El vampiro

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Dean y Cas ya habían convivido durante un año entero con un vampiro llamado Benny en el Purgatorio, una hora o dos con este no iba a matarlos. Y si las cosas se salían de control, Castiel lo podía fulminar en un instante.

Decidieron escuchar lo que tenía que decir y se trasladaron a la biblioteca. Dean se buscó un trago mientras los otros dos tomaban asiento.

El vampiro trajo consigo el libro de escritura verde y roja, que resultó tener tapas color cobre con un relieve de dos serpientes entrelazadas, devorándose mutuamente. Antes de salir del pequeño cuarto también había recogido el sombrero fedora negro y el viejo bandoneón.

Dejó el libro sobre la mesa y se sentó frente al ángel. Se puso el sombrero, ligeramente inclinado hacia un lado, y con un pañuelo que sacó del bolsillo de su chaleco, comenzó a limpiar con cuidado el instrumento musical.

Dean se sirvió una medida de whisky, la tomó de un solo trago y, al tiempo que se servía la siguiente, se unió a ellos en la mesa.

—¿Y bien? ¿Querías hablar? Habla.

—Muy bien. Mi nombre es Alejandro Keres, nací en Argentina en el año 1712, morí en 1747...

—Esto no es Entrevista con el vampiro, amigo. No quiero oír la historia de tu vida. ¿Qué haces aquí? Y lo más importante ¿Cómo entraste al búnker?

—La historia es importante porque es el recorrido que me sitúa aquí y ahora. —Alejandro movía el bandoneón y algunas notas inconexas sonaban suavemente. Miró divertido a Dean como pidiendo permiso para continuar narrando.

—De acuerdo, Al. Te diré Al. Resume —ordenó el cazador.

—Es justo. Bien. A mediados de 1800 el destino me enfrentó al reto de la paternidad.

—Ya eras vampiro entonces —señaló Castiel, quien observaba a la criatura con interés, siguiendo los movimientos que hacía al afinar el instrumento.

—Así es. Hubo un incendio, una mujer y su bebé quedaron atrapados, el marido ya había muerto. Traté de salvarla pero estaba mal herida. Mientras agonizaba me pidió que cuide del niño. No tuve corazón para decirle que yo era un monstruo. Le prometí que me encargaría de él, y así lo hice.

—Dean también tiende a asimilar como propios los huérfanos que encuentra.

—Cállate Cas. —Dean se removió incómodo en su asiento.

El vampiro lo miró con una sonrisa de costado y continuó hablando.

—Cuando Milo, mi hijo, cumplió treinta años quiso recorrer el mundo y me pidió que lo acompañara. Yo nunca había salido de mi patria. Juntos conocimos África, Asia, Europa... Fue en Inglaterra cuando comenzamos a notar que nos vigilaban. Llegamos a los Estados Unidos con el nuevo siglo. Para entonces Camilo ya pisaba los cuarenta. Llevábamos menos de una semana en el país cuando un grupo de caballeros se nos acercó: Hombres de Letras. Estaban interesados en nosotros. Nos informaron que hacía casi una década que nos estudiaban y sabían que yo era... razonable.

Dean y Castiel intercambiaron miradas, no habían leído nada al respecto en los archivos, pero la realidad era que no habían leído todos los archivos.

—Nos hicieron miembros. Camilo formó una familia aquí, encontró el amor dentro de estas mismas paredes. —El vampiro miró a su alrededor con nostalgia y tragó antes de volver a hablar—. Luego de que Milo llegó al final de su vida, yo me aislé cada vez más; y dediqué mis días a la lectura. Los Hombres me solían traer libros que pensaban que podrían interesarme. El último que me dieron fue este. —Keres señaló el libro con el uróboros en la tapa—. La Historia Interminable. El autor es desconocido y en ningún sitio indica editorial o año de edición. Era un misterio. Comencé a leer y noté que el libro me hablaba a mí, personalmente a mí. Sabía cosas de mi historia, me conocía.

SUPERNATURAL INTERMINABLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora