Capítulo uno.

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Viernes 9 de febrero, 17;22 pm, Necochea, Argentina.

Éstos días en Necochea habían sido de maravilla. Estaba acostumbrada a otro tipo de urbanización en la costa, otras playas y otro tipo de clima. Desde que soy chica mis padres me llevan a veranear a Mar del Plata. Ojo, no me quejo. Me llevo miles de recuerdos hermosos y millones de paisajes divinos. Pero ya me vengo cansando de la misma rutina todos los años.
-Vamos Cami, es hora de irnos.
Mis padres me miraban expectantes, mis hermanos estaban sentados en la parte trasera del auto con el perro, estaban esperando a que entrase para poder poner la reposera en la puerta ya que no entraba en el baúl.
-Se nos hace tarde.-Replica Mabel, mi madre.
-Perdón ma, estaba pensando que voy a extrañar esto.-Digo entrando al auto.
-Lo se hija, yo también.
Dicho esto, saludamos desde el auto a mi madrina y su novio, los dueños de la casa en la que estuvimos hospedándonos, y partimos hacia aquella ciudad que tanto amo y desprecio a la vez.

Viernes 9 de febrero, 20;37 pm, Mar del Plata, Argentina.

Habíamos llegado a horario y tranquilos. Bajamos todas las cosas y nos acomodamos un rato. Habían sido tres horas de viaje pero me había puesto a pensar que no habíamos sacado al perro hace bastante tiempo, por lo que opté por sacarlo a pasear.
Fui hacia la valija y saqué mi short de Los Simpons junto con un top gris y mi campera rosa de Adidas. Agarré el pretal de mi perro y se lo coloqué.
-Ma, voy a sacar al perro.-Anuncié.-Hace un par de horas que no lo saco.
-Buenísimo Cam, ese perro debe tener una vejiga de oro.
Me río y asiento, salgo por las rejas del garage y llevo al perro al árbol de la vereda de la casa. En la misma se encontraban dos casas, la de adelante, perteneciente a la madrina de mi papá, Rosa, y su hijo, Gastón, mi tío. Luego está la de atrás, la cual es en la que nos hospedamos nosotros.
Mi tío trabaja para un hombre, Pedro. Pedro se hospeda en la casa de enfrente, junto a su mujer y sus cuatro hijos. Tres hombres y una chica. La chica, Camila, es amiga mía desde que tengo memoria. El padre de mi tío nos presentó, siempre nos sentimos unidas por tener el mismo nombre. Luego estaban David, Mateo y Damián, mi amor platónico desde los 10 años. Me lleva 4, siempre estuve enamorada de ese chico, pero tiene novia hace mucho tiempo y sé que no tengo chances algunas.
Mi perro empieza a ladrar y los de enfrente también, por lo que miro para poder ver qué estaba pasando.

Allí estaba, hermoso como siempre, con su gorra de Nike y su remera negra. Desde lejos se podían notar sus ojeras, por lo que imaginé la noche anterior había salido. 

-¡Drake, basta!-Grita enojado.

Y me mira, nos quedamos paralizados por un  buen tiempo. Estaba perdidamente enamorada de él desde mis 10 años, que ironía. Era tan perfecto que nisiquiera podía creer que nos estuviésemos mirando.

La primera en bajar la vista fui yo. Nunca pude entender por qué no le puedo sostener la mirada, pero vaya a saber qué tipo de hechizo me había impregnado ese hermoso ser. Seguí caminando con Noah agarrado de la correa y finalmente entré a la casa.

Estaban por hacerse las nueve de la noche, era hora de la cena. Decidimos ir a comer a un lugar que vamos desde que tengo uso de razón, Ciao Bella. Mi tía se sentía un poco mareada por lo que decidimos comprar para comer en la casa. Estacionamos en la vereda de enfrente al lugar, y por el gran ventanal del lugar se llegaba a ver que estaban Pedro y María, los padres de mi amiga. Levanto la vista y enseguida María me divisa y me saluda. Les tengo tal aprecio como a mis verdaderos padres. Al cabo de unos segundos pienso, Damián debía estar con ellos cenando. El corazón me dio un giro de 180 grados por la emoción. 

Esperando en la fila para hacer el pedido, escucho a mi padre gritar de alegría. Damián había bajado para saludar, casi muero de la sorpresa. Yo me encontraba alejada de ese sitio, estaba sentada con mis hermanos en un silloncito. Mi padre y él se quedaron hablando por un buen rato, y al cabo de unos minutos miran hacia mi lado. De vuelta esa mirada que me hipnotiza. Tonta, levanto la mano tímida, él me saluda con una sonrisa y un asentimiento de cabeza. Hasta con ese gesto es la persona más linda del planeta. Lástima que nunca sería mío, o eso creía por el momento. 

Sábado 10 de febrero, 13:48 pm.

La noche anterior habían venido David y Damián a jugar al truco con nosotros. Esa noche me había enterado que teníamos algunos gustos parecidos, y eso me encantaba. 

Habíamos quedado en que esa noche volverían a venir para jugar la revancha, nos habíamos quedado hasta las 5 de la madrugada pero habíamos quedado empatados. Y así fue por varios días seguidos.

El lunes, David se había cruzado para invitarnos a mi hermano y a mí a ver el carnaval, con la excusa de que debíamos estar bastante aburridos. Era cierto, ya que ni televisión ni señal había dentro de esa maldita casa.

Terminamos cruzando y quedándonos ahí, ya que se había hecho tarde para ir al corso, y terminamos volviendo a cruzar a mi casa y nos quedamos bastante tiempo jugando allí.

Pero todo esta hermosa historia que quiero contarles no comienza aquí, sino el martes 13 de febrero.

Sí, ésta hermosa historia de amor comenzó un martes 13, el día que mi amiga había llegado de Capital, trayéndome la noticia de que salía con un hombre de más de 30 años, con dos hijas.

Acompáñenme a ver ésta historia de amor, tristeza  y confusión. 

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