Las bodas. Son bonitas, ¿no? Mujeres entaconadas corriendo por todos lados agitando pañuelos repletos de mocos y hombres desajustándose las corbatas fingiendo poner atención a la ceremonia. Una monada.La cosa era que la boda se volvía todavía más aburrida si tenías que ayudar a planearla.
Y si odiabas a la novia.Les explico esto, mi yo de siete años sólo se preocupaba por atiborrarse los bocadillos de la recepción, no por una rubia teñida que fingía quererme.
Nunca había conocido a mi madre, papá se negaba a hablar de ella, pero en realidad no tenía mucho interés en preguntar. Éramos felices los dos solos en la pequeña casita de un pueblo en Orlando. Hasta que ella apareció. Con su ropa de marca y su plasta de maquillaje en la cara, mi padre cayó redondito a sus pies. Era odioso.
Primero venía cada viernes para cenar. Me hacía usar un ridículo vestido amarillo que quedaba fatal con mi tés morena y nos arrastraba a ambos a un restaurante refinado donde la comida tenía nombres raros y sabores extraños.
Después, pasaba todos los fines de semana en casa. Mi lugar en el sofá donde papá y yo veíamos películas todos los domingos, había sido ocupado por aquella esquelética mujer.
Y justo cuando pensaba que ya no podía más, una mañana al volver de la escuela me encontré con mi padre cargando cajas a un camión. Un camión de mudanzas. Una semana después estábamos instalados en una casa enorme en Miami.
Y así es como terminamos de vuelta aquí, en la boda. Con una niña pequeña sentada en una banca de la iglesia, balanceando los pies de atrás a adelante y acomodándose el cabello negro cada dos segundos. Odiaba llevarlo suelto.
Su padre se arreglaba el moño frente a ella. Se veía contento, más de lo que lo había visto en años. Suspiró, en verdad se arrepentía de haber tratado tan mal a la chica todo este tiempo. Ella lo hacía realmente feliz.
Se puso de pie y se alisó el vestido dispuesta a disculparse. Si ya iba a vivir por el resto de su vida bajo el mismo techo que la rubia, al menos lo haría en paz.
Caminó hasta cruzar las puertas de la iglesia y encontró la puerta de la otra habitación entre abierta. Se apartó justo a tiempo para evitar ser arrollada por las damas de honor que salían apresuradamente. Asomó la cabeza y se encontró con la rubia, de pie frente al espejo con el gesto afligido. Abrió la puerta un poco más para entrar y la cerró detrás de ella.
—¿Lana?— Preguntó casi susurrando, la mujer levantó la cabeza y la miró.
—Oh, Melody querida, ¿tu padre está listo ya? Me temo que tengo algunos...problemas— Dijo dándose la vuelta. Un pedazo del vestido blanco que llevaba se había desgarrado.
La niña lo miró unos segundos y luego miró alrededor. Al no encontrar lo que buscaba se miró a sí misma. Se desamarró el lazo dorado que llevaba a la cintura y lo volvió un moño. Se lo envolvió en la cadera a Lana y lo fijó con un prendedor. El agujero quedó cubierto.
— Tienes talento para estas cosas, ¿eh?— Dijo la rubia sonriendo mientras se miraba al espejo. —¿Lista?
Melody asintió. Quizá podrían llevarse mejor de lo que ella esperaba. Ambas caminaron hasta la entrada de la iglesia en donde se suponía ya debían estar tocando la música. Pero en vez de eso, había una mujer a la mitad del pasillo. No podía decidirse si su cabello era claro u obscuro, o incluso rojizo, y sus ojos parecían resplandecer de todos colores. Un momento eran color avellana y al otro azul verdoso. Lo único que se podía decir con certeza era que irradiaba belleza pura.
Daba órdenes a diestra y siniestra, y la gente se movía con rapidez. En un segundo, las flores en el altar que Melody había pensado eran de mal gusto fueron reemplazadas por rosas rojas. Y el vestido de las damas de honor había dejado de ser ridículo, pues había cambiado el color y su forma.
Al ver a la niña, la mujer se quedó perpleja. Dejó de gritar órdenes y se limitó a mírala. Cuando Melody comenzaba a sentirse incómoda, la otra sonrió dulcemente y después miró a Lana.
—Hiciste un buen trabajo con el vestido— Dijo suavemente. Incluso su voz parecía una combinación de todas las voces que había escuchado antes. Dio un paso al frente y con un movimiento de muñeca el vestido de Lana se reparó totalmente, e incluso se mejoró un poco. Siguió caminando hasta quedar frente a la niña y le tomó la barbilla suavemente.
—Eres tan bonita como imaginaba— Dijo antes de sonreír. —Se buena con Lana, ¿si? Es mejor persona de lo que piensas. — Le soltó el mentón y se incorporó un poco resignada, si no es que triste. —No va a reemplazarme, es verdad, pero será mejor madre de lo que yo pueda ser.
La pequeña entreabrió la boca, pero no dijo nada. Aquella mujer salida de la nada era su madre, y sin embargo, sentía ese impulso en el pecho de callar y escuchar. La mujer le besó la frente y luego se giró al hombre de pie en el altar. Al padre de la niña.
—Felicidades, Gabriel. Espero ambos sean muy felices— Miró a Melody una última vez. —Nos veremos muy pronto mi niña— Dijo. La gente de alrededor comenzó a murmurar, como saliendo de un trance. Y todos prestaron atención a la novia como si nada hubiera pasado, justo antes de que la desconocida se desvaneciera en una nube de humo con olor a rosas frescas.
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Amor & Guerra: El Hijo de Ares
FanfictionMelody es una semidiosa. Su madre es Afrodita y vive en un campamento especial para chicos como ella, El Campamento Mestizo. Tiene una daga mágica y aunque es muy buena para pelear, no le gusta salir de las comodidades que el campamento le brinda. C...