¡Como si estuviera buscando algo ahí dentro! ¡Qué bien que puse mis lentes ahí! Aunque no creo, porque el arbusto no es tan grande, y las personas podrían verme. Si me ven mis padres me castigarían sin salir o algo. Si un extraño me ve, inmediatamente reportaría a algún señor de limpieza la desgracia que estaría haciendo tras el arbusto, además, mi vejiga está muy llena, y sería mucho pis el que termine inundando el pobre arbusto, así que mi asombrosa idea la descarto de una vez.
Sentí que mi vejiga había terminado de llenarse, pues la sensación de rebote había desaparecido hace buen tiempo mientras me puse a reflexionar y a buscar los lentes. Si mi vejiga recibe más pis de mis riñones, se hincharía de tal modo en que me vea subida de peso, y no quiero eso, pero peor es orinarse en medio de miles de personas públicamente, así que ni modo pues. Espero poder resistir aquella futura presión en mi entrepierna y mi estómago. ¿Por qué tiene que irse la electricidad en un momento justo como este? Sabiendo que muchas personas agonizan del calor, justo hoy que vienen grandes multitudes se les corta la electricidad. No no, no podía ser en otro momento. “Mejor cuando todos vayan a ese parque acuático les cortamos la electricidad”.
Sentí un raro miedo por si no se activa el motor del agua y no me dejen entrar al baño. Instintivamente empecé a buscar lugares donde orinar discretamente y que nadie pueda verme. No importa si mi nueva ropa de baño se queda oliendo a pis y cloro, si a fin de cuentas va a tener que lavarse por el cloro mismo. ¿En qué posición orinaré? ¿En cuclillas sentada? ¿Parada de punta? ¿Arrodillada? No sé, primero debo encontrar un buen lugar para orinar, un lugar que nadie pueda encontrar, donde nadie vaya ni pueda ver. No sé si pedirle ayuda a Renata para que me cubra en caso de que alguien vaya hacia mi escondite o pasen la vista por ahí. ¡Ya sé! ¿Y si me orino justo aquí en la piscina pero donde están los juegos para niños? Es obvio que hay muchos niños justo ahora, y que estos son descuidados con sus débiles vejigas, ya sea porque estuvieron aguantando mucho (como yo actualmente) o porque no se dieron cuenta de que se habían orinado. Aparte de eso, el agua se encuentra a un nivel ligeramente más alto, lo cual llevaría directamente la sospecha a un niño que acaba de orinarse. Me refiero a que si el nivel hubiese sido más bajo, como soy alta y la diferencia del color en el fondo de la piscina y en la superficie son diferentes… cuando me orine, ¡sabrán todos que fue un niño y no yo! Me sentí muy inteligente, como una sabia o un matemático, a pesar de que algunos de mis cálculos fuesen posiblemente inciertos o inútiles.
Me pareció una gran idea, sin embargo, necesitaba ir hacia allá por una buena razón, si alguien quiere que le pase una pelota de playa, le ayude a buscar algo, o yo qué sé. Creo que más me convendría la segunda opción. Lo malo de ir hacia allá es que está un poco lejos, y mis padres me perderían de vista. Si quiero entrar a la zona de piscina de niños, no deben verme mis padres, o mejor nadie adulto o de mi edad. “¿Qué vas a hacer ahí?” me preguntarían, mientras me imagino que les contesto: “Nada, sólo voy a orinarme”. Jajaja, me mataría de risa si veo a alguien hacer algo así.
Como sea, tendría que contarle mi plan a Renata para que de todas maneras me cubra, pero ¿cómo puedo decirle voy a orinarme en la piscina sin que se lo tome de mala manera? No creo que lo logre sin que ella tenga asco, así que mejor sería esperar el momento perfecto, cuando ella se vaya para traer algo o lo que sea y cuando no haya tanta gente cerca, por fin. ¡Mi vejiga necesita alivio! ¡Y estoy a punto de conseguirlo! Pero… la piscina quedaría toda asquerosa y tal vez maloliente… ¿Y si los niños identifican que yo he sido? ¿Si algún adulto me ve? No sé si ejecutar el plan o no. De todas maneras, estoy aguantando todo lo que puedo. Parte de mi movilidad había quedado bloqueada a causa de mis ganas de orinar. Si me muevo de tal forma me orinaría aquí mismo.
Si me orino aquí en la piscina, el agua sería más caliente, y se notaría bastante para los que estén cerca. No sé qué sucederá con el olor resultante, pero temo que sea fuerte y huela mal. El agua cambiaría de color, y sería notorio también. Aparte, si lo hago, sabiendo que muchas personas se ahogan ya sea por no saber nadar o por simple casualidad, tragarían el agua, lo cual sería equivalente a que se beban indirectamente mi orina. ¡Qué asco! Mejor decido ser paciente y orinar en un lugar más seguro, pues no quiero dejar asquerosa la piscina. Si bien tantas veces he reprochado que aquí la gente es asquerosa (en el sentido de dejar sucia la piscina), si hubiese seguido el plan de orinarme aquí, creo que sería cientos de veces peor.
Se me escaparon unas cuantas gotas, las cuales no sentí en el momento que se escaparon. Lo sentí porque el agua había cambiado un poco su temperatura. Menos mal que no había gente cerca, y no era mucho el cambio. Aun así seguí aguantando con una mano en mi entrepierna, pero creo que es momento de usar ambas manos. Crucé mis piernas y las apreté muy duramente. Me sonaron las rodillas, me dolió un poco, pero pude sentir que mi pis había regresado de golpe a mi vejiga, lo cual hizo que me sienta mucho más segura.
Creo que mi amiga ya se olvidó que necesito ir al baño, pues no me dice nada ni hace algo al respecto. Ya nadie me comprende ahora. Una chica en medio de la piscina que le urge ir al baño.
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Un día de pis-cina
ActionADVERTENCIA: Esta es una historia fetiche (omorashi). Depende de ti si quieres leerla. Si chicas tratando de llegar al baño y terminan orinándose no es lo tuyo, mejor no lo leas. WARNING: This is a fetish story (omorashi). It depends on you if you w...