Capítulo IV.

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Me quedé petrificado, esa cosa venía por mí. Me desplomé en el suelo, sin dejar de mirar el sitio por donde había salido rápidamente la criatura. Tenía mucho miedo. No sabía qué era esa cosa y ahora iba tras de mí sin razón alguna.

− ¡No... no puede ser! ¿Qué debería... hacer? −. Dije sollozando. − ¡Esto no puede estar pasando! Seguramente es un mal sueño, ¿Verdad? Jajaja, lo más seguro es que sea eso. No puede ser posible que existan esas cosas en la realidad −. Decía, mientras entraba en pánico. No era simple pánico, ya que mi voz iba acompañada de sollozos desesperados. – Despierta, despierta, ¡despierta! −. Gritaba mientras me daba cachetadas en el rostro. − ¡Despier...! −. Se me quebró la voz. Empecé a escuchar ruidos que venían desde el pasillo que conducía hacia la habitación. Cosas rompiéndose, estrellándose contra el suelo o las paredes de los pasillos, algo apresurándose... acercándose más y más a la habitación en la que me encontraba.

Aún seguía inmóvil en el mismo sitio donde me había desplomado, el miedo no dejaba que me moviera ni un centímetro. – Viene directamente hacia acá, me acorralará en esta habitación en cuestión de segundos, y quién sabe qué me hará si me encuentra −. Dije, e invadió en mí un miedo que jamás en mi vida había sentido. El terror de ser acorralado en esa habitación por... "Esa cosa", crecía más y más con cada segundo que pasaba. − ¡Debo darme prisa y pensar en algún lugar para ocultarme! Si no me apresuro a ocultarme rápido, será el final del tal Matthew del que se hablaba en la nota −.

Intenté pararme de donde estaba, pero mis piernas no querían moverse debido al miedo. − ¡Vamos, coño! ¡Muévanse! −. No querían moverse a pesar de mi esfuerzo, así que las forcé para levantarme, haciendo una mueca de dolor. Dolió un poco, pero eso no me importó. − ¡Me dolerá más lo que va a hacerme esa cosa a mí sí me encuentra aquí al descubierto! −. Me dije a mí mismo. – Debe haber algún lugar en el que pueda ocultarme, a ver... −. Miraba a mí alrededor, buscando algún sitio en el que la criatura no pudiera encontrarme tan fácilmente si me ocultaba. −... ¡eso es! −. Un recuerdo fugaz llegó a mi memoria de repente y me giré. Y ahí estaba, el armario de dos puertas en el que había buscado la llave anteriormente, la cual nunca encontré.

− Ese será un buen lugar para esconderme, o eso espero −. Pensé, intentando calmarme, pero era imposible. Así que, sin titubear ni un segundo más corrí hacia el armario, que suponía yo "Me salvaría la vida" de esa cosa que estaba desesperada buscando algo o a alguien. O simplemente, estaba sedienta de sangre. ¡De mi sangre!

¡Solo en la oscuridad!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora