El doctor Hawkins ha sido reconocido como uno del los médicos forenses más valiosos para la policía, aunque tal vez no ha sido muy sincero, pues ha escondido un par de detalles en varios cadáveres encontrados, hace cuatro años en el asesinato de Jeremiah Greeks, el doctor Hawkins nunca reportó que la causa de muerte de la víctima fue un paro cardiaco, cuando en realidad la causa de muerte fue debido a un exceso de consumo de amoníaco inyectado en una de las venas principales.
Así que estudié al Doctor Hawkins, y decidí observarlo. Su condominio estaba ubicado en un lindo vecindario estilo barroco, con un jardín lleno de flores con colores llamativos. Un lujoso Audi A7, color negro, cristales polarizados y aros cromados se encontraba aparcado en el garaje, la casa estaba muy tranquila a pesar de que recién eran las siete de la tarde, así que a paso sigiloso llegué hasta la puerta trasera de la casa e intenté abrirla, para mi sorpresa no contaba con seguro, entré y con cuidado caminé hasta el despacho del doctor, y a un lado de su computador dejé mi carta, ya se sorprendería el destinatario cuando leyese el mensaje que le había enviado. Y sin más que hacer volví a mi hogar y tomé el clásico de William Shakespeare, Hamlet y mientras el fantasma del padre del Rey Hamlet se aparecía ante su hijo, el sueño me consumió.
Al despertar tenía el libro en mi regazo, justo en la página que había quedado la noche anterior, me observé al espejo, durante el último año ni me reconocía, estaba notablemente más pálida, pero no era un hecho que me sorprendiera, en los últimos tiempos no había podido descansar en paz y justo ahora no tenía intenciones de hacerlo, antes que nada debía encontrar al culpable de estas aberraciones y luego encontraría tiempo para encargarme de mi.
