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Nada había cambiado, las paredes blancas como la primera vez y el aire frío, la camilla seguía tan dura como siempre, una sonrisa se formó en sus labios resecos pero la felicidad que debía mostrar no llegaba a sus ojos.

—Len, creí que ya habíamos hablado de todo esto—Comentó el doctor con una mirada preocupada en sus orbes miel, su cabello oscuro con algunas canas caía hacia atrás y sus lentes de media luna caían por el puente de nariz.

—Y yo creí que había entendido que estoy bien—Su voz fuerte pero débil sonó como un pequeño cachorro intentando gruñir e intimidar a un ladrón.

—Pequeño, esto no está bien, te hace daño y estas preocupando a tus padres y hermana con tus acciones ¿No crees que ellos ya tienen sus problemas como para tener que estar lidiando contigo?

"Ya tienen sus problemas"
"Lidiar contigo"
"Preocupando a tus padres"
"Tu hermana"

"Pequeño" Usted no debe llamarme así, cierre su maldita boca y no prounucie esa palabra con esa mierda que tiene en su rostro, nadie más que él puede llamarme así.

Una risa lastimera escapó de sus labios, sarcástica y  burlona, seca y cruel.

—Ellos sólo quieren aparentar, las cámaras no pueden ver que alguien de nosotros está mal ¿Acaso les pagarían y les verían bien si uno de sus hijos es como yo? —Preguntó boraz mirándole con dolor en sus hermosos ojos azules, tan expresivos y fríos en formas iguales.

—Yo... sólo me preocupo por la salud de un joven de quince años, no me interesa la familia en la que vivas porque para mí eres tan importante como alguien de un lugar común y corriente—Las palabras vacías, mentiras en todos lados, nadie podía llegar a decir una verdad en frente de alguien como él.

—Claro...

Y así siguió por un tiempo hasta que la cita terminó, debía de comprar unas pastillas y vitaminas, pero de igual manera no las tomaría.

Caminó por los pasillos hasta la salida donde muchos hombres y mujeres con cámaras se acercaban para preguntarle, quitándole la tranquilidad del hospital le había otorgado, sentía como si se estuviera ahogando, el aire empezaba a faltarle hasta que una mano le tomó del brazo con delicadeza, aún en medio la tormenta alguien cuidaba de él con cariño.

—Señorito Len, vamos por aquí—Le indicó la voz casi a gritos intentando hacerse notar entre tanto bullicio, siguió los pasos del hombre hasta un auto negro con las ventanas polarizadas, ya dentro del mismo miró aquellos perfectos orbes de un azúl tan intenso como el mar.

—Gracias, Kaito—Susurró con mientras un intento de sonrisa surcaba por sus labios, sus mejillas de niño ya no estaban ahí, en cambio unas donde los huesos eran tan notables, las ojeras oscuras y palidez se volvieron tan comunes que no había nada nuevo en aquella triste imagen.

—No hay de qué, señorito—El auto avanzó sin esperar nada, el camino se volvió cansado luego de las primeras visitas, ya no había nada nuevo.

Cuando llegaron a la gran mansión el silencio y frialdad reinaban, seguramente sus padres estaban en una reunión mientras su hermana tal vez grababa otra canción ¿Qué estaba haciendo él? Volvía del maldito hospital luego de recibir otro cansado chequeo.

— ¿Quiere que le prepare unas galletas, señorito? —Preguntó suavemente el de cabellos azules con una pequeña pizca de esperanza en sus ojos, su corazón latía tranquilo aunque sabía muy bien que estaba ansioso de la respuesta.

— ¿Puedo ayudarte? —Un poco desconcertado y feliz el hombre dio un asentimiento, avanzó hasta él para luego tomar su mano como un niño feliz de salir— ¡Vamos!

Fría, huesuda y pálida, así se sentía todo su cuerpo, así era desde hace años.

El resto de la tarde ambos pasaron haciendo galletas.

— ¡Están listas! —Celebró el menor de edad con emoción y un pequeño brillo parecía rodearle aún en una situación como en la que estaba.

—Vamos a comerlas con leche ¿Le parece bien? —Se dirigió hasta el refrigerador y de ahí tomó un paquete de leche, luego fue por dos vasos.

—Está... Está bien—Aceptó el rubio peleándose en su interior al pensar en que comería tantas calorías, todas las que había evitado por tanto tiempo estaba frente a él casi burlándose, riendo de el daño que le harían a su cuerpo.

Caminaron hasta la isla de la cocina y empezaron a conversar tranquilamente de cualquier tema hasta acabar las galletas, habían estado deliciosas aunque su estómago estaba intentando vomitarlas, pidió un tiempo para ir al baño.

Salió de la cocina lentamente, cuando ya no estuvo en el campo de visión del mayor salió corriendo escaleras arriba hasta su habitación buscando su baño, ahí metió dos de sus dedos hasta que tocadon el fondo de su garganta, el vómito empezó a salir, no sentía el horrible pero agradable ardor en su tráquea.

Al sentir su estómago vació logró por fin estar bien consigo mismo, el arrepentimiento estaba en su corazón, el cruel pensamiento de ser alguien gordo desapareció de su mente rápidamente, estaba mejor.

Cuando estaba vacío estaba mejor.

Lavó sus dientes lo más rápido posible y luego lavó su rostro, bajó de nuevo hasta la cocina encontrandose con el mayor que le miraba feliz.

—Pensé que te habías olvidado de mí, pequeño—El comentario que intentó ser gracioso hizo llorar a un pequeño ángel, tanto por manejar que no podía con algo tan siemple.

Sólo quería ser perfecto para todos ¿Acaso su esfuerzo no era suficiente?

Tantas frases dirigidas a él por su cuerpo... "Está gordo", "Así nadie te querrá", "Debes bajar de peso".

¡Solo era un niño cuando las escuchó! Sólo estaba creciendo para volverse alguien hermoso, pero el veneno del mundo atacó hasta dejarlo en un estado deplorable, como un cuerpo cadavérico que seguía órdenes de todos, de sus padres, de sus agentes y del mundo en general excepto de las personas que hacían un bien, no seguía a sus doctores, esa era su única forma de rebelarse.

Era un maldito muñeco muriendo, si para todos ser perfecto era ser un cuerpo sin alma al que se le notan todos los huesos, pues eso sería.

Ahora debía de hacerle saber a Kaito que nunca se olvidaría de él, que siempre le recordaría.

Era otra forma de perfección, mostrar todo el amor que tenía.

Él debía ser perfecto para todos.

El mundo.

La agencia.

Los fans.

Kaito.

Su hermana.

Y sus padres.

Todos sería perfecto hasta que consiguiera una sonrisa verdadera y un "Bien hecho" de parte de sus padres, sólo en ese momento volvería a ser feliz.

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Mañana sigo con la siguiente parte, debo terminar las tareas xd
Y también porque debo estar sad para seguirlo :v

Gracias por leer <3

-Sofía

One-shots KaiLenWhere stories live. Discover now