1. La máscara.

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Las olas se mecían suavemente, acariciando la sedosa manta de arena de la orilla, rozando sus tobillos y acariciándolos con entusiasmo. Por su parte, los rayos de sol se entrelazaban con los alocados mechones de su cabello despeinado, iluminandole por completo las facciones de la cara. Pero nada, por mucho que lo intentasen, no estaba bien. Se suponía que iba a ser el mejor día de su vida, obviamente, parecía equivocarse. También pensaba que sería una tarde que no olvidaría en la vida, y, bueno, no lo haría, pero no como lo deseaba.

No aguantó más tiempo de pie y se acomodó entre los minúsculos granos de arena, dejando que las olas empapasen sus piernas completamente con su rítmico baile: yendo, viniendo. Por un momento deseó que sus sentimientos fueran como la marea, dejando que la orilla se inundase, pero secándola cíclicamente. Pero claro, si pudiesemos controlar las emociones, no seríamos humanos, sino robot insensibles con un abrigo de carne y huesos.

Intentaba relajarse, intentaba disfrutar del bello paisaje que el mar veraniego le ofrecía ante sus ojos, pero no podía. Normal, los tenía llenos de lágrimas, lágrimas que tras rozar sus mejillas, se dirigirían al mar, donde serían olvidadas. En ese momento se dio cuenta.

Sin necesidad de pensarlo mas veces, se levantó y abandonó la playa, volviendo por el camino que anteriormente sus huellas habían marcado. Le daba igual todo: Su timidez, su tristeza, su bordería... Todo. Sin parar ni un segundo llegó a ese grupo de personas, ese corro mixto en el que se juntaban dos tipos de personas: las verdaderas amistades y aquellas "amistades" que a pesar de haberla hecho daño no se atrevía a perder. Se hizo un hueco y se internó en el grupo.

Comenzó pues una de las mejores tardes de su vida, como bien había predestinado antes de ir. Ese día aprendió a parecer feliz, a llevar un continuó disfraz que mostraba una sonrisa en su rostro, una máscara que la aislaba del resto del mundo. Pero no le importaba solamente parecer feliz, pues era lista, y sabía que pareciendo feliz tarde o temprano, lo sería. ¿O acaso los niños pequeños no corretean por las calles en carnaval vestidos de lo que en futuro quieren conseguir ser?

Amor y demás tonteríasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora