Melody

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Los gritos me levantaron a media noche. Volví mi brazalete una daga y me levanté sobresaltada, pero no eran gritos de auxilio, sino de reproche. Mis hermanas se amontonaban en la puerta de la cabaña, todas en pijama y despeinadas. El reloj de la pared marcaba las dos y media de la mañana.

Me puse de pie y froté mis ojos para enfocar mejor. Caminé hasta la entrada y uno de los chicos, Chris, se giró hacia mi.

—Te buscan— Dijo casi a modo de reclamo, me empujó un poco y volvió a la cama. Poco a poco la multitud se fue dispersando hasta dejarme sola en la puerta frente a una chica de Hermès, Angie me parecía que se llamaba.

—¿Tú eres Melody?— Preguntó mascando una goma de mascar con la boca abierta y el gesto despreocupado.

—Si, ¿por qué?

—Tu novio lleva gritando horas, no nos deja dormir. Si que tiene pesadillas ese chico.— Dijo burlándose un poco y negando con la cabeza.

—Yo no tengo novio — Respondí, pensando que se trataba de alguna broma.

—¿No es tu novio? Genial, ya me había pensado que no podría ponerle un dedo encima. Tiene unos ojazos, ¿verdad? Azul eléctrico. — Me guiñó un ojo. Marco. Hablaba de Marco. —Como sea, no para de repetir tu nombre. Yo creo que deberías ir por él.

La miré en silencio unos minutos mientras ella hacía bombas de goma de mascar. Cuando se cansó de esperar mi respuesta se dio la vuelta.

—Bueno, supongo que tendremos que doparlo— Dijo sin darle mucha importancia mientras se alejaba. Tosí.

—No no, espera— Suspiré resignada. — Iré contigo.

Caminamos en la penumbra de la madrugada un rato. El ruido que la chica hacía al masticar irrumpía el silencio de la noche. Por más tarde que fuera, la cabaña de Hermès parecía una fiesta. Las risas se escuchaban a varios metros y de pronto algo quebrándose las hizo aumentar.

Apresuré el paso y no tuve que tocar la puerta, pues estaba abierta de par en par. Marco se tambaleaba en el centro de la cabaña colgando del cuello de un chico que se partía de la risa. Angie también soltó una carcajada.

—Llegamos tarde chica, ya debe estar drogado y en las nubes — Dijo entrando en la cabaña con una sonrisa burlona. Me acerqué a Marco y se lo arrebaté al chico sin hacerle caso a sus protestas. Me pasé uno de sus brazos por el cuello para ayudarlo a ponerse de pie y lo miré. Tenía la mirada perdida y le temblaban los labios.

—Dioses...— Murmuré —¿Marco? ¿Me oyes? ¿Cuantos dedos ves? — Pregunté levantando mi mano a la altura de sus ojos, pero el chico estaba tan mareado que se me escurría como gelatina entre los brazos. De pronto se puso rígido, levantó la cabeza y noté su rostro palidecer. Apuntó con un dedo tembloroso la puerta abierta y supuse que quería que nos fuéramos, pero después me soltó y tomó una espada del suelo en la que yo no había reparado antes. Tomó impulso y la clavó directamente en el marco de la puerta.

—¡Eh! ¡¿Estás loco?!— Le gritó Angie y se abalanzó sobre él intentando arrebatarle la espada o atestarle un golpe (lo que pasara primero), pero fui más rápida y volví a pasarme el brazo de Marco a los hombros. La chica protestó e hizo ademán de quitarle la espada al chico, pero la aparté de su alcance y la escondí tras mi espalda. Aún maldecía en silencio a todos los de la cabaña de Hermès cuando me lo llevé arrastrando hasta mi cabaña.

Entre tropezones y golpes con las esquinas de los muebles, lo llevé hasta mi cama y su cuerpo calló como piedra apenas tocó el colchón. Suspiré y me tiré en el sillón todavía jadeando. Si que pesaba aquel chico.

Cuando hube recobrado el aliento me acomodé de costado para mirarlo. Dormía pacíficamente como un niño pequeño. Tal vez la droga no había sido tan mala idea después de todo. Pensé que ya debía ser tarde y en lo enojadas que estarían mis hermanas al día siguiente. Miré el reloj, pero tan solo había pasado media hora.

—Lo siento— Murmuró, al principio creí que hablaba en sueños, pero luego se incorporó un poco y me miró.

—No te preocupes, duerme un rato.

Miró alrededor y estudió el lugar, luego reparó en que estaba en una cama.

—¿Está es tu cama?

—Si

—Es cómoda

—Ajá

—No puedo dormir en la cama y dejarte que duermas en el sillón

Sonreí, hablaba como si no terminara de comprender todavía lo que estaba pasando. Como un niño pequeño. —No hay problema, sólo es una noche

—Pero sería descortés de mi parte — Insistió, noté cómo luchaba por mantener los ojos abiertos.

—Vale, hagamos esto. Si eres capaz de ponerte de pie y caminar hasta acá tú solo, yo duermo en la cama, ¿qué tal?

Su gesto fruncido me sacó una risita, se sentó en la cama y pasó unos minutos con la mirada perdida, después levantó la cabeza para mirarme, tenía los ojos azules enrojecidos.

—¿Es normal que me dé vueltas el piso?

—Considerando cuánta droga te han de ver metido, lo normal sería te sintieras como si estuvieras flotando en el espacio

Sonreí, pero al chico pareció no hacerle gracia.

—Malditos hijos de Hermès— Murmuró, entonces caí en cuenta de algo.

—¿Qué hacías en la cabaña de Hermès? ¿Por qué no fuiste a la de Ares?

Soltó un quejido y se dejó caer de espaldas en el colchón de nuevo. Me arrepentí de haber preguntado.

—Quirón dijo que hasta que me reconocieran propiamente tendría que quedarme en la de Hermès

—¿A qué te refieres con "propiamente"?

Suspiró y rodó en la cama con mucho esfuerzo hasta quedar nuevamente de costado, mirándome.

—Cuando supe que era mestizo, Ares personalmente fue a buscarme. Me explicó todo y me dijo que era su hijo

—¿Y? ¿No es eso una reclamación?

—No, es necesario que aparezca el signo de armas sobre mi cabeza y todo eso. O que Ares hable directamente con Quirón.

—Ah, pues vale — Contesté al no tener nada más que decir. Me acomodé y miré al techo, pensando en todos los líos en los que me metería cuando mis hermanos encontraran un chico en mi cama por la mañana. Suspiré y volví a girarme para pedirle algo de discreción cuando se fuera, pero el chico ya estaba profundamente dormido.

Amor & Guerra: El Hijo de AresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora