Define la manera en que lo harás.
A la hora de ejecutar un secuestro es importante saber lo que vas hacer, en que momento y lugar.
Todo tiene que estar planeado, incluso un estornudo.
Me surgió la idea de como haría todo un día caluroso.
La herencia de mi padre me bastaba para vivir, aunque a veces tenía que negarme cosas, pero era suficiente.El sol ardía en el celeste y todos se encontraban en las piscinas de sus casas. O por lo menos mis vecinos, que eran molestos e idiotas con sus risas de despreocupación. Me fastidiaba ver como presumían sus vidas, que de seguro le costaban a alguien más. De seguro la mía le costó a alguien más.
Me gustaba pensar, que para que vivan algunos debían morir otros.
Por la tarde impartían clases de natación en la piscina de la preparatoria, así que me vestí y fui decidido a distraerme un poco. No era lo mío. Pero ya no podía tolerar la alta temperatura.Odiaba salir de mi casa, me sentía un cangrejo sin su caparazón.
En mi casa era el único lugar donde no me maltrataban, donde podía respirar tranquilo y ver a Viens desde la ventana.
Había pocas personas en la piscina escolar, así que mientras la profesora se preparaba yo me dedicaba a flotar. Desde que mi madre se había ido solo hacía eso, flotar...
Flotaba entre comentarios, susurros y hechos. Flotaba ante los comentarios de los estudiantes, ante los susurros de la gente en la calle, flotaba en el hecho de que mi madre se había ido de un día para el otro y que mi padre se había suicidado. Aún no superaba eso. No podía dejar de flotar, estaba obligado a hacerlo, como un envase de plástico en el océano que jamás sería encontrado por nadie. Un envase sucio.
Mientras miraba el techo, y veía como la estructura del salón sostenía el techo unos pies del tamaño de ladrillos se posicionaron en el borde de la piscina, y yo estaba ahí. No me pareció casualidad así que dirigí mi vista para corroborar que era Grand.
Su cuerpo y mirada me provocaba miedo. Porque ahora admitía que sentía eso. Miedo.Sus manos eran grandes y su cuerpo ancho como un toro.
Tenía miedo. Me intimidaba la mirada de Grand atravesándome como un puñal. Él era todo lo opuesto a mí. Bronceado y con proporciones ideales.
—Hola, raro—. Se cruzó de brazos. No dije nada.
Porque no tenía ganas de hablar y mucho menos de ser maltratado.
—¿Por qué eres tan pálido?—tenía kilogramos de maldad encima. Quizá los que me faltaron.— No tomaste sol... Y pareces un cadáver en el agua.
¿Acaso no tenía piscina en su casa? ¿Por qué iba ahí?
—Aquí vengo a buscar chicas—suspira. Había leído mi mente—. Y las espantas, con tu cara de raro. Hazme el favor y ve al gimnasio un poco.
La ausencia de mi respuesta lo molestó. Se puso de cuclillas y sonrió como un imbécil. Su sonrisa era la de un idiota que cada vez tenía menos cerebro a causa de los esteroides. Grand sacaba lo peor de mí.
—Ven, para acá, mudita—. Le hice caso. Porque si no lo hacía sería peor. El día estaba caluroso pero al salir del agua mi piel se puso de galllina.
Lo seguí hasta los vestidores. O me llevó, porque su mano apretaba mi hombro.
Me cuestioné si no se cansaría de ser siempre lo mismo. Un maltratador, un golpeador sin causa. Luego me di cuenta de que yo no me cansaba de ser el apático raro.
Me hizo entrar de un empujón. Tuve más miedo. No sabía que hacer así que me auto abracé y miré al piso.
—A ver nenita, ¿Por qué no desapareces?—me tiró contra los casilleros con fuerza. Mi hombro se raspó.
—No puedo—susurré aterrorizado por lo que iba a hacer y deaseando con todo mi ser poder hacerlo. Desaparecer y no dejar más que un rastro de polvo.
—Pregúntale a tu madre... Ella desapareció—se rio de su propia broma. Lo que había hecho mi madre parecía un espectro que sujetaba mi mano.
No respondí y eso lo irritó. Me propinó un golpe en la quijada. Aunque era un castigo por no responder lo sentí por existir.
Toda esa zona comenzó a arder y hormiguear, el sabor a la sangre se dispersó en mis papilas gustativas.
—Idiota—otro empujón para que cayera en el piso.—¡Desaparece! ¡Como tu madre!—una patada se incrustó en mi abdomen y unas lágrimas duras me saltaron. No tenía aire.—¡Como tus pelotas! Nenita...
Estaba rojo y caminaba de un lado a otro como una fiera enfurecida, y yo lo observaba desde el piso como una cucaracha.
—Eres una nena—. Tiró de mi pelo y me senté. Sentía que me había cortado algún órgano interno con la patada.—Rara, no tienes pelotas ni pene.—Hizo estallar mi cabeza contra el piso y vi sangre. Otra patada, pero ésta vez era en mi entrepierna; el impacto me revolvió el estómago y todo lo que había comido emergía por mi garganta. —¡Comelo!—Con su pie apretó mi cabeza para que tocara el vomito.—¡Comelo!— Comencé a llorar, era mi única alternativa y ya no sabía que hacer.—¡Comelo!—Su voz era un sonido seco y tosco. Abrí la boca e intenté comer lo que había vomitado. Ácido y amargo. Su carcajada larga me detuvo.
¡Me hubiese gustado pasar esa tarde con calor escuchando la risa de mis vecinos!
—A las nenas se las marca.— Se bajó el pantalón un poco y cerré los ojos pensando en Viens, pensando en mi padre cuando me enseñó a pescar. Intentando concentrarme en las cosas buenas. El líquido tibio se estrelló contra mi piel. Mi brazo y mi cara.—Marica.—De un tirón me sacó el bañador y quedé desnudo. Sobre mi vómito, orinado, llorando, pensando en Viens.
¡Cuanto me arrepentía no haberme quedado en casa!
La vida se empeñaba en mostrarme lo peor de Grand, se empeñaba en castigarme de tal manera de quebrar mi propio yo y hacerlo caer en los cotilleos.
Pero ya lo había decidido, había establecido una formaba para secuestrarla.
Ya había decidido secuestrarla.
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Manual para Secuestrar a Alguien #wattys2018
Mystery / ThrillerLa vi. Como un jardinero ve una rosa. Y la tomé.