Al entrar a la sala A, donde se encontraban los cuerpos del caso que me dedicaba a estudiar, tomé un par de guantes de látex e inspeccioné los cubículos en busca de los cadáveres que buscaba. A medida que revisaba cada cuerpo, anotaba las indicaciones que había hecho el médico que revisó los cuerpos y luego hice comparaciones entre sus anotaciones y las mías y encontré algo.
Había cierta discrepancia en cuanto algunos aspectos de los cuerpos, como por ejemplo, nunca se registró una quemadura pequeña ubicada en la parte posterior del cráneo de Marilyn Edwards, que luego de cierta investigación descubrí que la misma tenía el pelo rizado, no lacio como podía observar, lo que significa que le habían planchado el cabello, y aunque fuera solo un detalle diminuto, creía firmemente que podrían hacer la diferencia si lograba vincularlos con el asesino. Y al igual pude encontrar restos diminutos de cristal en el cabello de Carrie Marshall, lo increíble es que no presenta cortaduras ni rasguños, lo que significa que no fue golpeada ni noqueada con un cristal y es algo curioso de decir, pues la única solución lógica es que la víctima había estado presente en algún lugar donde había ocurrido un hecho de esa magnitud y por consiguiente, tenía restos de cristal en el pelo.
También descubrí que el pelo de April Underwood había sido cortado el día de su muerte, pues una fotografía del día que desapareció la chica corroboró que la víctima tenía el cabello hasta la cintura, y el cadáver frente a mí, lo tenía cinco centímetros por debajo de los hombros. Luego de haber terminado mis observaciones llegué a la conclusión que había sido una negligencia médica el no haber reportado esos factores en los perfiles de las víctimas, así que mi cerebro se iluminó y la idea alocada de que el doctor tuviera algo que ver con las victimas llegó como un disparo a mi cerebro, así que volví a mi despacho con el nombre del doctor en mi cabeza y una sola idea, hacerle una visita.
