III. Primera parte

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Haruichi llegó a la Unidad de Investigación de Actitudes Criminales a las cuatro de la tarde. Cubierto por una orden de su hermano, simplemente se presentó ante su capitán y recibió la orden de encontrarse con Kuramochi en la escena que ahora les competía. Tras un vistazo rápido en la unidad, notó la ausencia de Watanabe. Tendría que esperar para que le presentara la grabación que había obtenido de Narumiya Mei.

La escena de suicidio a la que Haruichi acudió no necesitaba gran atención. La madre, inconsolable, sostenía un sobre blanco con todas las solicitudes rechazadas de siete universidades diferentes. El negocio familiar consistía en manejar un banco regional, por lo que era casi obligatorio tener una licenciatura en economía y varios diplomados de administración y leyes. Era comprensible, entonces, que la muchacha que se había colgado en su habitación se sintiera presionada al cumplir los veinticinco años sin poder acceder a una universidad. Además, los tratamientos, múltiples cremas, y decenas de maquillaje corroboran la teoría de que también había intervenido el aspecto físico en su mortal decisión.

No había nada interesante en ese caso. Aunque, claro, no habría caso que se le comparara a aquello que Mei le había contado esa mañana:

—Antes de empezar, detective Kominato, —Había dicho el recluso— quiero que me aclare una cosa: ¿está usted aquí por las fotos en mi celular?

Haruichi no ocultó su asombro.

—Así que dejó esa evidencia a propósito —adivinó.

Mei hizo un gesto con la boca.

—No exactamente. Sólo no me atreví a borrar todo de él.

Haruichi quiso preguntar más sobre eso, mas la sonrisa de Mei apareció, dolosa, melancólica y sincera. Tal vez estaba recordando ese día en el cine o esas semanas en las que trabajó para Miyuki Kazuya... O, tal vez, recordando esos tiempos, esos otros mundos que mencionó...

—¿Usted jugó béisbol en su adolescencia, detective Kominato? —preguntó de repente, sin mirarlo.

—¿Cómo dice? —respondió el aludido. Narumiya no respondió; Haruichi frunció el entrecejo y respondió:— Sí, jugué un tiempo en un equipo regional. ¿Por qué lo pregunta, Narumiya-san?

Entonces, Mei había sonreído y explicó lo que a Haruichi le pareció, efectivamente, una historia digna de un manicomio. Sin embargo, a pesar de lo poco lógica que sonaba, no había podido quitarla de su cabeza.

Había empezado con el relato de cuando ignoró la propuesta de Shirakawa's Company para hacer sus prácticas. Dijo que aunque con menores prestaciones, las oportunidades de crecer eran mayores en la novedosa compañía donde conoció a Miyuki Kazuya. Mei había asegurado que esa decisión fue lo que ocasionó que comenzaran "esos sueños".

—En un principio, no podía recordarlos. Despertaba con un sentimiento de tristeza y me dolía el pecho; así que asumía que sólo había sido un mal sueño —dijo con el rostro empapado del sentimiento que acababa de describir.

Sin embargo, luego Kazuya le confesó que él despertaba de la misma forma y que creía recordar un campo de béisbol. Esas palabras, cual locución sustantiva, despertaron un recuerdo fugaz en la mente del rubio. Había creído sentirse emocionado, sudoroso y satisfecho mientras miraba unos ojos cafés escondidos detrás de unos lentes deportivos. Mei relató que enseguida se sentó en el escritorio de Kazuya y cerró los ojos a causa de un repentino dolor de cabeza.

—Algo me decía que no era una escena que había visto en el cine o que había leído en un manga; era un recuerdo que había permanecido dormido. La sensación que obtuve después de aquella experiencia era similar a la de un deja vú, si puede entenderme.

RE: Última oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora