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La suavidad de las sábanas y el delicioso aroma que desprendían le recibieron con los brazos abiertos, sus párpados se sentían pesados mientras que el dolor en su estómago se intensificaba.

—Me alegro que despertara, señorito—Escuchó luego de unos segundos, miró hacia la figura borrosa del hombre hasta que decidió usar sus lentes.

Cuando la imagen del mayor se hizo más definida una suave sonrisa se instaló en sus labios, estaba feliz de ser la primera persona en ver luego de despertar.

—Sí... ¿Me podrías decir qué pasó? —El de cabellos azules bajó la mirada con pesar, sus pensamientos se volvieron desordenados y no pensaba con claridad.

—Se desmayó y le traje a su habitación—Informó rapidamente sin entrar en detalles, aquello no era todo, pero prefería no decir la verdad completamente.

—Ya veo... Muchas gracias, Kaito—No estaba bien, lo sabía, su mente estaba conciente de ello y aún así seguía ahí.

Se levantó con delicadeza de la cama ante la mirada expectante del otro, caminó con lentitud hasta el cuerpo del otro. Sus ojos se miraron fijos en los del otro.

—Tú trabajas para mis padres ¿Cierto? —La valentía en ese momento era asombrosa, sentía como todo su cuerpo se emocionaba por lo que haría.

—Sí—Trago saliva, estaba preguntándose qué era lo que pasaba mientras su mente guardaba la triste pero hermosa vista frente a él, su joven jefe con los labios entreabiertos, sin nada cubriendo su pecho dejando al descurbierto sus hermosos botones rosados tan cerca que podía estirar la mano y tocaría la tan blanca piel.

— Estas obligado a servirme en todo lo que yo quiera ¿Correcto? —El silencio inundaba la habitación, Kaito creía que podía escuchar el veloz palpitar del corazón ajeno.

—Así es... —La duda rondaba por su alrededor, no comprendía cuáles eran las razones de esas preguntas.

—Y yo puedo hacer lo que quiera contigo ¿Verdad? —Las cosas se saldrían de control cuando la respuesta a aquella saliera de sus labios, lo presentía.

—Claro que sí—Fue entonces cuando sus más sucios deseos se volvieron a él casi gritándole que podía cumplirlos.

El rubio con aquello fue directamente a sentarse en el regazo del mayor, sintió el respingo del otro, pero menor importancia no podía darle a aquello, con desespero junto sus labios con los ajenos sintiendo cómo las manos del mayor se dirigian a su cintura, acariciandole con delicadeza.

—Me gustas, Kaito—Confesó antes de ser levantado por el de cabellos azules para ser puesto en la cama con suavidad, el mayor pidió permiso para recorrer dentro de Len su boca, ambas lenguas se juntaban y acariciaban desesperadas por más.

La ropa empezó a ser innecesaria, ahí, en la cama del menor ambos demostraron los sentimientos que había escondido por mucho tiempo, donde el mayor robó la primera vez de aquel ángel en agonía.

Las horas pasaron y fue momento de que el hombre se fuera, se despidieron como si esa fuera la última vez que se verían, cuando la puerta fue cerrada sacó unas hojas con lapiceros en el escritorio.

Inició a escribir con los sentimientos a flor de piel, el ambiente se sentía triste y melancólico, sus emociones plasmadas por primera vez en papel.

Dejó sobre aquella superficie dura y oscura la carta que había escrito, luego fue por un frasco de pastillas, ya entonces con ellas empezó a tomar una por una hasta acabarlas.

La cama le esperaba con la calidez que nadie en mucho tiempo le había brindado, se acostó en ella sintiendo los fluidos que habían resultado de lo antes ocurrido, su corazón saltó hasta que su ritmo cardíaco bajo a cero.

One-shots KaiLenWhere stories live. Discover now