Capítulo 1

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En la habitación oscura, apenas se escuchaban los gemidos ahogados y el roce suave de las sábanas al deslizarse. Él parecía disfrutar del momento, pero para Regina, cada segundo se alargaba. Solo deseaba que todo terminara pronto, su mente divagando lejos de allí, en algún lugar donde pudiera sentirse libre.

Tiempo atrás

Marian había vuelto hacía dos semanas, y ellos habían roto cualquier tipo de relación después de que Robin fuera a hablar con Regina a su oficina.

Todo sucedió rápido. No supo cómo ni por qué, pero una noche él se presentó ebrio en su puerta. Henry estaba en casa de Emma, así que Regina se encontraba sola en el sofá de la sala, con un vaso de sidra de manzana y un libro en las manos, cuando sonó el timbre. Al abrir la puerta, se sorprendió al ver a Robin. El olor a alcohol era inconfundible. Antes de que ella pudiera decir algo, él se lanzó sobre sus labios y empezaron a besarse. Regina lo extrañaba. Su corazón estaba roto; extrañaba su olor, sus besos, sus caricias. Así que solo se dejó llevar.

Exhaustos, cayeron en la cama, tratando de recuperar el aliento. Ella estaba cansada, sus párpados se cerraban hasta que cayó en la inconsciencia. Robin se giró hacia la morena, pero al verla con los ojos cerrados y su respiración tranquila, supo que se había quedado dormida. Tomó las sábanas y la cubrió, haciendo lo mismo para él, antes de caer en los brazos de Morfeo.

Al despertar en la madrugada, miró a Regina, quien dormía apacible a su lado. La besó suavemente una vez más, luego se levantó, se vistió y salió sin hacer ruido. Al amanecer, la morena despertó sola, y una lágrima de tristeza resbaló por su mejilla.

Presente

Después de aquella primera vez, Robin comenzó a visitarla con más frecuencia. Siempre era lo mismo: tenía lo que necesitaba y luego se iba. A veces Regina estaba despierta, pero él no se daba cuenta, y otras veces ella despertaba sola en la cama, con el recuerdo de lo sucedido la noche anterior.

No hablaban ni antes ni después de sus encuentros. Regina había perdido algo de peso y comenzaba a caer en un estado de depresión, pero Robin no se daba cuenta. Solo llegaba, tomaba lo que necesitaba, sin importar nada más. No le importaba la mirada perdida de Regina cuando estaban juntos, ni sus gemidos fingidos.

Ella se encontraba mirando al techo con la vista desenfocada, luego cerró los ojos al sentirlo venirse  en ella. Robin besó su cabeza y se acostó a su lado, retirandose de ella descuidadamente.

Lo sintió levantarse. Abrió los ojos y lo vio vistiéndose.

—¿Te vas? —le preguntó.

—Sí, le prometí a Marian ir con ella y Roland al parque.

—Quédate un rato más —dijo Regina, incorporándose. Tenía una pequeña esperanza de que él se quedara al menos un poco más—. Quédate a desayunar, podemos...

—No, Regina. Lo siento, pero no. Ya te dije que no —dijo mientras terminaba de vestirse. Se acercó, tomó su cara entre sus manos y la miró a los ojos—. Puede que venga en la noche, ¿de acuerdo?

Él le sonrió tristemente. Regina sabía que pasaría el resto del día sola. Henry ya casi no la visitaba, y cuando lo hacía, era solo por un rato en la casa de la Abuelita.

Robin la besó una vez más y se fue. Ella se quedó ahí, mirando el lugar por donde había desaparecido.

Dos días atrás

—Ya que aceptaste que no quieres matarme porque te aburrirías demasiado —dijo Emma caminando detrás de Regina—, ¿aceptarías ir a comer una hamburguesa con papas en Granny's para el almuerzo?

—Uno, jamás admití que me aburriría si te asesinara; solo no lo hice porque sé que eres tan necia que seguirías molestando incluso como fantasma. Y dos, no me sorprendería el día que te dé diabetes por comer tanta comida chatarra. Me haré la idea de que no comes esas cosas junto a nuestro hijo.

—Por supuesto que no lo hago —dijo la rubia, defendiéndose—. Entonces, ¿qué dices? Tengo hambre.

—Está bien, Swan. Lo haré si eso significa que dejes de molestar.

Llegaron a Granny's. Emma ordenó una hamburguesa con todo el paquete y Regina solo una ensalada. Luego se sentaron, una frente a la otra, platicando de pocas cosas. Emma notaba que Regina estaba extraña, con la mirada distante. A veces intentaba acomodarse en la silla, tratando de no hacer mueca al hacerlo.

Ruby les llevó sus pedidos y empezaron a comer.

—Regina, ¿qué es eso? —preguntó Emma al notar algo en su cuello.

—¿Qué? ¿Dónde? —dijo extrañada, acomodándose el cabello. Emma acercó su mano y apartó la tela de la blusa de cuello alto de Regina.

—¿Qué rayos, Regina? Eso... son marcas. Pero ¿qué...?

—No es nada. Y te agradecería que no te metieras en lo que no te incumbe, Swan —respondió Regina, apartándose rápidamente. Observó a la rubia y luego su comida—. Acabo de perder el apetito... Me tengo que ir.

Sin darle oportunidad a Emma de responder, Regina tomó su bolso y salió apresurada del lugar.

Desde ese día, Regina había intentado evitar a Emma. Sabía que comenzaría a hacer preguntas, y eso lo odiaba. Robin seguía llegando, y la noche anterior había sido más rudo de lo normal. Regina suspiró y se encerró en su casa.

Días después

—Hola, mamá.

—Hola, cariño. ¿Cómo estás?

—Bien. El abuelo me enseñará a pelear con espada —dijo Henry, entusiasmado.

—¿Qué sucede?

—Oh, nada, solo quería saber si querías desayunar conmigo hoy —dijo Regina, esperanzada.

—No podré hoy, mamá. Ma me llevará a pescar esta mañana. En realidad, solo estoy empacando.

—Oh, entonces tal vez para el almuerzo, ¿te parece?

—Mamá, lo siento, pero hoy no podré. La abuela nos invitó a almorzar y luego me llevará a acampar. ¿Te parece mañana?

—Oh... bueno, puede ser. Nos vemos, cariño —dijo, colgando la llamada. Regina suspiró, tomó aire profundamente y subió a su habitación.

Pasó toda la mañana y parte de la tarde en la cama. No había desayunado ni almorzado. No tenía apetito ni ganas de nada. Las lágrimas resbalaban por sus mejillas, empapando la almohada.

Ella no quería seguir así, no quería seguir sintiendo. Sabía que debía tomar una decisión.

Se levantó, caminó al baño, abrió un cajón y sacó una cuchilla de afeitar que Robin había dejado cuando aún vivía ahí.

Caminó hacia la bañera y la llenó hasta la mitad con agua caliente. Pero a ella ya nada le importaba. Nada.

Su "verdadero amor" la había dejado por su esposa que había vuelto. Su hijo ya no tenía tiempo para ella. Todos la abandonaban. Todos a quienes quería se iban, y eso le dolía. Además, ya no quería ser la segunda opción de nadie. "Segunda hija, segunda esposa, segunda madre, segundo amor. No, ya no, ya estoy cansada de esto", pensó. Se metió al agua sin desvestirse, se acomodó y levantó la cuchilla hacia su brazo izquierdo. La piel le dolía al sentir el agua caliente, pero no le importaba. Solo quería que su corazón dejara de doler. De un solo movimiento, hizo un corte profundo, vertical. La sangre comenzó a brotar inmediatamente. Lo hizo una y otra vez, hasta que el agua comenzó a teñirse de rojo. Dejó caer la cuchilla al suelo con un ruido seco, y su brazo derecho colgaba fuera de la bañera, goteando algunas gotas de sangre en el suelo. Hundió el brazo izquierdo en el agua y cerró los ojos. Después de un rato, su cuerpo se entumeció. Dejó caer su cabeza hacia atrás y, luego, ya no hubo más dolor. Solo oscuridad.

Swanqueen .2Where stories live. Discover now