Por @DCasLeer
¡Uy perdón! ¡Cierto que estamos entre compatriotas y otros tantos entendidos que bien van a saber de qué se trata el ¡¡dulce de leche señores! 👏👏👏👏👏 (Aplausos). (Aullidos). (Alaridos).
Es que me vengo a enterar andando por ahí... por ahí, por ahí más al norte... bien al norte... no tanto tampoco ¿eh?... Me vengo a enterar que al dulce de leche, le llaman dulce de cajeta... y eso suena tann, tannn... ¿cómo decirlo sin que suene tannn, taaannn...?
Digamos que depende de lo que se entienda por cajeta, y lo que se considere delicioso... podría ser, por un lado muy tentador para algunos o algunas, y por el contrario muy desagradable para otros u otras...Pero bueno... a lo que nos ocupa... porque el panqueque no sería argentino... (salvo que nos estemos refiriendo a algunos políticos que se dan vuelta en el aire como un panqueque). Decía... no sería argentino, si en vez de panqueque de dulce de leche fuera: hot cakes o quequis de mermelada (en México), panqueca de sirope de arce (?) (Venezuela), arepa de maple (?) y miel (en Costa Rica), con mantequilla de maní, con chips de chocolate, o el sacrílego pancake de la BBC: ¡con azúcar y limón! (¡¿Cómo se atreven?!) 🤬
Los panqueques señores ¡son de dulce de leche!
Y el dulce de leche señores... ¡es argentino! No importa si a Argentina fue el último lugar en llegar. No importa si la receta original no incluía bicarbonato y por lo tanto era blanco, si no incluía vainilla porque se la agregaron en México, ya que es una esencia autóctona de América, y el "manjar blanco" venía surcando el planeta desde Indonesia a Filipinas (corona española), pasando por el imperio azteca hacia Perú y Chile (donde mantiene el nombre de manjar blanco en éste último) o sí venía desde la India a través de los turcos o si a la región rioplatense llegó desde Brasil. Si llegó desde ambos océanos y en quechua lo llamaron ñukñu llegando a Tucumán y luego a Córdoba andaluza. No importa si se lo adjudicaron los franceses asegurando que la confiture de lait la descubrieron cuando a un cocinero de Napoleón, años antes que a la cocinera de Rosas... ¡se olvidó la leche en el fuego!
Lo importante es donde se perfeccionó, donde se explotó, multiplicó, llenó corazones y sueños. Dónde habita en la esencia de las personas. Y entonces es ahí donde podemos asegurar que el Dulce de leche: ¡es argentino!
Surfeando la web, podrán encontrar recetas muy detalladas con las medidas exactas como:
Ingredientes para 6 a 8 panqueques:
Harina: 4 a 5 cucharadas.
Huevos: 2.
Leche: ¼ a ½ taza.
Manteca derretida: 2 cucharadas.
Sal: 1 pizca.Pero acá les voy a enseñar la manera argenta de preparar panqueques. Al menos mi manera, que soy más argenta que la escarapela... (argenta dije... no vieja). O sea, mi manera que es sin levadura, ni pizca de sal, porque para mí lo dulce es dulce y lo salado, salado. Nada de cosas raras. Excepto por lo agridulce que... meeehh... te lo tolero... Además a esa lista ¡le falta la esencia de vainilla!
La posta es que las cantidades para mí dependen de si tenés ganas de estar parado cocinando treinta, cuarenta minutos o una hora y media, dando vuelta como un boludo los panquequitos para los demás. Porque... ¿cuántos te comés vos de todos los que hacés?
Personalmente prefiero esperar a que se vaya toda la familia a dormir la siesta o lo que mierda se les ocurra, y me dejen a mí y a lo sumo a uno más (al que deba convidar por compromiso lo que reste de los panqueques que me morfé calentitos mientras los cocinaba).
Digamos que pongo un solo huevo (mínimo ocho panqueques finitos como me gustan a mí, salen), apenas un chorro generoso de leche, un chorrito de esencia de vainilla, derrito la manteca (la porción de lo que untaría generosamente en un par de galletitas) y lo bato. No me pidan cantidades exactas. Esto es a ojo.
Esta es la técnica para evitar los grumos: Meto harina y revuelvo, hasta que quede una masa espesa y chiclosa (entre nos, suerte que no usamos "goma de mascar", porque en vez de chiclosa, sería imposible decir goma de "mascarosa". Por algo usamos la palabra chicle).
Revuelvo, revuelvo, hasta que no quede ningún grumo.
Ahí empiezo a "verter" (aaaahhh ¡qué léxico!) leche para aligerar la preparación, mientras sigo revolviendo para incorporarla (paaahhh ¡cómo estoy hoy!).
¿Cuánta leche? Yyyy... más o menos... según si querés un panqueque más finito o más gruesito. Cuánto más espeso, menos va a correr la preparación en la sartén y más cantidad vas a tener que poner para completar la superficie de la sartén, con lo cual te va a salir más grueso.Pruebo la consistencia vertiendo la preparación sobre sí misma con un cucharón. Yo la diluyo hasta que la consistencia quede aproximadamente como la de un yogur bebible.
Enciendo una hornalla, caliento la sartén y derrito un poquito de manteca haciéndola correr por toda la sartén hasta que la cubra por completo.
Miro para ambos lados para asegurarme que nadie se despierta. De ser posible cierro la puerta para que no se filtren los aromas atrayendo indeseables.
Agrego la preparación al sartén (a gusto), moviéndola para que cubra toda la base.
Voy despegando los bordes (que siempre se pegan), con cuidado de no rayar (atenti la "y") el sartén.Sacudo la sartén hasta que se despega la masa de la misma. Llevo el panqueque con la base cocida, hasta el precipicio del extremo opuesto al mango, dejando que cuelgue un tercio del mismo y... ¡zack!, lo elevo en el aire haciéndolo rotar sobre su propio eje (¡tomá!), y lo levanto del piso para acomodarlo con la mano del otro lado en la sartén. ¡Total el fuego mata todo!
Abro el tarro de dulce de leche y, aunque lo intento con empeño, la tapa de papel metálico se rompe. ¡LPMQLP!
Dejo aparte todos los panqueques que cayeron al piso para convidar mientras sigo cocinando otro. Le pongo dulce de leche al último que logré atrapar. Controlo el que está en el fuego con un ojo y enrosco el que embadurné recién. Trago la saliva que se me está acumulando en la boca de la anticipación.
Repito la operación varías veces.
Una vez que me satisfago y me empalago bien, termino de preparar los que no puedo comer porque no doy más, hasta que se acaba la masa. El último siempre será el más chiquitito, que sirve a modo de bonus track.
Preparo mate y ofrezco con voz (casi inaudible) si alguno quiere panqueques. Mientras tanto camino, hago sentadillas, me muevo, respiro profundo, todo lo que se me ocurra para que mi estómago se haga lugar para una segunda ronda.
Si puedo me como todos los restantes (hasta los que cayeron al piso), y me deshago de todas las evidencias. Ésta vez no dejo los utensilios secándose. Los lavo, seco y (muy importante), ¡guardo!, como si nada hubiera pasado. Si no, lo que guardo (escondo), son los panqueques restantes para desayunar mañana.
Depende de si te bancás con cara de piedra la pregunta: ¿Qué cocinaron? o no, aireás bien la cocina y echás desodorante en aerosol.
Y feliz como una lombriz, seguís con lo que sea que interrumpiste para saciar la ansiedad de algo dulce y delicioso.
¿Y vos? ¿Cómo los hacés?
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¡Estamos en el horno!
De TodoCuando los turistas visitan nuestro país, lo que más recuerdan a la hora de contar sus aventuras y desventuras es el sabor de la comida argentina. Repiten una y otra vez las ganas que tienen de comerse otro asado, qué tan dulces son los alfajores y...