N/A: ¡Hola! Personas que leen esta historia.
Hace poco decidí plasmar esta historia por cosas de la vida. En realidad, fue una decisión muy rápida en un momento de verdadera inspiración, aunque la mejor oportunidad se me escapó de las manos. Me ha costado horrores llevarla a cabo; más de lo que pensé, si les soy sincera. Porque estos hechos son tan duros como reales.
Capítulo Uno
¿Como has podido ir y venir por tantos años sin mi?
¿Como he podido ir y venir por tantos años sin ti?
Se paró el reloj.
—Ella muere.
El estómago de Mónica ruge y ella ahoga un quejido mientras intenta poner atención al spoiler indeseado que ha decidido soltarle su amiga Mary sobre el libro que leyó la noche anterior. Finge que se ofende porque, en realidad no quería saber eso sobre ese personaje del libro que recién ha comenzado a leer, pero tampoco pone mucho empeño en ocultar que en ese momento le es un poco indiferente.
Espera que de un momento a otro el hambre se le pase o que al menos su estómago deje de insistir de forma tan cruel en algo que ella no puede darle. Su hermana gemela la mira, y parece que están pensando lo mismo o que una se ha dado cuenta del padecimiento de la otra, porque sus ojos oscuros se quedan fijos en los de la otra como único consuelo.
«Que las manchitas no empiecen a aparecer» piensa Moni mirando con una preocupación bien disimulada a la gemela más delgada, sintiendo como su estómago protesta de nuevo. Cada vez que Alexa no está bien alimentada comienza a fallarle la vista y a veces incluso se desmaya, pero, por suerte, tienen amigos en la escuela que no pasan ni una clase sin comer cualquier cosa a escondidas y no se quejan de compartirla con sus amigas.
Cuando suena la última campana, todos se ponen de pie y recogen sus cosas entre conversaciones al azar.
—¿Casa de Alan el viernes? —pregunta uno de sus compañeros sonriendo. Solo muestra los dientes de abajo porque es una especie de mueca que él tiene por sonrisa. Mónica asiente sin mucho entusiasmo—. Vale, nos vemos entonces.
—¡Adiós, las amo! —grita Mary.
La amiga rechoncha se empieza a alejar de ellas y agita su mano en su dirección. Alexa sonríe a su mejor amiga, Mónica hace un corto movimiento de cabeza.
—De acuerdo, adiós —responde sin corresponder el «te amo» de Mary. No quiere decir que no aprecie a su amiga, pero tampoco es algo que le salga naturalmente.
La chica no se caracteriza por ser jovial; que sonría no quita que sea del estilo oscuro con sus expansiones y maquillaje para los ojos. De hecho, ella y su hermana Alexa son un poco punk pero con un corazón blandito para ayudar a otros y brindar apoyo. Sobre todo cuando se trata de perritos. Y eso explica muchas cosas.
Otra palabra clave además de «generosidad»: Orgullo.
A tener en cuenta.
Mónica comienza a caminar esperando que su hermana la siga y se dirigen hacia la parada del transporte público. Allí cuentan el poco dinero que les queda para el resto de la semana y, apretando los labios, asienten esperanzadas y suben al autobús que las llevará a casa. Moni no piensa demasiado en eso, porque no quiere enojarse con su madre por haber desaparecido hace una semana sin decir a dónde iba ni por qué. ¿La odia? No, pero tampoco está muy preocupada por su paradero. A pesar de que entiene todo lo que ha pasado su madre, no comprende por qué las ha dejado solas. Deberían cuidarse mutuamente.
Mucha gente cree tener la capacidad de leer las mentes (o los ojos, como prefieren decir) siendo unos simples mortales en busca del reconocimiento de generosidad, e incluso hacen alarde de registrar el estado de ánimo de las personas cuando simplemente están jugando a la adivinación. O cuando, en realidad, viven engañados por los adictos a la atención o maestros de la manipulación que hacen tambalear su sonrisa y ponen ojos tristes con toda la intención de que alguien quiera encargarse de ellos. Pero ese no es el tema de la historia.
El punto es que nadie jamás se entera de los que verdaderamente la están pasando mal, es un hecho. A menos que esa persona decida exteriorizarlo.
Mal, en casi todo el sentido de la palabra, era lo que definía la vida de una chica cuya sonrisa era indeleble. Un auténtico gesto que no se borra ni siquiera a pesar de la escasez.
Quizá tiene demasiado claro que ella y su hermana son los únicos pilares que mantienen en pie el hogar y amarrada a sus vidas la cordura.
—Hola, novio, novio —Mónica toma en sus brazos a uno de los dos Pug Carlino que las reciben al cruzar la puerta de la casa, la cual ha permanecido en penumbra por tres semanas resultado de la deuda de electricidad caducada.
Con Robbie en sus brazos, camina hacia la alacena y saca el último paquete de galletas de granola (sus menos favoritas) para repartirla entre los cuatro. Es lo último que tienen, así que lo mira con preocupación y considera llamar a su hermano. Pero no cede. Tom no tiene mucho para aportar, de todas formas.
Inserte palabra clave aquí.
«Nadie tiene que enterarse» dice en su cabeza. Pero lo cierto es que si no dicen nada pronto, las cosas comenzarán a ir muy mal.
La lista de deudas va en aumento y para unas niñas de dieciséis es imposible solventarlas todas. No cuando son de cifras tan elevadas (y con elevadas entiéndase por encima del pasaje del transporte). El colegio, la comida, la luz, es algo que no pueden pagar siendo menores de edad sin un adulto presente.
Las dos hermanas comen y miran como sus dos perros devoran lo último de su pobre alimento, ajenos a lo que les espera a partir de ahora.
En vez de permitir que el vicio la venza, juguetea con sus dos «bebés» procurando no gastar mucha energía y observa como su hermana se retira en silencio hacia su habitación. Toca la cajetilla de cigarros en su bolsillo. No la puede ignorar mucho más como ha estado haciendo con su dolor de estómago, así que enciende el primero de muchos.
La casa queda en silencio otra vez.
La espera está por terminar. La sonrisa decae un poco ahora que nadie está mirando, pero se niega a pensar de forma negativa. Después de todo, ha decidido hacer caso al proverbio escocés que leyó el día anterior.
«Ya terminará» se repite mientras expulsa el humo de su boca. Detesta el hábito, pero es el único hábito que tiene desde que comer se ha vuelto un lujo.
Sé que me necesita, pero yo no la he dejado caer. Nunca lo haría.
Estoy por llegar.
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Flor de Cactus
Non-Fiction❝Ni las espinas ni el desierto hicieron de ella algo incierto. Es real, es hermosa y para un cactus, la corona.❞