-Aquí tenéis. – dijo una señorita colocando las pizzas sobre la mesa. Acto seguido, colocó nuestras bebidas.
-Muchas gracias. – sonreí.
-Gracias. – dijo él.
Cogí mis cubiertos y corté un pedazo. Él la cogió con la mano y mordió, con hambre. Me hizo bastante gracia, pero me retuve. Estaba todo manchado de kétchup, parecía un niño pequeño. Me miró.
-¿De qué te ríes?
-De nada. – negué intentando aguantar mi risa. Él me miraba divertido.
-Tonta. – rió. Pinchazo.
-¿Qué?
-Nada. – negó y volvió a mirarme.
-¿Estás mejor?
-Sí, gracias. – asentí.
Después de terminar nuestra comida, Justin pidió la cuenta.
-Yo pagaré.
-Yo no pensaba hacerlo, me sacaste a rastras de allí. – volvió a mirarme divertido.
-Vamos.
Nos levantamos de la mesa y salimos de allí. Me di cuenta que tenía un pequeño coletero en mi muñeca, elevé mi cabello y lo rodeé consiguiendo un perfecto moño alto. Justin comenzó a caminar rápido y entró por una gran puerta de cristal. Volteó.
-¿Qué pasa? – me observó con un rostro confuso. – Vamos.
-¿Qué es esto? – pregunté con el seño fruncido.
-La empresa de mi padre.
-¿Y qué hago yo aquí?
-¿Para algo vinimos no? – elevó una ceja.
-Pero…
No me dejó terminar la frase. Se acercó y tiró de mi brazo, logré zafarme de su agarre y susurré un ‘Args’. Aquel sitio era enorme. Justin se acercó a una especie de recepción, la señorita le sonreía y le entregó una tarjeta mientras yo observaba confusa aquel lugar tan grande. Habían muchas cámaras de fotos por todas partes y modelos muy bonitas en cuadros enormes. Me quedé observando a una de las chicas. Lo que yo daría por lucir linda. A veces, me gustaría saber cómo la gente me ve, como se ven mis gestos, mi físico hasta mi manera de hablar. ¿Nunca has sentido esas ganas de transportarte a otra persona para poder verte a ti misma?
-Vamos Maslow. – volvió a tirar de mi.
-¿Vas a dejar de hacer eso?
-¿El qué?
-De tirar de mí, no soy ningún animal.
-¿No?
Volvió a carcajear, como la primera vez. Ese ‘¿No?’ Llevaba una gran indirecta. Desapareció el Justin que había permanecido conmigo la última media hora y dio paso al verdadero Justin. Lo observé con furia y él sonrió arrogante, me quedé observándole unos segundos y luego, di media vuelta. Bajé las escaleras que apenas habíamos subido.
-¿Se puede saber a dónde vas? – bajó las escaleras siguiéndome. El taconeo de mis botas hizo que la recepcionista mirara hacia arriba.
-Adiós. – dije a paso ligero. Volvió a tirar de mi brazo, esta vez bruscamente haciéndome voltear.
-¿A dónde te crees vas? – me preguntó con una ceja elevada. – Ya estamos aquí, ahora no te vas a ir.
-¿Por qué? ¿Porque tú lo dices? – elevé una ceja.