Capitulo 2 {Leah}

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Al final siempre serás quien eres.

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Me desperté sobresaltada. Mi respiración  rápida y discontinua era lo único que se escuchaba en la habitación, aparte de los ronquidos de Buster, mi perro. Notaba mi pulso apresurado y mi frente perlada de sudor.

Me senté en la cama y me lleve mis piernas al pecho, en los libros que un personaje tuviera pesadillas me parecía interesante, pero la realidad era otra. Las pesadillas me atormentaban discontinuamente desde hacía más o menos dos años, y menos mal que no eran seguidas porque si no, estaría toda la mañana de mal humor.

Solían ser horribles o eso es lo que deducía por mi estado al levantarme, porque nunca me acordaba de mucho, de vez en cuando unos brillantes ojos azules u otros tormentosamente rojos. A veces no eran pesadillas, a veces solo parecía que miraba a través de otra persona, y era molesto, no es agradable estar viendo como una persona tiene sexo con alguien, o como una parece que solo tiene ojos para unos niños que anda a su alrededor. Lo había hablado con mis padres y constantemente me decían que siempre había tenido una gran imaginación.

Patee las sabanas que se encontraban enredadas a mis pies, recibiendo una especie de gruñido por parte de Buster, siempre acababa metiéndose en mi cama. Mire mi despertador y me restregaba que quedaban 30 minutos para que su irritable sonido me despertarse de “un agradable sueño”

Me pase las manos por el cuello y me levante, dejando que mis pies tocaran la mullida alfombra blanca. Me acerque a las puertas de mi pequeño balcón mientras me tapaba con el albornoz. Uno se acababa acostumbrando al clima de Melbourne, la antigua capital de Australia, del que en verano haya frió y que en invierno sea caluroso. Llevaba menos de un año en Australia, por el trabajo de mis padres algo parecido a escritores. India, Egipto, Rusia, España o New York entre muchos eran simples ciudades más para mí.

Mientras me sentaba en la fría silla de hierro que estaba en mi pequeño balcón iba mirando el paisaje enmarcado por las macetas de mis plantas, las mire detalladamente y revise que estuvieran bien, que el frió verano de Australia no les pasara factura.

Siempre se me había dado bien la herbología, o los remedios naturales y el simple contacto con la naturaleza me hacía bien, por eso lo pasaba tan mal en sitios calurosos, estaba todo el día embadurnándome de crema hidratante.

Fui hasta el baño que estaba enfrente de mi cuarto, mientras intentaba no tropezarme con las cosas, tengo que recoger sí o sí. Me hice un moño recogiendo mi desordenado cabello oscuro y tras haberme metido en la ducha y haberme duchado intentando no quedarme frita apoyada en la mampara, salí del baño tras enrollarme con la toalla.

Cruce el pasillo y me dirigí a mi armario, apartando las perchas, buscaba algo que ponerme, me puse unos jeans oscuros básicos, un jersey verde y unas botas. Repase mentalmente las cosas que tenía que hacer hoy, y me dieron ganas de taparme con una manta y no salir jamás.

Nos encontrábamos en agosto, y bueno eran las nueve y cuarto de la mañana, y era horrible el tener que levantarme tan temprano, ¿Qué adolescente normal se despierta a esa hora? Pues si señoras y señores, parece ser que yo no era normal.

Bajabas por la escalera sentada en el manillar perseguida por un hambriento perro gris de 8 meses. Encontré un anuncio en el corcho de la cafetería en donde trabajo anunciando el que lo regalaban, y buen0, mis padres no pusieron muchas pegas, la raza era muy pero que muy extraña, tenía apariencia de lobo y era extremadamente insaciable.

En la cocina se encontraba mi padre, preparando el café como cada mañana antes de ir a su despacho a trabajar. No me parecía demasiados a mis padres, quizás en mi madre que ella tenis el cabello ondulado como yo. Mi padre tenía el pelo negro y los ojos azules, y mi madre poseía unos increíbles ojos azules y el pelo castaño tirando a rubio.

Together (#1 Libro de la saga: Lo que se esconde entre las sombras).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora