Capítulo final

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Disclaimer applied

There's a light, there's the sun, taking all shattered ones
To the place we belong, and his love will conquer all.
-"Shattered", Trading Yesterday

—Te derrotaremos este verano, Mei. Sawamura ya no es el mismo que enfrentaste, y Nori no te ha perdonado lo de hace casi un año. Éste será nuestro año. Una vez te derrote, seré tu cátcher y nos tocará derrotar a aquellos que nos quitaron la gloria.

—Sabía que terminarías por venir a mí, Kazuya. Aunque te advierto que no será nada fácil llegar a mí.

Y mirando la espalda de Mei, con el número uno en ella, se dijo que tendría que hacer todo por alcanzar a esa estrella. Sin importar a dónde fuera, tendría que conseguir al menos una oportunidad más para volver a atrapar para él.

Las mismas palabras, las mismas promesas y las mismas sonrisas. Todo parecía ser exactamente lo mismo a aquella primera vez que se vivió ese momento. Incluso el aire comenzaba a respirarse frío y el sentimiento de melancolía permanecía en el entorno de ambos jóvenes beisbolistas. La importancia radicaba en que, a diferencia de las tantas otras veces, de las tantas otras vidas, esa noche en la que todo reinició como si nunca hubieran existido seis vidas entre un segundo y otro, los dos muchachos pudieron dormir sin problemas. Uno soñó con un enorme trofeo otorgado por su gran desempeño como pitcher y el otro soñó con los mejores lanzamientos de sus pitchers en las nacionales. Esa noche, fue el inicio de una vida pasada, de una vida pausada, una vida en la que todo debió salir bien desde el principio.

Los siguientes días, Miyuki Kazuya fue acosado por los pitchers de Seidou, pues incluso un periódico local había publicado la increíble noticia sobre la batería Narumiya/Miyuki, en la que incluso tuvieron que aguantar con firmeza hasta la entrada once. De este modo, no había jugador en Seidou que no estuviera interesado tanto en la experiencia de haber jugado tan cerca del enemigo como en todos los secretos que los lanzamientos de Mei guardaban. Kazuya fue firme en sus respuestas y, en cierto modo para evitar que dejaran de insistir con lo mismo, les dijo simplemente que en su nivel actual, sólo serían alimento para los de Inashiro. Por supuesto, eso los obligó a triplicar sus esfuerzos en los entrenamientos, dirigidos por un capitán que no permitiría que su promesa se rompiera. Pronto, la meta principal se transmitió incluso a los de primer año: era su deber derrotar de una vez por todas a Inashiro. Era su última oportunidad de vencer al rey de Tokio y, sobre todo los pitchers, tenían cuentas pendientes con ese rubio ególatra. Kazuya sonreía todas las noches, a salvo de todas esas pesadillas que una vez lo atormentaron.

En Inashiro, en cambio, Mei usó su papel de as y entrenó con los pitchers y cátchers, parloteando sobre lo increíblemente fuerte que Seidou estaría para su último encuentro. En varias ocasiones, Shirakawa o Itsuki le decían que quizá exageraba con la potencia de Seidou, mas Mei estaba completamente seguro de que Kazuya no les permitiría un segundo de paz... Y cómo disfrutaba al simplemente pensar en eso, en cómo Kazuya se esmeraría para por fin alcanzarlo. Era secretamente feliz por todos los logros que Kazuya cargaba y cargaría; se sentía orgulloso de él y para él. Poco a poco, el equipo fue mejorando todavía más, impulsado por el espíritu de su as. El capitán, Fukui, apenas cabía en sí por los números que el equipo mostraba.

El torneo de verano fue agotador para muchos equipos, mas se decía que parecía estar funcionando como un campo de entrenamiento para Seidou e Inashiro. Aunque no se trataban de derrotas aplastantes que parecían burlarse del esfuerzo de sus contrincantes, se podía notar incluso el control que prácticamente cada jugador tenía en el campo. En Seidou, las debilidades de los pitchers de segundo eran controladas por el capitán y, en ocasiones, el orgullo quedaba relegado para que los cátchers de primero usaran la fórmula perfecta para que sus pitchers predilectos recobraran la postura en el montículo. Y en Inashiro, incluso el ególatra as apoyaba a su evidente sucesor y le decía cómo podía mejorar y qué debía decirle a Itsuki para que le pidiera lo que debía pedirle; celebraba los hits de Itsuki y alababa a Carlos como si se tratara de un dios misericordioso que lo defendía de las miradas rabiosas de Shirakawa. Lo que nadie podía negar era que, fuera cual fuera su contrincante, ambos equipos disfrutaban el juego en el campo.

RE: Última oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora