Capítulo 4

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Fuego.

Calor.

Me removí para ahuyentar todas esas sensaciones en mi cuerpo, pero era imposible, abrí los ojos y me di cuenta que seguía acostada en la cama con mi respiración agitada, de repente sentí mucha sed y me levanté, mi ropa se pegaba a mi piel y toqué mi cara estaba sudando a charcos, parecía como si hubiera acabado de ducharme, asqueada abrí la puerta de mi habitación y bajé las escaleras para llegar a la cocina a oscuras.

A tientas busqué el interruptor, pero mi mano se deslizaba por la pared sin encontrar nada.

– ¿Buscas algo?

Escuché que murmuraron a mi espalda, sentí un escalofrío en mi columna.

– ¿Dónde has estado? –susurré, mi corazón seguía acelerado y con un nudo en mi garganta que apenas y podía permitirme hablar.

–Siempre he estado aquí Maddy.

Mis ojos se nublaron por las lágrimas.

–Soy tu ángel guardián, nadie puede separarme de ti.

Me di la vuelta y puse mis manos en su pecho, tan real, tan firme como recordaba, pasé las palmas por sus brazos hasta llegar a sus hombros y luego coloqué mis manos detrás de su cuello, un sollozo escapé de mi garganta, estaba aquí.

–Te he echado tanto de menos –dije sollozando.

Suspiró.

–Sueño contigo cada noche, te veo donde sea que este, todo me recuerda a ti, mi pequeña

–Vuelve conmigo –susurre –te necesito, no sé cómo seguir aquí sin ti.

Sentí una de sus manos acariciar mi mejilla y el recuerdo de la primera vez que me tocó atravesó mi cabeza como un flash.

–Estas en mi cabeza a cada segundo, estar sin ti es la peor tortura de todas. –besó mi frente y se quedó allí por un tiempo, suspirando mi olor –pero no puedo quedarme, tienes que dejarme ir, pequeña.

Rápidamente lo atraje a mis brazos abrazándolo en la oscuridad.

–No, no, no. Quédate, te necesito, Kale. Estoy muriendo sin ti –sollocé –cada día es una horrible quemadura aquí. –me llevé una mano a mi pecho –no puedo seguir con mi vida como si tu no hubieras existido, como si no me hubieras marcado, no puedes irte, no puedes abandonarme, no me hagas esto de nuevo.

–Lo siento mi amor, pero solo existo aquí –besó una vez más mi cabeza.

¿Maddy?

–Te lo suplico. –no sabía que más hacer, me estaba dejando de nuevo. –Kale.

¡Maddy!

Cerré los ojos con fuerza y cuando volví a abrirlos me doy cuenta que estaba en la cama, en mi habitación, agitada y decepcionada.

–Cariño, estas bien, gracias a Dios.

Mamá estaba a un lado de la cama y papá lloraba en silencio mientras sostenía mi mano entre la suyas.

– ¿Qué pasó? –murmuré, sentía mi cuerpo pesado, como si hubiera hecho ejercicio todo el día y estaba hecha polvo.

–Tuviste una pesadilla cariño, no dejabas de gritar y te revolvías en la cama, tu padre y yo nos hemos horrorizado cuando entramos, te llamamos, pero no despertabas, nos hemos asustado muchísimo.

Mis ojos se llenaron de lágrimas, había sido un sueño. Mamá me abrazó.

–Necesito ayuda–dije cerrando los ojos–esto, me está quemando por dentro.

Ángel de la Muerte. [Libro 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora