Capítulo 5. Con doble de queso.

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El despertador me sacó del mundo de los sueños a las siete en punto. Ese día, Martha no me había despertado.

Cosa rara.

Además, no estaba en su cama. Ni en la habitación.

¿Donde se habría ido?

Bajé de la cama y bostecé. Me duché como cada mañana y me vestí.

Cogí la bolsa que había preparado la noche anterior.

Abrí la puerta y me encontré con ¿Nadie? en los pasillos.

Que raro.

Pensé que quizás los demás estarían ya desayunando, pero el comedor estaba cerrado.

Comprobé en el reloj de pulsera que eran las 7:30 y que las clases aún no habían empezado.

Recorrí la planta de abajo e incluso revisé algunas clases del piso de arriba, pero nada, ningún ruído.

Muy raro.

-¡Katia!-Una voz familiar me llamó desde la entrada.

Martha.

-¿Que haces despierta tan pronto?-Preguntó.

-Ir a clase. Pero no hay nadie. ¿Donde está todo el mundo?

-Esto... Katia...-Sonrió de lado.-Sabes que hoy es sábado, ¿Verdad?

La bolsa se me cayó al suelo, y abrí tanto la boca, que hubiese podido llegar al mismo sitio que la bolsa.

Sábado.

Sábado...

-¿Y por que estaba puesto el despertador?

Ella se encogió de hombros.

-Se te veía muy ilusionada ayer por la noche cuando lo preparabas...-Soltó una risilla.

-¡Maldito despertador!-Pateé el suelo.-¡No son ni las 8 de la mañana! ¿Que hago ahora?

-Yo me voy a la habitación.-Pasó por mi lado.

-Espérame, voy contigo.

***

-Creo que iré a dar un paseo, hace un buen día.

-Deja que te acompañe. Estoy aburrida.-Me puse de pie a su lado.

-Vale, vamos.

A pesar de que ya eran cerca de las diez, seguía sin haber nadie en los pasillos.

Fuera, el sol brillaba con fuerza, y las multitud de gente, llenaba de vida las calles.

Caminamos calle abajo durante unos minutos, hasta que pudimos ver el mar.

-No sabía que el mar estuviera tan cerca.-Susurré rozando el agua.-Que frío.-Reí.

-Sí, a veces venimos aquí cuando necesitamos inspirarnos o cuando estamos tristes. Venir a contemplar un atardecer aquí es precioso.

-Lo imagino.

Me descalcé y empecé a caminar por el borde, dejando que las olas me mojaran los pies.

Martha me imitó.

La playa era inmensa y aunque empezaba a hacer frío, había mucha gente tomando el sol, e incluso algunas personas nadando.

-Tengo hambre.- Fijé la mirada en mi vientre.

-Vayamos a comer algo. Ven, sé donde podemos ir.

Mi móvil vibraba en el bolsillo de los shorts que llevaba.

¿Bailas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora