Capitulo 2

32 1 0
                                    

Estaba hecha un manojo de nervios, en mi anterior instituto todo era mucho más sencillo, había estado allí desde primer semestre, ahí conocí a Aaron y a mis mejores amigas, pero aquí todo era diferente.

No solo por el idioma, sino también por mi apariencia.

No quiero que piensen que quiero llegar a la conclusión sobre el racismo y eso, pero varias chicas me han mirado extraño solo por ser la de intercambio.

Mi color latino tostado de piel combinado con los rizos rebeldes de mi cabeza hacían que mi estadía en la nueva escuela fuera un poco incómoda.

Estaba haciendo frío, nada comparado con el caluroso México. Llevaba puesto un suéter ajustado blanco, unos jeans y zapatillas color nude, además de que llevaba mi cabello rizado alborotado por todos lados.

Tomé con timidez el lazo de mi bolso y caminé por el pasillo buscando mi aula.
Muchos chicos se saludaban con efusiva energía, dándose golpes en el pecho y mirando a las chicas que se parloteaban a su alrededor.

¡Buf! Parecían niños de preparatoria.

Con la mano temblorosa, miré de nuevo el papel que sostenía mi horario.

"El arte de la gastronomía"  por Augustus Freand en sala B.

Sala B, sala B. ¿Dónde rayos está la sala B?

Mire con desespero todas las letras arriba de las puertas de cada aula, se estaba haciendo tarde y yo no encontraba mi maldita aula.

Respira Agynes, respira. Tengo que encontrarla.

Caminé rápidamente por el pasillo, que ya estaba desolado de un momento para otro porque las clases habían comenzado.

Hasta que por fin vi el nombre de Augustus sobre la puerta, el alivio recorrió todo mi cuerpo.

Corrí por el resbaloso pasillo y llegué derrapando hasta la puerta, lo que provocó que tomara el manojo y me golpeara de cara contra el vidrio.

El ruido que alguna vez se hacía presente dentro del aula, calló.

Ouch, eso dolió.

La puerta se abrió en par, dejando ver a un hombre de unos treintas, vestido de traje y gafas, mi maestro supongo yo.
-¿Está bien, señorita...?- se detuvo para que yo dijera mi nombre.

-Agynes, Agynes Estrada- tímidamente acariciando mi adolorida mejilla-. Y si, estoy bien, fue solo un golpe.

Él me observo por un segundo con el gesto neutro y después asintió.
-Entonces entra al aula, Estrada, que ya vas tarde.

Asentí con lentitud y me escabullí de su lado para entrar al quieto salón.

El aula estaba hecha de forma triangular; la punta del triángulo era donde se encontraba el gran pizarrón con un proyector que -valga la redundancia- proyecta una presentación de PowerPoint con infinidad de información.

La base del triángulo era conformado por mesas azules donde se encontraban sentados todos los alumnos divididas por pares. El aire acondicionado chocó fuertemente contra mi rostro provocando que me diera más frío del que tenía.

Suspiré con nerviosismo y caminé con las piernas hechas gelatina un poco, esperando al maestro quien ya iba tras de mi.

-Chicos, atención- levantó ambas manos para llamar la atención del alumnado- ella será su nueva compañera en esta clase, su nombre es Ag... Agnyes...- balbuceó al pronunciar mi nombre- ¿Agnes?¿Agnys?...

-Agynes, profesor, Agynes- corregí con paciencia.

-Si, eso- se acomodó mejor los lentes sobre el punte de la nariz- la señorita Estrada estará con ustedes este semestre, viene de intercambio desde México, trátenla con respeto.

Mesa para dos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora