Capitulo 3 {Laura}

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El éxito en la vida no se mide por lo que logras, sino por los obstáculos que superas.

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Llevaba más de una hora despierta, pero aún permitía a mi cuerpo el placer de estar acostada en la cama, cuando el sonido del despertador resonó por la cabaña haciendo que  “More than words” se oyera. Estire el brazo y lo apague, estaba súper cansada, había estado toda la noche corriendo en el bosque enseñando a los pequeños, tenía los músculos agarrotados, por no hablar del susto que nos dio Nick cuando intento saltar el acantilado, gracias que me di cuenta y logre agarrarlo en medio del salto.

Me levante de la cama y me metí en la ducha, el agua caliente sobre mi piel hacia que mis músculos se relajasen. Salí, me seque y me vestí, me puse unos vaqueros, una blusa azul eléctrica y mis botas marrones, hoy me tocaba enseñar a las ninfas a controlar su poder, para que no le hicieran daño a nadie, lo bueno es que Adam  me ayudaría, Cogí el secador y cuando tuve el pelo completamente seco, me hice mi peculiar trenza y la solté junto al resto de mi pelo suelto.

Salí de la cabaña y el aire fresco me envolvió, el sonido de las espadas y el olor de las extrañas hierbas me decían que estaba en casa cada mañana, pase delante  de unos niños que jugaban al rugby.

-Laura, ¿te quedas a jugar? -Un niño pequeñito de grandes ojos azules y pelo rubio se acercó a mí, era Guille

-No peque hoy estoy liada pero mañana jugamos ¿vale?- le revolví el pelo

-Te tomo la palabra.- Guille se alejó corriendo y siguió jugando. Alguien puso la mano sobre mi hombro y yo por instinto le di un codazo.

-¡¡Ay!!- esa voz me sonaba me di la vuelta y vi a Adam.

-Adam ¿estás bien?, lo siento es la costumbre. – Adam  se encontraba encorvado, le había dado fuerte, lo agarre- Adam contesta. – Lo zarandeé

-Creo que me has roto una costilla.- Adam se empezó a reír.

-Mira que eres tonto, me asustaste,- Le di un empujón.

-Sí, pero soy tu tonto. – se acercó a mí y me beso, pase las manos alrededor de su cuello y me aferro más a él.

-Ejem ejem… - Adam  y yo nos separamos la directora nos miraba enfadada intentando disimular la mirada divertida. – no deberían estar con las ninfas, tortolitos.

-Si directora lo sentimos ya vamos. – la directora siguió su camino y Adam volvió a besarme.

-No tenemos ni un momento a solas. Agarro mi mano y comenzamos a andar. Llegamos al invernadero y las ninfas correteaban por todos lados al vernos se sentaron en sus correspondientes sitios y esperaron nuestra indicaciones, mire a Adam, es alto, de piel blanquecina, ojos grises, sonrisa perfecta, pelo largo y negro, no largo más bien con flequillo y tiene un buen cuerpo es todo musculo ni un mínimo gramo de grasa, siempre viste de negro y siempre lleva sus botas militares, me encanta su forma de vestir y de ser, lo que es muy raro, siendo lo que somos, deberíamos  repelernos, aunque en este sitio todos nosotros nos llevemos bien, nuestra relación no es “normal”.

Adam empezó a pasarles un hilo blanco a las ninfas.

-Muy bien señoritas cada una que se ponga delante de un maniquí.- Las ninfas se levantaron obedeciendo las  órdenes y se pusieron delante de los maniquís.

-Lo que queremos que hagáis ahora es concentraros y sin llegar a tocar el hilo con la mano hagáis un traje. Las ventanas del invernadero están abiertas y aquí dentro hay flores, utilizarlas. – todas nos miraron y empezaron a trabajar puede que para algunas personas este ejercicio sea un tanto absurdo pero además de hacer los trajes más bonitos del mundo ayudan a las ninfas a concentrar todo su poder en una sola única cosa y poder llegar a controlarlo. Deje a Adam vigilando a las chicas y me acerque a la puerta pude ver que acababan de llegar dos cambiantes, acababan de llegar de su misión y por sus caras habían tenido éxito. Lo que hizo que me acordara que hace seis meses mis padres fueron reclutados para una misión de máxima seguridad y aún no habían vuelto, los echaba muchísimo de menos pero no podía ponerme triste todos confiaban en mí y necesitaban que les ayudase, así que mis problemas los dejaba un poco de lado, lo que muchas veces era mejor porque así ni siquiera pensaba en ello, pero a mis padres siempre los llevaba conmigo, tenía tan solo 17 años y aunque me faltara solo un año para la mayoría de edad aún necesitaba a mis padres pero a veces tenía la extraña sensación de que las cosas no iban bien cada vez que preguntaba por la misión de mis padres sobre la marcha me cambiaban de tema o me decían que no habían tenido ninguna noticia de ellos.

Together (#1 Libro de la saga: Lo que se esconde entre las sombras).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora