Capítulo 25 - Parte II

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Repentinamente se encontró gritando, a la vez que su cuerpo se levantaba en un impulso por querer sentarse y sus manos se aferraban fuertemente al sobre de dormir hasta el punto en que sus nudillos quedaron blancos.

Había tenido otra pesadilla… otra pesadilla en la que veía a Lucía morir y por más que lo intentara no podía salvarla.

El corazón le martilleaba fuerte el pecho y su respiración parecía la de un perro después de correr una cuadra en un día de verano.

Ni bien Josh escucho el grito que pego su amigo se incorporo de un salto. Creyó que algo grave podría estar pasándole pero al verlo allí, sin ningún peligro rodeándolo se tranquilizo… aunque pudo ver el rostro aterrorizado de su amigo.

Josh: Logan… ¿te encuentras bien?

El joven demoro unos segundos en contestar. Estaba en un estado de shock y apenas pudo comprender lo que su amigo le decía. Solo quería llorar, quería llorar por la pérdida de la joven pero sabía que había sido solo un sueño y si llegaba a decírselo lo creería un completo demente.

Logan: Sí —dijo finalmente pero aun llevaba consigo su rostro de temor —. Sí, estoy bien.

Josh: De acuerdo —dijo en tono dudoso. No le convencía para nada el estado de su amigo.

Logan: ¿Sabes?, creo que iré a tomar un poco de aire fresco. Aquí hace mucho calor.

Josh: De acuerdo —volvió a recostarse y vio como su amigo salía de la tienda con su sudadera en mano.

Definitivamente a Logan le pasaba algo pero en aquellos momentos Josh estaba demasiado cansado como para ir tras él y exigirle que le diga la verdad.

Se quedo dormido ni bien su cabeza volvió a tocar la almohada.

En la oscuridad de la noche Logan pudo sentir el aire fresco que impactaba contra su rostro empapado en sudor.

Subió el cierre de su sudadera y camino por el suelo de tierra, rodeando la fogata que habían hecho.

Se acomodo de espaldas al campamento, sentándose sobre un gran tronco de árbol que al parecer se había caído con algún tipo de tormenta o algo por el estilo.

Escondió su mano en la manga de su sudadera y con ésta comenzó a limpiar su rostro sudado. Se sentía completamente pegajoso.

Parecía que el corazón se le había alojado en su garganta y por ello sus latidos martilleaban con más fuerza sus sienes.

Cerró sus ojos y sintió como las lágrimas afloraban a estos con rapidez. ¿Cuánto más? ¿Cuántas veces más debería soportar aquel dolor insoportable? Le hacía daño y mucho. Era como tener una daga clavada permanentemente en el corazón y por el resto de su vida debería de aprender a lidiar con aquel dolor. Imposible.

Ya no aguantaba más, ¿Cuántas veces tendría que verla morir? ¿Cuántas veces tendría que verla morir de la misma forma, en el mismo lugar y por la misma persona?

No sabía quién era el que la asesinaba ya que lo único que veía era sus manos, empuñando una daga. A lo lejos podía escuchar la risa frenética de alguien y él no podía hacer absolutamente nada.

Atticus le había jurado y perjurado que los hijos de Poseidón no podían tener visiones, salvo que alguien muy poderoso se las enseñara.

Si era así, ¿Quién era el que se metía en su cabeza y lo torturaba?

Alguien estaba jugando con su mente y lo estaba enloqueciendo. ¡Quería sacarlo! Siempre escuchaba la misma voz en su cabeza y por más que quisiera no podía quitarla.

THE OLYMPIANS - El RetornoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora