•1• Bajita

3.6K 232 22
                                    


Una camioneta traspasaba la carretera desierta del condado de Travis. El grupo de adolescentes, traspasando la mayoría de edad, no parecía darles extremada importancia a que por aquel sendero al pueblo habían ocurrido varias desapariciones.
Eran un total de cinco personas, antes cuatro pues por el camino recogieron a una chica desconocida la cual se encontraba caminando sola por el asfalto. El conductor la convenció para que subiera y le ofreció llevarla a la casa de sus tíos, según el testimonio de la muchacha.
El hermano del conductor se hallaba recostado en la parte posterior junto con dos otras chicas, mientras que la recién acoplada estaba leyendo un cuaderno en la otra punta de la camioneta. Sin embargo los ojos lascivos y burlescos del muchacho se mantenían fijos en la figura de la tercera. La mencionada levantó los ojos al sentirse observada encontrándose con las cuencas oculares de su observador y enseguida volvió a bajarlos.
Una de las féminas que rodeaban al hermano se dio cuenta de esto. Como un acto de represalia le susurró a su acompañante, mirando a la desconocida. Lo que fuera que les dijo les provocó la risa. La chica lectora les oía a la perfección pero trató de hacer oídos sordos, creía descortés quejarse del hermano de alguien que la ayudó así que prefirió aguantar y callar.

-¿Podrías alcanzarme el mapa, por favor?- preguntó el conductor a nuestra protagonista sin apartar la vista de la carretera.

-Claro- le respondió animadamente. Acto seguido guardó la libreta en su mochila, el único equipaje que traía consigo además de unas mudas de ropa, algo de comida, agua y un poco de dinero.

-A menos que le des un taburete no creo que llegue- espetó el hermano con sorna. De nuevo aquel trío volvió a reírse de forma sonora y la muchacha, ya comenzando a irritarse, se tragó unas buenas palabrotas.

-Jeff- le advirtió seco el conductor.

-¿Qué? Si no he dicho nada- replicó.

Nuestra protagonista se pone de rodillas en el asiento del copiloto, se incorpora sin ponerse de pie y abre uno de los compartimentos de la parte superior, sacando un papel doblado.

-Ten- le dio el papel al conductor quien le agradeció con una sonrisa -¿puedo quedarme aquí hasta que lleguemos?

-Sí sí, por supuesto- le respondió amablemente. Ante esta afirmación la chica tomó su mochila y se acomodó en el asiento. Sus pies no llegaban a tocar la alfombrilla por poco -disculpa la actitud de mi hermano, suele ser muy infantil- dijo mientras observaba como él se besuqueaba con una de sus acompañantes.

-No te preocupes, no es culpa tuya. Además soy consciente de que soy bajita- suspira recordando su corta estatura. Nadie más volvió a hablar, cada uno siguió a lo suyo.

Pero claro, el viaje no sería tan calmado ni tan fácil. Tras cuarenta y cinco minutos empezaron los problemas.

-Maldita sea- se quejó el hermano menor, el que iba al volante. Todos se voltearon a su dirección.

-¿Ocurre algo?- preguntó su acompañante.

-Se nos está acabando la gasolina- anunció preocupado.

-Perfecto- dijo con sorna una de las chicas -¿y ahora qué hacemos?

-Mirad, ahí hay una gasolinera- apuntó Jeff. Era cierto, a lo lejos se divisaba un edificio en mal estado y un poco antiguo. Parecía que estaban salvados. Arribaron al lugar y aparcaron enfrente del establecimiento.

-Voy yo- anunció la desconocida, sorprendiendo a los presentes.

-¿Estás segura?- le interrogó el pequeño.

-Sip. Ya haces mucho llevándome, quiero hacer algo por lo menos- abrió la puerta. Para tocar el suelo tuvo que dar un pequeño salto. Cogió su mochila y se la colgó en la espalda -vuelvo enseguida- concluyó antes de ir corriendo a la entrada.

El cuarteto la observaba marcharse.

-¿Alguien se ha preguntado por qué esa lleva puesto un uniforme escolar?- interrogó satírica una de las féminas restantes.

-Ni idea, pero esa falda le sienta genial- opinó el conductor, observándola. 

-No estarás pensando en tirartela, ¿verdad?- le preguntó Jeff a su hermano.

-¿Y por qué no? Es guapísima- respondió suspirando.

-Porque si fuera un poco más baja sería un hobbit- explicó riéndose de su comentario. No tardaron en unirsele las dos chicas y el hermano no pudo soportar una carcajada.

Nuestra protagonista abrió las compuertas de la gasolinera y caminó adentro. El sitio realmente parecía muy antiguo y parecía que todo se iba a caer en cualquier momento.

-Estamos cerrados- una voz ajena la sobresalto. Giró su cabeza y visualizo a una mujer mayor, de sesenta años aproximadamente, fumando un cigarrillo.

-Perdone- la muchacha hizo un esfuerzo para no titubear y recuperar el aliento. La mujer se volteó para verla, sorprendida -no quería molestarla solo...

-Perdona querida, creía que eras otra persona. Ven, acercate- su voz antes seca se volvió cándida y maternal. Ella se aproximó al mostrador -¿qué deseas, querida?

-Verá, estoy viajando junto con otra gente y se nos está agotando la gasolina- le confesó sonriendo cordialmente.

-Ya veo...lamento comunicarte que hace mucho que no tenemos gasolina. Este pueblo está medio abandonado y ya casi nadie pasa por aquí- le dio la mala noticia.

-Oh, vaya. Entonces disculpe por molestarla- se disculpó, pero antes de que regresase sobre sus pasos la anciana la detuvo.

-¡Espera, cielo!- la señora salió de su puesto y fue hacia ella -la próxima gasolinera está a kilómetros de distancia, ¿por qué no os quedáis esta noche en mi hogar? Podréis descansar, cenar adecuadamente y mi marido y yo os daremos un poco de gasolina para que podáis continuar.

La oferta era, cuanto menos, tentadora y bastante adecuada para la situación. Antes de que la protagonista pudiera decir nada la figura masculina de Jeff apareció en la puerta, lo había escuchado todo.

-¡Aceptamos!- exclamó.

-Pues que no se hable más, acompañadme- dijo mientras posaba una mano en la espalda de la desconocida y la llevaba a la entrada.

-Muchas gracias- le agradeció esta con una cálida sonrisa, a la cual la anciana se la devolvió. Le parecía una chica encantadora.

Todos se pusieron en marcha enseguida. La mujer condujo delante de la camioneta para mostrarles el camino. No tardaron demasiado en arribar a una casa grande y ancha, visualmente espaciosa y con un letrero encima del buzón que tenía la palabra Hewitt.

Aquella chica extraña. [La Matanza de Texas| Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora