Cruzando el umbral

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Cruzaron el portal en un parpadeo

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Cruzaron el portal en un parpadeo. La oscuridad, densa e insondable, los rodeaba.

Dean escudriñó aquella negrura absoluta, pensando que así debía de verse el vacío.

Atravesando el velo de sombras, una delicada criatura caminaba hacia él irradiando luz propia. Cuando estaba a solo un brazo de distancia, se detuvo.

Al igual que Jack la última vez que Dean lo había visto, La Emperatriz Infantil emitía una frecuencia embriagadora que solo podía traducirse en amor. Dean pensó que tenía sentido que así fuera, después de todo, ambos eran Dioses en sus respectivos mundos.

El aire tenía cierta sensación de irrealidad, su cuerpo se sentía ligero y hasta respirar parecía más sencillo.

—¿Trixie? —dijo Dean con suavidad.

La mujercita rio cantarina.

—Ese es el curioso nombre que me has dado —respondió con una vocecita delicada como la de un ave—. Gracias. Bienvenido, salvador y héroe de toda Fantasia.

—¿Esto es Fantasia? —preguntó Dean mirando más allá de donde la Emperatriz se encontraba—. La hacía más... no lo sé, luminosa.

—Los comienzos siempre son oscuros; pero Fantasia renacerá, de tus deseos, Dean. Deseos que se harán realidad a través de mí.

—¿A través de ti?

—Sí, con esto —Trixie sostenía el Áuryn, un medallón idéntico al símbolo en las tapas del libro.

Dean observó la Alhaja por un momento y se la colgó al cuello. Era más liviana de lo que parecía a simple vista.

—¿Cuántos deseos tengo?

—Todos los que quieras... cuantos más mejor. Más rico y variado será Fantasia.

Dean asintió sonriendo ante la idea de deseos ilimitados y pensó en mostrarle a Cas el Áuryn. Miró hacia su izquierda, pero su amigo no estaba allí. Keres estaba parado a su derecha y parecía estar en algún tipo de trance observando a la Emperatriz.

Dean volvió a voltear hacia el otro lado y esta vez giró para mirar detrás de él.

Lo que vio lo dejó sin aliento. Era una visión sin precedentes.

Un par de gigantescas zarpas translúcidas y resplandecientes ocupaban todo su campo de visión. Lentamente levantó la cabeza siguiendo la dirección de las piernas. Parecían cubiertas de algún tipo extraño de plumas o tal vez escamas; en todo caso, aquello se veía más como una armadura metálica que como algo orgánico.

La figura, vagamente humanoide, estaba de pie frente a él y era tan alta como un edificio. Entonces recordó un comentario que Cas había hecho al pasar, hacía mucho tiempo: Mi verdadera forma es aproximadamente del mismo tamaño que el edificio Chrysler.

SUPERNATURAL INTERMINABLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora