romances ; 3

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Siente que la respiración le falta, admira la casa frente a él y esporádicas memorias vienen a él de aquel lugar que no visita desde hace casi cuatro años. Inesperadamente todo sigue como lo recuerda. Toma aire por la boca y sube las dos baldosas que lo separan de la puerta de su casa. Camina lentamente pensando en si sería mejor opción salir corriendo.

Respira profundamente de nuevo y sin más toca dos veces la puerta esperando que no haya nadie que le abra.

— ¿Jinhwan? — Frente a él su hermana se presenta evidentemente extrañada — ¿Qué haces aquí? — Pregunta invitándolo a pasar una vez que abre por completo la puerta. Sin más Jinhwan se adentra y admira el interior de su antigua casa, exactamente todo está igual.

— ¿Sei, quién era? — Escucha la voz de su madre acercarse y una vez que se presenta frente a él sus ojos demuestran su impresión al verlo ahí — ¡¿Jinhwany?! ¿Qué haces aquí? — Cuestiona su madre acercándose rápidamente para envolverlo en un abrazo.

Para su sorpresa su familia se encuentra desayunando por lo que se les une, y una vez saludado a su padre toma asiento donde usualmente lo hacía cuando vivía ahí.

— ¿Y qué paso hijo, qué te trae a Corea sin avisarnos? — Cuestiona su madre intrigada, en ese momento, Jinhwan sabe que es hora de contar la verdad, y sin rodeos les cuenta lo ocurrido.

El silencio es incómodo y siente que quiere salir corriendo en cualquier momento, sus padres se han mantenido en silencio desde que comenzó el relato.

—... Por eso, y-yo... esperaba que, me prestaran un poco de dinero para volver, si tomo un vuelo, no perderé mucho, sé que lo que hice estuvo mal pero...

—Jinhwan. — Llamó su padre haciéndolo callar rápidamente.

—Hijo, — su madre niega lentamente — no hemos tenido buenos ingresos en la tienda.

—Está muy tranquilo y nos ha ido mal sinceramente — comenta su hermana.

—Me temo que tendrás que quedarte y ayudarnos, no tenemos dinero para que vuelvas. Puedes tomar el turno de la mañana, pensábamos contratar a una persona, pero ahora que estás aquí, será mucho mejor. — Concluye el desayuno su padre levantándose.

Sabe que pese a que no le dijeron nada en específico por haber abandonado la universidad, sus padres están decepcionados de él, lo nota en sus miradas. Aún más porque acaba de "salir del closet".

Sin protestar ante nada, ayuda a su madre a recoger la mesa y traslada sus pertenencias a su antigua habitación que luce tal como la dejo antes de marcharse.

Ahí, en la soledad de su habitación por primera vez desde que llegó a Corea se permite llorar. Pensando en cómo arruinó su vida por perseguir a un amor. Pensando en Junhoe y en cómo le dolió verlo colgado de otra mujer.

Siente como su corazón se encoje porque sabe que llegó tarde, Junhoe no iba a esperarlo toda la vida, y él había llegado tarde.

Aun le dolía lo de Junhoe, lloraba algunas noches hasta quedarse dormido, se sentía vacío y traicionado. Había perdido todo por seguir al chico que amaba, e inclusive había perdido a Junhoe. Quería volver el tiempo a aquella noche cuando se perdieron en Nueva York y cantaron juntos. Quería cambiar muchas cosas.

Se creó una rutina que comenzaba a odiar pese a que sólo tenía unas cuantas semanas de llevarla.

Se levantaba un cuarto para las seis, se arreglaba y asistía a la tienda de sus padres a las siete de la mañana, a medio día desayunaba algo a su alcance y hasta las cuatro de la tarde volvía a su hogar agotado. Excepto cuando le tocaba turno mixto y se quedaba hasta las siete de la tarde.

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