El barro hacia que mis pasos fuesen lentos y pesados cual gigante de hierro, el olor putrefacto de los cadáveres de mis compañeros que estaban siendo enterrados bajo una capa de tierra y escombros causados por las explosiones del fuego de artillería hacían que mi estómago se cerrase y que una oleada de náuseas me inundase, avanzaba impasible hacia las líneas de fuego enemigas, amenazado por el silbido de las balas de sus ametralladoras, las cuales escupían muerte por sus cañones, en busca de una vida que arrebatar, sin importar el pasado y el futuro que cada soldado tuviera. Veía como a cada ráfaga de fuego sesgaba almas y a modo de réplica una oleada de balas salía de mis espaldas hacía las trincheras enemigas, tratando de acallar aquella percusión de la muerte que eran las ametralladoras.
Solo esperaba que esto acabase, porque me negaba a disparar, había llegado hasta esta guerra porque una carta del gobierno tenía escrito que había sido seleccionado para luchar por la patria, pero en realidad todos los que nos hayabamos en aquel barrizal éramos desconocidos, personas con una vida completamente ajena al mundo bélico, las cuales fuimos dadas un rifle, un puñado de balas y se nos dijo que teníamos que disparar a todo lo que tuviéramos enfrente, sin importar nada.
Era una guerra de millares de desconocidos para conseguir algo que unos pocos conocidos querían y cuya ambición los guiaba. Solo deseaba que esto acabara, y que pudiera volver a mi casa, con mi familia y mi trabajo, pero eso era imposible, porque una de aquellas balas escupidas por las ametralladoras atravesó mi cráneo, perforando mi frente y atravesando cada centímetro del mismo abriéndose paso entre lo que era mi cerebro hasta hacerse hueco al otro lado de mi cabeza, llevándose consigo mi consciencia y dejando mi cadáver tendido en el suelo, para que el lodo y el barro se lo tragase tragase.
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Historias
RandomHistorias que escribiré cuando tenga tiempo o inspiración, puede que las acabe o no.