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Skylar O'Sullivan 

"Me diagnosticaron bipolaridad cuando tenía dieciséis." La voz de Calum retumbaba en mi cabeza, perdiéndome en un mar de confusión y de preguntas de las que no me atrevía a buscar respuestas. 

Sabía muy bien lo que era la bipolaridad, ya que lo había dado en mi clase de Psicología: "El trastorno bipolar, también conocido como trastorno afectivo bipolar (TAB) y antiguamente como psicosis maníaco-depresiva (PMD), es el diagnóstico psiquiátrico que describe un trastorno del estado de ánimo caracterizado por la presencia de uno o más episodios con niveles anormalmente elevados de energía, cognición y del estado de ánimo."

Todavía intentando controlar mi asombro, decidí abrir el bote de anti-depresivos y observar su interior; las pastillas eran rojas y pequeñas, el olor que brotaba de ellas no podía ser fácilmente descrito, un "olor psiquiátrico" sería una descripción válida pero inadecuada.

Me dejé sumergir en aquellas pastillas, mientras mi mente se hacía mil preguntas sobre Calum, sabía lo hipócrita que estaba siendo cuando no pude evitar preguntarme si acaso Calum era una buena compañía al fin y al cabo; ¿podría soportar sus episodios de este trastorno? ¿podría ayudarle a vivir con ello? Siendo completamente sincera, el hecho de que Calum estaba enfermo me daba miedo, estaba completamente aterrorizada. Porque... ¿cómo podré ayudarle si ni siquiera soy capaz de ayudarme a mí misma? Sé muy bien que estoy jodida pero, ¿cómo voy a poder estar con Calum sabiendo que él necesita la ayuda que yo he estado intentando buscar desde hace dos años?

Mirando el lado bueno de las cosas, Calum no era perfecto y eso me tranquilizaba bastante; si llegara a saber de mis problemas, dudo mucho que me juzgara, es más, puede que se sintiera aliviado de no estar solo en un abismo oscuro y frío.

Cerré el bote de las pastillas con un suspiro de resignación, ya que por mucho que quisiera cambiar el destino de Calum, me era imposible; no puede deshacer lo que ya ha sido fijado. Tirando de mi pelo, frustrado, me di cuenta que había dejado a Calum con la palabra en la boca y, no queriendo ofenderle, decidí continuar hablando.

-¿Es hereditario?-pregunté, ya que muchas veces el trastorno bipolar viajaba en los genes.

-No, es el resultado de algo-respondió en un hilo de voz, mientras entreabría la puerta; señal de que había debilitado sus barreras, por mí.

-¿Sabes qué es ese algo?-quise saber, tal vez empujando demasiado mi suerte.

-No, nunca quise ir a las terapías que me recomendó el médico. Simplemente cogí los anti-depresivos y me fui cagando leches-explicó, mirándome por el espacio de la puerta con ojos que reflejaban su vulnerabilidad-De todos modos, mi trastorno no es tan grave, hay peores. Por eso el médico tan sólo me resetó anti-depresivos pudiéndome resetar benzodiazepinas, antipsicóticos o estabilizadores del estado de ánimo.

-Calum, ¿sabes la razón por la que te resetó anti-depresivos en luegar de otra medicina?-pregunté, pero mi pregunta fue respondida por un largo e incómodo silencio; cuando a un paciente que padece de trastorno bipolar le resetan tan sólo un fármaco no sólo significa que su trastorno es leve, sino que sus episodios suelen resultar siempre en la misma reacción-Calum, si no me he ido todavía, ¿acaso crees que me voy a ir ahora?

Después de varios minutos sin recibir respuesta, llegué a la conclusión que lo mejor que debería hacer era marcharme, no porque quisiera dejarle, sino porque quizás él necesitaba tiempo para sí mismo. Me incorporé y, justo cuando hice ademán de irme, la puerta se abrió de par en par, dejando ver a Calum; sus ojos rojos y dilatados, su rostro pálido y sus labios secos.

Lost (Calum Hood)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora