Capítulo 7

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Lucía cayó al suelo violentamente sobre su hombro derecho. Aquella enorme bestia estuvo a centímetros de atravesarle el abdomen con sus afiladas garras.

Un grito de dolor se pudo escuchar de la boca de la joven ni bien esta sintió su hombro tocar la dura plataforma de piedra. Abrió los ojos dispuesta a ver el aspecto de aquella criatura que estuvo a punto de atravesarla pero ni bien lo hizo deseo jamás haberlo hecho.

Su cuerpo era arrugado y de un color marrón en las partes más oscuras mientras que un rosa pálido para las partes más claras. Tenía alas de murciélago y las manos y pies como gárgolas. Era una furia.

La asquerosa bestia se volvió, descubriendo sus colmillos amarillos hacia la joven.

—Esa piedra me pertenece —Chillo la furia mientras aleteaba con sus enormes alas.

Lucía: ¿En serio? Su verdadera dueña es Thalía y que yo sepa tú no eres ella.

—Mocosa insolente, ¡Ahora veraz!

Aquella bestia se alzo en picada hacia dónde estaba Lucía. Por alguna razón ella no podía moverse de dónde estaba. Estaba a punto de ser arrastrada por una furia ¿y no podía moverse?

Si fuese la misma de antes seguramente ni bien hubiese visto la furia acercarse se hubiese levantado y tomado la piedra pero por desgracia ya no era así. Sus reflejos eran mucho más lentos que los de antes y cuando sus manos se unieron al suave y pulido cuerpo de la piedra sintió como el pesado y humedecido cuerpo escamoso de la furia impactaba con el de ella hasta tocar la pared de roca. El impacto hizo que la piedra saliera despedida de su mano y cayera en una saliente dentro de aquel enorme cráter.

La furia la había elevado un par de metros sobre la plataforma y el impacto con la pared hizo que varios trozos de piedra cayeran sobre ellas.

— ¡Ahora veraz lo que les hago a los visitantes no deseados! 

Comenzó a golpear el delicado cuerpo de la joven reiteradas veces contra diferentes puntos de la gran pared. En ocasiones algunas salientes de rocas o algunas puntiagudas chocaban contra su espalda causándole moretones y un dolor agudo que casi no la dejaba respirar.

La arrastraba como si fuese un muñeco de trapo por toda cueva. 

Su rostro se alarmo cuando vio salir sangre de sus nudillos y un gran hilo de sangre que provenía de su brazo pero no sabía que tan grave era aunque al parecer el corte debió de ser bastante profundo porque la sangre salía en abundancia y manchaba la sucia remera blanca.

El dolor en su hombro ahora se veía opacado por el dolor en su espalda, manos y brazos. 

En un momento desesperado por intentar soltarse coloco sus ensangrentadas manos sobre el cuerpo humedecido de la furia tratando de bloquear su visión o encontrar algún punto débil, el cual, le sirva para que la suelte. Para su mala fortuna lo único que consiguió fue una pequeña mordida en su mano derecha. El dolor era intenso y sabía que tendría que desinfectar rápidamente aquella herida por miedo a las bacterias que contenían aquellos amarillos y afilados dientes.

Las piedras que se desprendían del techo impactaban en ambos cuerpos. Algunas de aquellas pesadas pero pequeñas piedras impactaban en el cráneo de la joven. Le parecía asombroso que para ese entonces no hubiese perdido la conciencia. Los golpes eran tan reiterados que ya estaba a aturdida y la cabeza le dolía demasiado.

El último golpe que provoco la furia fue contra el mismo lugar en dónde ella había empezado a escalar. El golpe hizo que la espalda de la joven retumbara contra la fuerte roca y dejara momentáneamente sin aire sus pulmones. 

THE OLYMPIANS - El RetornoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora