|.5|: Harry.

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Abres los ojos. Observas tu entorno: un cuarto casi vació igual que tu corazón. Todo sigue igual, la mesa de noche a un lado de tu cama, no se ha movido ni lo hará; la cama en la que yaces ni si quiera se ha deshecho después de dormirte por 12 horas seguidas. La luz del sol te pega en la cara y la molestia aumenta gracias a la creciente hambruna que comienzas a sentir.

¡No!

Quieres levantarte de la cama para ir por agua, pero las fuerzas no te alcanzan. Las ganas de vivir te han abandonado. Y la poca autoestima que te quedaba pareciera haber sido borrada de la historia.

—Harry, levántate, es hora de desayunar o se te hará tarde para la escuela— dijo mi madre del otro lado de la puerta. Miré el techo y tomé un respiro antes de sentarme en la orilla de la cama.

Mareo.

Todo se mueve.

Todo gira.

—Harry, se te va a hacer tarde, joder— mi madre entró sin avisar, la miré y ella me observo desde los pies hasta la última hebra de mi cabello. Su rostro palideció y enseguida salió de mi cuarto como alma en pena.

No entendía el por qué de las acciones de mi madre hasta que me encontré sentado en una sala de espera para una terapia psicológica.

—¿Estás dispuesto a tratarte o tendré que mandarte a psiquiatría? — preguntó Sandra, la psicóloga que se había encargado de mostrarme mi enfermedad de otro modo.

—Estoy dispuesto...

Mentira.

Luciérnagas azules |L.S|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora