Por Aladeriva-
Las medialunas son el desayuno ideal de cualquier argentino. Ya sean dulces o saladas, solas o rellenas. El calor y la nobleza que irradian, doradas y brillantes, junto con la textura y el sabor, te obligan a arrancar bien el día. Te creés capaz de bancar lo que venga.
¿Sabés por qué?
Porque las medialunas son revolucionarias. Incluso anarquistas.
Vienen desde muy muy lejos, por allá, por el mil seiscientos. Su historia dice que llegaron desde Austria, como sobrevivientes de la batalla de Kahlenberg. La cual se libró en septiembre de 1683. Pero no todo es triste, al contrario, esta historia tiene un final feliz. Fue esta batalla la que marcó la derrota de las tropas del visir Merzifonlu «Kará» Mustafá, uno de los líderes del Imperio Otomano que aspiraba a conquistar el centro de Europa.
No la tuvo tan fácil. El pueblo resistió durante meses. Los turcos ya no sabían qué más hacer para doblegarlos. Al darse cuenta que no iban a poder pasar sobre ellos, decidieron ir por debajo, en el sentido literal de la palabra. Comenzaron a cavar túneles bajo las murallas para así, durante la noche, sorprender al ejército que lideraba el emperador Leopoldo I, archiduque de Viena, y Juan III Sobieski, rey de la Mancomunidad Polaca-Lituana.
Sin embargo, hubo un pequeño detalle que no tuvieron en cuenta y fue el que cambió la historia. Nadie se acordó de los pobres panaderos que hacían horas nocturnas por el mismo sueldo. Fueron ellos quienes escucharon el ruido de las palas y los picos y dieron la alerta que llevó a la derrota de los turcos. O sea, salvaron la ciudad. Todo por laburar sin sindicatos.
Pero como las buenas acciones también se pagan, los panaderos fueron reconocidos. El emperador les permitió, entre otros honores, llevar espadas en el cinto, algo que estaba reservado sólo para militares y autoridades. Algo que sólo se le podría ocurrir a la clase alta, vamos. ¿Qué hago yo con una espada si soy panadero? Dame obra social.
Lo que vale es la intención, dicen.
Contentos, los panaderos decidieron crear dos panes, obvio. Uno de esos panes recibió el nombre de «Leopoldo», el cual nadie conoce el día de hoy y a nadie le importa. Pero el otro, el definitivo en la historia de la humanidad, se llamó «halbmond», que en alemán significa «media luna». Aplausos, por favor.
Aunque, esperen, todavía hay más. El nombre no fue elegido al azar. Ah, no. ¿Vos te pensás que tras meses de ataques y rencores esto iba a quedar así?
La medialuna es el símbolo musulmán que los vieneses comían para festejar su victoria. Esta no era más que una forma de burlarse del emblema que los otomanos llevaban en sus estandartes.
Así el pueblo iba lo más campante con sus medialunas a ver a los turcos desde las murallas de la ciudad. Masticando su símbolo sagrado. Sacrilegio. Blasfemia. Re-vo-lu-ción.
Pero si prestaste atención seguro hay algo que te está haciendo ruido. Porque nadie pide dos «halbmond» y un café con leche.
Y no, porque el término que se popularizó fue el «croissant», palabra francesa que tiene su traducción al castellano como «creciente» o «media luna». De hecho, esto se lo debemos a María Antonieta, nacida en Viena, quien aún tenía la costumbre de comerlas cuando se mudó a Francia en 1770 para casarse con Luis XVI. Y como nadie en su sano juicio iba a oponerse a la reina y sus gustos exquisitos, las medialunas renacieron entre las cenizas del horno, otra vez. Pero esta vez más fuertes y doradas. Esta vez se volvieron mundiales. Quizás, también, un poco más exclusivas, nunca olvides tus raíces.
En 1789, durante la revolución francesa, los republicanos las consideraban como un capricho elitista y aristocrático.
Otro dato curioso. La palabra «croissant» aparece en el diccionario Littré en 1863. Mientras que la primera receta se publicó en 1891 y con otro tipo de masa. La receta del primer «cruasán» (deformación del castellano, hasta que empezamos a decirle «medialuna») hojaldrado se publicó en Francia en 1905 y se divulgó en los años siguientes. En 1920 las medialunas volvieron a prepararse en los ambientes de moda, recordando la belle epoque.
Sin embargo, recién en 1938 el Larousse gastronómico la incluye y reconoce como tal. Convirtiéndose en un alimento típico del desayuno francés y una tradición en el país.
Entre las distintas variedades, se pueden encontrar las siguientes:
-Cruasán tradicional (sólo)
-Cruasán de chocolate
-Cruasán de crema
-Cruasán de jamón y queso
-Cruasán de Fráncfort
-Cruasán de sobrasada
-Cruasán de almendra
-Cruasán de Dulce de lecheAcá, hablando mal y pronto, existen dos tipos de medialunas: de grasa y de manteca. Las dos están hechas con masa de hojaldre. Cabe aclarar que el hojaldre se elabora con materia grasa que puede ser manteca (o mantequilla) o grasa animal. Generalmente las de grasa son saladas y las de manteca son dulces por esto. Las de grasa son las más similares a aquel primer «croissant» y las que llevan más tiempo de preparación.
A simple vista, se nota la diferencia.
Hoy en Francia comer «croissants» es un clásico. Casi un ritual que siguen al pie de la letra varios países, no sólo el nuestro. Sin importar clase social o barrio. Acá podés pedir una medialuna en el Tortoni, en el Hilton o en la esquina de tu casa. Son un símbolo patrio. Son tan argentinas como el mate y el asado.
Al país llegaron por la inmigración europea que se instaló en la región del Río de la Plata. Por supuesto, tenemos otras facturas además de la única e irrepetible medialuna de manteca. También existen los vigilantes, los sacramentos, los cañoncitos y hasta las bolas de fraile. Esos nombres también llevan un toque sarcástico. Se afirma que fueron bautizadas así por panaderos anarquistas que andaban por Buenos Aires a finales del siglo XIX. Y que, de esa forma, se burlaban de la Policía, el Ejército y la Iglesia.
Porque en este país la mejor forma que tenemos de sobrevivir es burlándonos de todo, incluso de nosotros mismos. Enfrentando la vida con humor: la devaluación, los aumentos, la inflación y el desempleo. Todo eso existe. La crisis que se repite cada diez años, la superamos una y otra vez. Siempre la superamos. Porque somos argentinos. Somos de goma.
Y tenemos medialunas.
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¡Estamos en el horno!
РазноеCuando los turistas visitan nuestro país, lo que más recuerdan a la hora de contar sus aventuras y desventuras es el sabor de la comida argentina. Repiten una y otra vez las ganas que tienen de comerse otro asado, qué tan dulces son los alfajores y...