Tenía muchas ganas de soltarme a llorar en medio de la acera, pero aún así tenía el peligro que Vadhir recorriera más camino con su camioneta y pudiera alcanzarme.
Estaba prácticamente huyendo de él.
No me encontraba en mis mejores sentidos, y lo digo tanto físico como mentalmente.
Me había drogado y después casi me viola. Aún recuerdo cómo subía sus manos por mis piernas y hace que me den ganas de vomitar.
Y no quería llorar de tristeza, sino de ira y decepción. Él parecía el único chico decente del instituto y ahora resulta que es el más patán de todos los estúpidos que estudiaban ahí.
Grace tenía razón y yo la juzgué como si estuviera ebria, siendo que quien estaba en peores condiciones era yo.
Ahora me encontraba semi desnuda por la calle huyendo de un tipo que tal vez estaba unos escasos pasos de mi. Aunque para mi suerte casi había llegado a mi casa.
El frío viento madruguero se restregaba contra mis piernas desnudas mientras que mis pies descalzos sentían la humedad de la acera.
Con las manos heladas cubrí mis brazos para tratar de darme algo de calor a mi misma tratando de acelerar el paso.
Sentía miedo, ira y decepción. Eran un montón de sentimientos encontrados que provocaban que yo solo quisiera morirme.
El pensar que él me veía como la niña deprimida de otra nueva escuela y que pareciera blanco fácil hacía que mi repulsión hacia él incrementara.
El nudo en mi garganta se hizo más y más fuerte.
Ya no puedo, ya no puedo, me repetí a mi misma y unos segundos después me dejé caer sobre la acera a llorar.
Estaba sentada sobre la pendiente de la banqueta, mi trasero estaba en contacto con el césped de una casa vecina, que por cierto estaba mojado, pero si les soy sincera, ni eso me importaba.
Me solté a llorar como nunca antes. Las lágrimas se corrían por mis ojos deslizándose por mejillas una y otra vez, lágrima tras lágrima.
El mundo se me estaba viniendo encima y yo no podía hacer nada para evitarlo.
Con ambas manos abracé mis piernas mirando todo el oscuro paisaje que me rodeaba, los labios me temblaban y los ojos escocían.Eran aproximadamente las cuatro y media de la madrugada; todo el vecindario se encontraba en completo silencio, parecía un ambiente lleno de paz y tranquilidad, ni siquiera las luces de los postes de luz estaban encendidas, todo se encontraba completamente oscuro y fresco, había llovido unos días antes y la calle estaba completamente húmeda.
Me sentía sucia y usada, medio drogada, en bragas y solo con la blusa roja que llevé a la fiesta la cual me cubría medio vientre.
No podía parar de llorar, y sentía que cada vez iba de mal en peor.
Solté un grito lleno de furia y golpeé el suelo con ambos puños.
-¡Maldición!- exclamé con rencor.Los puños comenzaron a arderme, con los ojos hinchados levanté ambas manos y me di cuenta que de ambas manos salía sangre por los nudillos.
No me importó, de hecho me sentía un poco mejor.
Las lágrimas seguían saliendo, pero ya no eran tan fluidas aunque si estaban llenas de resentimiento, no tenía ganas de nada, podría quedarme aquí hasta que amanezca.
Bajé la cabeza y recargué mi cabeza entre las rodillas, cerrando ambos ojos tratando de calmarme un poco.
Comencé a nivelar mi respiración aún sintiendo todo el frío y justo cuando pensé que ya estaba calmada escuché que el sonido de un vehículo pararse justo frente a mi.
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Mesa para dos
Teen FictionNuevo país. Nuevas reglas. Una perfecta combinación entre la comida y el amor. ¿Creías que las relaciones a distancia funcionan? Yo también.