(1970)

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A Anne, como siempre. A Fortuna, Mia, Zoe y Lisa: buenas patojas todas. Y a la verdadera "Olivia".

Cerca del comedor comunitario, metida detrás de la caja de leña y el bote apestoso de basura podrida, Olivia encontró una copia de Vanidades. Al principio no quería agarrar la revista porque estaba cubierta de cásacaras de pepino y olía a cerveza Gallo rancia. Pero en la portada, rodeada por un halo de luces, había una sonriente mujer rubia vestida de vaquera con botas picudas de cuero. Estaba parada con los tacones muy juntos y con la mano izquierda agarraba el cinturón de cuero trenzado que le caía un par de centímetros arriba de la cadera. La hebilla del cinturón tenía lunas crecientes de plata y turquesa. Llevaba un Stetson azul con cuentas indias bien plantado en la cabeza. Aunque a sus seis años Olivia no podia saberlo, el titular decía: Tú también puedes ser hermosa. Esa mujer encarnaba a la perfección, lo que Olivia deseaba llegar a ser. Cuando abrió la revista, las páginas cayeron al suelo. Olivia se quedó con la portada en las manos. Y entonces se percató de lo que tenía que haber sido obvio: debajo de la fotografía, separada de todas las palabras que no sabía leer, reconocio las seis letras de su nombre. O-L-I-V-I-A, murmuró una y otra vez. Se dio cuenta de que ella y la mujer rubia eran tocayas y estuvo segura de que esa otra Olivia y ella debían tener mucho más cosas en común.
Olivia se agachó a recoger las páginas caídas. No eran de Vanidades como pensaba, sino las fotos granulosas de una revista de mujeres desnudas. Al pasar las páginas, su mente estaba enfocada en la foto de la portada; trató de ignorar las actuaciones en blanco y negro sobre papel periódico de las mujeres acostadas en la cama, con los ojos cerrados o mirando recelosas. Estas mujeres tenían pechos amorfos, pezones diminutos o demasiado grandes, y abrían sus orificios con los dedos para el ojo de la cámara. Eran mujeres comunes y corrientes, con rostros marcados por el hombre y la desesperación que Olivia conocía tan bien. No había nada noble en ellas. De todas formas siguió volteando las paginas, en una especie de estupor, aún esperando encontrar más fotos de la vaquerita sonriente.
Olivia volvió a mirar la portada. No importaba que esa mujer tuviera ojos azules y rizos rubios en cascada a los lados de la cabeza ni que la propia Olivia fuera regordeta con facciones morenas sin gracia. La mujer parecía mirarla directamente, como si conociera su alma, y las estrellas que centellaban sobre su cabeza confirmaban que Olivia Newton- John era la imagen de la belleza perfecta: María, la esposa del carpintero, madre de Jesús, el hijo de Dios.
Olivia oyó pasos que se acercaban al comedor. Rápidamente, volvió a meter la revista donde la había encontrado, asustada de que la fueran a ver y le fueran a decir a su mamá. Al apresurarse de regreso a su choza, grabó en su mente la imagen de la vaquera. Sus pies apenas tocaban el suelo, iba casi volando.

Para mí,eres divina.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora