"VOLVIENDO"

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Llegué a casa y por alguna razón la escena de verlos a los dos marchándose, no se borraba de mi mente. 
Me preguntaba una y otra vez para donde se habrían marchado.

Que impotencia no poder hacer nada...

Se hicieron las 17 pm y por ser sábado debía cumplir las 12 horas reglamentarias en el Restaurant.
Tenía la mente tan aturdida que no lograba recordar los pedidos, entregaba los menus incompletos y hasta en momentos me olvidaba de los clientes.
No daba para más... Explotaría sin remedio. Sin autorización me tomé mi descanso anticipadamente.
Salí a la vereda y recosté mis manos sobre la baranda del puente que estaba sobre el río.

Paul:
-Brendha... Perdón por involucrarme donde no me llaman pero...¿Puedo ayudarte en algo?... En lo que sea... Solo tienes que pedírmelo y lo haré. [Dijo una voz temblorosa y tímida]
Giré y descubrí que se trataba de Paul. Un jovencito tan amable y atento como poca gente hoy en día.
Sobrino del gerente del Restaurante, estudiante  de Ingeniería o algo así escuché.

-Paul! Si, estoy bien, solo salí a respirar un poco de  aire limpio... Hay mucho humo en el salón. [dije mientras dibujaba una sonrisa forzada]

Paul:
- Para ser franco, mi tío debería habilitar un salón para "No Fumadores". Pero... ¿Es solo eso?

[Tan joven y con una sensibilidad tan desarrollada]

-Si! Jajaja, todo en orden! [Respondí con la mejor cara que pude poner].

Paul:
-Claro. Seguramente [Dijo en tono irónico y continuó]... Tengo que volver al trabajo... Una cosa más.

-Si, dime. [Respondí].

Paul:
-Dile que hay que ser muy imbécil para hacer llorar a una mujer como tú.

Puso en breves palabras lo que rondaba por mi mente desde que vi a Levent salir por esa puerta.

Pasadas las 11 horas en el restaurant ya no me respondían las piernas... Quería irme a casa...
Quería irme ahora!

Una vez llegada a casa lancé mis zapatillas y rompí la maceta de margaritas que me habían regalado por un buen desempeño en la Compaña...
Genial! .[Pensé] un claro augurio de lo que podría avecinarse en el trabajo si no me presentaba el lunes a primera hora en la oficina.

Me siento cansada... No puedo siquiera hacerme el desayuno. Observo que Pompi no está [mi gato ingrato]. Recorro la habitación con la mirada y si... efectivamente escapó. Quizás porque habrá pasado 12 horas sin agua ni comida. [Lo sé, soy la peor de todas las dueñas de gatos del mundo].
Quizás partió por falta de comida... o simplemente porque entendió que apenas y puedo cuidar (muy mal por cierto) de mi misma.
El sueño me invade y sin darme cuenta me desplomo en el sillón de la sala.

-Miauu... Miauu... Miauuu [Suena el ringtón de mi celular] Por muy triste que suene existió una etapa en mi vida en que Pompi lo era todo, hasta llegué a grabarlo como sonido de llamada para mi SmartPhone.
Decidí ignorar la llamada.
Abro mis ojos, producto de un terrible malestar... Con dificultad me parece escuchar ruido en la cocina.
Alcanzo a ver a Pompi saliendo de entre los pies de una persona. Levanto dificultosamente mi mirada y veo a Levent con el plato de mi gato entre sus manos.
No puedo decir ni una sola palabra. Mezcla de lo aturdida por el dolor y del desconcierto, me quedo callada.
Levent deja el plato en el suelo donde Pompi devora vorazmente cada grano de alimento balanceado.
Se acerca hacia mi... Muy lento.
No dejo de mirarlo a los ojos... No entiendo que sucede, la razón de su presencia.
Cuando amago con decir la primer palabra soy interrumpida...

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