Capitulo 1

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Con pereza arrojé la última maleta hacia el polvoroso suelo de mármol de mi habitación infestada de cajas.

Ni siquiera se alcanzaba a visualizar la ventana, todo estaba lleno de cajas con etiquetas a medias sobre todas mis pertenencias.

Me daba tristeza ver todo ahí arrumbado; mi habitación era grande, aún más grande que la antigua, constaba de un pequeño y compacto balcón que daba hacia la calle, del que dudó alguna vez tratar de fugarme ya que la casa es de tres pisos y tratar de salir por ahí sería una misión suicida. Un baño y su guardarropa con fondo, sencillo pero servible.

Me sentía cansada y triste. Los ojos me ardían y sentía que mis piernas ya no podían moverse más.

Mi celular comenzó a vibrar dentro del bolsillo trasero de mi pantalón sacándome un momento de mi ola depresiva.

Rápidamente lo saqué y vi el nombre de Aaron sobre la pantalla.

Con la mano sudada y temblorosa contesté el teléfono.
-¿Amor?- escuché su voz a un lado del auricular.

Escuchar su voz otra vez fue como un duro golpe en el estómago, fue como si me hubiesen arrancado el corazón sin piedad, en el pecho sentía una piedra que me impidiese hablar.

-¿Agy?- repitió.

Quería hablar pero nada me salía de la boca, todo el dolor me ahogaba la garganta impidiéndome formular al menos una palabra.

-¿Nena, está todo bien?- el tono de su voz era dulce y tierno, provocándome un dolor de estómago tremendo.

Lo extrañaba, yo no quería estar aquí, esto era un maldito infierno de mierda.
Tenía que regresar, fuese como fuese.

Abrí la boca tratando de llenarme de valor, a sabiendas que mi voz se quebraría tan solo de soltar un sonido, pero es mejor eso a nada.

-A...Aaron- dije con la voz quebrada.

-Agynes, mi amor, ¿cómo te fue en tu viaje?- respondió con voz energética.

-Yo...yo...- mi padre me interrumpió abriendo la puerta de golpe.

Gire con violencia hacia la puerta, encarando a mi padre quien sostenía la perilla de la puerta despreocupado.
-Es hora de cenar, Agynes. Baja ya.

Me quedé unos segundos observándole.

Su cabello canoso estaba completamente despeinado, llevaba la corbata desabrochada y las mangas remangadas, las ojeras se hacían presentes bajo sus verdes ojos cansados, pero aún así, tenía una sonrisa sus finos labios.

Estaba feliz. Él estaba feliz por haberse mudado, no era feliz en México y ahora, en Chicago, toda su vida ha cambiado.

No le contesté.

-Aaron, te llamo luego- dije rápidamente y sin esperar su respuesta colgué.

Mi padre seguía observándome, él quería entablar una conversación conmigo, pero yo ni la palabra le quería dirigir.

Dejé mi celular sobre el colchón desnudo y caminé hacia la puerta sin siquiera voltearlo a ver.

Veremos quien aguanta más.


Bolsas de plástico blancas con el logo de Taco Bell en el medio yacían sobre la gran mesa de madera con refresco y unos platos desechables.

Aileen estaba sentada sobre una de las sillas, sus grandes uñas de silicona le quitaban los nudos a las bolsas, mientras mi padre recorría la silla y se sentaba.

-Oh, allí estás querida- dijo mi madrastra levantando un poco la mirada- toma asiento, allí está tu cena, he abierto la bolsa por ti- señaló una de las bolsas abiertas con su largo dedo.

Con cara de asco y repulsión me senté y tomé entre mis manos el plato desechable.

Con ambas manos abrí bien la bolsa y observé los tacos.
Eran más bien tostadas amarillas llenas de carne, lechuga y col, esto ni siquiera puede llamarse taco.

¿Donde están las salsas? ¿El guacamole? ¿El cilantro y la cebolla? ¿Las tortillas recién hechas?

Empujé el plato hacia el centro de la mesa con suavidad.
-No voy a comer.

Mi padre quien estaba distraído comiendo su primer taco levantó la vista con seriedad.
-¿Que has dicho, Agynes?

-He dicho que no voy a comer- repetí cruzándome de brazos retadoramente.

Mi padre colocó ambos codos sobre la mesa y entrelazó los dedos de sus manos.
-No es opción, come lo que hay en ese plato.

-No comeré esa basura que se hace llamar "taco".

Él soltó una carcajada.
-¿Qué quieres lograr con esto? ¿Regresar a México? Déjame comunicarte que eso no va a pasar, así que te vas acostumbrando.

-¡Me has traído a la fuerza, yo no quiero estar aquí!- escupí con furia.

Aileen me observaba con cierta tristeza y pena, pero sin embargo no decía nada, permaneció callada ante la molestia de mi padre.

-No me interesa lo que tienes que decir al respecto, Agynes- negó con la cabeza-. Siempre has hecho lo que bien has querido, acostúmbrate a acatar ordenes.

-¡Allá hubiese podido trabajar, estudiar y ser independiente!- grité dando un golpe sobre la mesa, lo que hizo sobresaltar a Aileen, quien soltó un pequeño gritillo ante mi acción.

Mi padre sonrió de oreja a oreja y se recargó sobre el espaldar de la silla.
-Por eso no te preocupes- se encogió en hombros- unos amigos de la familia saben que estás estudiando gastronomía y te han aceptado para trabajar en su restaurante. Es un restaurante Gourmet mexicano, ellos son mexicanos, por si se te dificulta lo del idioma.

La rabia subió por mi garganta.
-Sé hablar inglés, papá- respondí en tono colérico- además, yo no quiero trabajar con alguien que tenga que ver contigo, me repugnas.

Mi comentario no le hizo nada de gracia porque su expresión burlona cambió totalmente.

-No es opción, entras el sábado a trabajar, y más te vale tener una buena actitud.

-No asistiré.

-Lo harás- dijo pacientemente- y recuerda que el lunes entras a clases, tus útiles ya fueron comprados por Holly, y están en el almacén.

Abrí la boca para replicar pero levantó el dedo índice indicando que me callara.

-Se hará lo que yo diga, Agynes- tomó el taco entre su mano derecha y la llevó a su boca- ahora come, que estás muy flacucha.

Toda la bilis se me regresó por la garganta del puro coraje.

Me levanté de golpe, empujando la silla hacia la mesa, provocando que varios vasos se tambalearan.

-¡Odio este maldito lugar y te odio a ti también!

Mesa para dos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora