A TRAVÉS DE TU MIRADA [L.S.]

Capítulo 3

Después de eso, Harry quiso llevarlo a su cuarto mientras la comida estaba lista, para charlar un rato y esas cosas que se hacen cuando tratas de conocer a una persona o interesarte en una amistad; a veces no precisamente se trata de una simple amistad.

-Esta es mi habitación, Louis- giró la perilla de una linda puerta blanca barnizada y se hizo aun lado para que el ojiazul pasara.

Louis quedó anonadado. Las paredes estaban pintadas de azul y el techo de blanco como si
fueran nubes y cielo, los muebles grises, la cama tenía una cabecera de colchón negra con
sabanas rojas y un montón de almohadas perfectamente acomodadas. Cerca de la ventana había unas maletas y dos cajas.

-Vaya, es muy linda- después de observar con detalle cada cosa por fin había dicho algo.

-¿Te gustaría ayudarme a desempacar?

-Sí, es bueno, digo… claro que te ayudo- lo decía de una manera tan bella, por lo menos,para Harry, escuchar su voz era lo único que quería hacer el resto del día, del año, de su vida.

Era increíble como las cosa podían llegar en el momento menos esperado. Ocurrían como
historias, fluían como agua y se quedaban ahí, entre un montón de sucesos extraños para
evolucionar y convertirse en grandes pasajes memorables capaces de cambiarnos la vida.

-Tienes una linda voz- sonrió pero ocultó su sonrisa cuando sintió como empezaba a
sonrojarse.

-Gracias- imitó la acción del más bajo.

Louis alzó el rostro y Harry hizo lo mismo segundos después. Cuando sus miradas se chocaron de nuevo rieron bajito. Como dos niños traviesos.

Puros, inocentes.

-Entonces… ¿me ayudarás a desempacar?- se acercó a las cajas y abrió la primero tirando
de la cinta que la sellaba. Fue difícil.

-Claro- caminó a donde Harry.

-Bien, necesitamos unas tijeras o algo similar para abrirlas- buscó entre su mochila pero no tuvo éxito.

-Iré a buscar algo- se paró y salió del cuarto sin saber que el rizado no pudo evitar mirar su trasero.

“Vaya, Louis. Tus ojos no son lo único lindo que tienes”. Se dijo bajito para que nadie lo
escuchara.

No pasó mucho tiempo para que el ojiazul volviera a aparecer.

-¡¿Un abrecartas!?- preguntó divertido tomando el objeto entre sus manos.

-Me lo dió tu mamá, dijo que serviría.

-Veamos si tiene razón.

Deslizó la punta sobre la cinta adhesiva. Hizo las tapas a un lado y sacó un objeto envuelto en papel periódico.

-¿Qué es?- preguntó hincándose al lado del rizado.

-Es… Es una fotografía, Lou.

Era también un lindo marco caracoleado, brillante, metálico.

-Suena bien- le había gustado ese sobrenombre, sonaba bien en la voz ronca, pausada y
suave que Harry poseía.

-Sí, mi papá murió cuando yo tenía ocho años. Esta es la única fotografía que tengo donde
estamos todos juntos- quitó el papel y le mostró el cuadro. Lo decía de una forma tan triste,
casi en un hilo de voz, casi inaudible.

-Lo siento mucho, Harry.

-Ya no me duele tanto como antes, con el tiempo aprendes a superar una pérdida tan grande, aunque no niego que a veces me duele mucho vivir sin él- depositó la foto sobre su
mesa de noche. -Por cierto, ¿qué te pasó en la cara?, ¿y tu mano?