Marco

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Caminaba rápido rumbo al campamento, ella iba tras de mi.

—Marco, espera— Dijo antes de tomarme  del brazo —¿Qué fue lo que viste? Mírame.

Lo hice.

—¿Tú veías a las arpías?

—Veo cosas que no están ahí— Solté

Entonces le conté cómo había descubierto que era un semidiós. Le conté sobre el día que estaba trabajando en el campo, cerca de la carretera, cuando un enorme toro medio humano apareció. Le conté que corrí como pude para alejarme, le conté que no vi el auto que pasaba a toda velocidad.

—Cuando desperté en el hospital, en la sala no solo estaban mi madre y mis tías, tambien estaba un hombre, alto, fornido. Se presentó como Ares, me dijo que era mi padre y se fue

—Entonces...

Supe que quería que continuara.

—Mi madre me dijo que tendría que cuidarme de monstruos, y que debería venir aquí. Cuando venía hacia acá volví a cruzarme con el minotauro, pero no podía tocarlo. Lo mismo pasó con las arpías.

Me miró antes de tomarme del brazo.

—¿A donde vamos?— Pregunté mientras me arrastraba

—A la enfermería, tal vez fuiste envenenado.

—Pero no quiero que...

Se detuvo, me miró fijamente y dijo:
—Iremos a la enfermería— Y como por arte de magia, a mi me entraron ganas de ir. Suspiró, como si se sintiera culpable de algo y siguió caminando.

Al llegar, un chico alto y rubio nos abrió la puerta. Casi ví a Melody tragarse sus palabras.

—¿Mel?— Preguntó el chico confundido y con el ceño fruncido. No llevaba camiseta y parecía como si acabara de levantarse.

—Eh...si...este...éste es Marco, creo que lo envenenaron— Dijo atropellando las palabras. El chico me miró como si no hubiera reparado en mí antes.

—Ah— Dijo antes de esbozar una sonrisa y abrir la puerta por completo para que pasáramos. Adentro era mucho más grande de lo que se veía por fuera. Había una pared cubierta de anaqueles con frascos, un librero que tenía de toda clase de libros, un escritorio lleno de papeles, y por todo el resto de la habitación se extendían hileras de camillas, cada una con su respectiva cortina.

—Bueno, dime qué sucede exactamente— Preguntó el chico señalando una camilla para que me sentara.

—Tiene alucinaciones— Respondió Melody por mi. —Pero Dean, también las puede sentir. Es como si realmente estuvieran ahí pero nosotros no pudiéramos verlas.

El chico, que al parecer se llamaba Dean, me miró.

—¿Qué clase de cosas sientes?

Mi mirada pasó de Melody a Dean varias veces antes de mostrarle la herida en el tobillo, aún estaba algo cubierta de sangre.

El rubio se inclinó para revisarla y yo hice una mueca cuando la limpió con algo que ardía y la rodeó con una venda demasiado ajustada.

—¿Y dices que te lo hizo una alucinación?— Preguntó, bastante incrédulo.

—Sé lo loco que suena, pero yo estaba ahí, no había nada— Aseguró la chica.

El otro se pasó una mano por la
barbilla.

—No me parece que sea algo de mi zona— Comentó, aunque más para sí mismo que para nosotros. Se encaminó al librero en la pared y sacó uno de los libros gruesos. Al abrirlo un sin fin de notas cayeron al suelo, pero poco le importó pues pasaba las páginas rápidamente.

—Me parece que alguien puede estar jugando con tu mente— Dijo antes de mirarme, después de giró a la chica. —Tal vez debas hablar con alguien de Hipnos, Mel.

Comenzaba a molestarme ese apodo. Como si compartieran un chiste interno que yo ignoraba.

Melody asintió. —Gracias— Dijo después, me miró e hizo una seña para que me levantara.
Dean nos acompañó hasta la salida.

—Pásate por aquí más seguido, hace mucho tiempo que no hablamos— Le dijo a la chica mientras se recargaba en el marco de la puerta. Se me hizo un nudo en el estómago.

—No gracias, no quiero tener problemas con tu novia. Ya sabes, por eso de que me odia.— Respondió Melody. Me tomó del brazo y casi pude oír al chico riéndose mientras a mi me arrastraban por segunda vez en el día.

La cabaña de Hipnos no era nada parecida a las demás. Cuando entrabas, te sentías como en un sueño extraño, ni dormido ni despierto. Yo todavía estaba acostumbrándome cuando Melody ya se dirigía a una de las chicas.

—¡Andy!— Le gritó a una morena que parecía en su quinto sueño, Melody bufó, y justo cuando iba a sacudirle el hombro una vocecita nos hizo mirar detrás de nosotros.

—¿Qué es lo que necesitan?— Preguntó una chica de cabello negro y ojos verdes. Sus anteojos la hacían parecer todavía más adorable.

—Buscábamos a alguien que pudiera ayudar con un problema de...alucinaciones— Le dijo Melody, yo comenzaba a sentirme como un niño pequeño.

—Oh, bueno yo no sé mucho de eso, pero claro que seré más de ayuda que Andrea...— Dijo mirando a la chica morena que dormía. —Mi nombre es Maya, pero no hace falta que se presenten, solo que se recueste el afectado.

Melody y yo intercambiamos miradas antes de que yo me recostara en una de las camas vacías. La chica dio un largo bostezo antes de acercarse. Bostecé también.

—Ahora, te voy a dormir, ¿vale?— Dijo como si fuera lo más normal del mundo.

—¿Qué? No, espera, yo...— Pero de repente ya estaba sumido en una oscuridad inmensa.

Amor & Guerra: El Hijo de AresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora