Engullir, pernoctar, seguir

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Enormes árboles, con troncos como torres, se alzaban ante ellos

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Enormes árboles, con troncos como torres, se alzaban ante ellos.

—El Bosque de Haule —dijo Keres, y en su voz había sorpresa. Volteó hacia el camino, observando la distancia recorrida desde el laberinto—. Siempre me toma una semana llegar hasta aquí.

—¿Sí? —preguntó Dean. Solo eran unas cuantas millas, parecía un camino relativamente corto.

Alejandro se encogió de hombros.

—Nunca tuve prisa por regresar a nuestro mundo, y Fantasia lo sabía —dijo acomodando el bandoneón que colgaba en su espalda—. Aún faltan algunas horas para el amanecer —añadió dando un vistazo al cielo—. Lo mejor será avanzar un poco más y buscar un refugio para descansar.

Y así, el cazador de monstruos, el vampiro y el ángel, se adentraron en la espesura.

La noche era mucho más densa bajo las copas de los árboles. Caminaban despacio, sorteando troncos caídos y rocas, apenas alumbrados por la linterna de Dean.

Las alas de Castiel se enredaban en las ramas bajas de las plantas más jóvenes, pero volar allí no era una opción.

—¿Buscamos algo en particular? —protestó Cas—. Les recuerdo que mi ropa está hecha jirones, y la temperatura está bajando considerablemente.

—¿Tienes frío? —preguntó Dean, apuntándolo con el haz de luz.

—Entre otras cosas —respondió Castiel, desenganchando una de sus alas, que había vuelto a atascarse en la vegetación—. Estoy cansado, Dean.

—Podríamos acampar aquí —propuso Dean, al notar que se encontraban en un pequeño claro. El brillo de las estrellas tampoco llegaba hasta allí, pero al menos había espacio suficiente como para que todos pudieran recostarse.

—De acuerdo —concordó Al.

—¿Podremos hacer una fogata? ¿O crees que será peligroso? —preguntó Dean—. ¿Crees que hayan... criaturas salvajes?

—Sí —respondió Keres.

—¿"Sí" a qué?

—Sí a todo eso —dijo Al.

—¿Qué? —Dean buscó su mirada. Felinos, los ojos de Keres reflectaban la luz de la linterna. El vampiro lo observaba con una sonrisa torcida, que dejaba a la vista sus afilados colmillos.

De pronto, Dean se hizo consciente de que lo habían seguido a ciegas. Sintió un golpe de adrenalina. Se tensó, inmovil en su sitio, intentando descifrar si se trataba de una trampa.

Castiel sintió la incomodidad de su amigo y aguardó, alerta.

Keres jugueteó, tocándose uno de los colmillos con la punta de la lengua. Moviéndose despacio, sacó el delgado cilindro metálico que había guardado antes de salir de la Torre de Marfil. Lentamente, lo llevó a sus labios y sopló.

SUPERNATURAL INTERMINABLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora