Capítulo 11: "La problemática del globito". ✓

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N/A: el milagro de la edición me llevó a corregir sin meses de demora. Amén por el milagro de la edición.
•Capítulo corregido.
•Esta wea es #68 en la etiqueta Deidara. Los amo.♥

— ¡Voy a ahorcar a esa niña! —Bramó cierto pelirrojo molesto, mientras que con una velocidad récord conseguía bajar las escaleras de la gran casa en la que vivían y llegaba a la sala jadeando.

Comenzó a escrutar cada pequeño rincón, cada hueco entre los muebles, cada posible escondite en el cual aquella niña pudiera meterse. Habían pasado algunos meses y recientemente, la pequeña rubia, de dos años y medio ya podía caminar —con mucho esfuerzo y algunas veces perdiendo el equilibrio y cayendo— y hablar casi todo. Y los niños, cuando comienzan a caminar, se ponen realmente insoportables, tocando todo aquello que esté al alcance de sus manitas, explorando y viendo cosas nuevas y que para ellos son emocionantes, por más que se trate de la mínima cosa como una guitarra por ejemplo. 

Y esa noche en particular, Kasumi no había podido ir a cuidar a la pequeña niña ya que tenía que estudiar para un parcial y como Deidara estaba trabajando, Aoi tuvo que quedarse bajo el cuidado de sus «tíos». Eso solo podía significar una cosa: alguno iba a terminar enrabietado con la pobre bebé.

Y el primero en caer había sido cómo no: el más propenso a enfadarse por cualquier cosilla: Sasori.

— ¿Y ahora que bicho te picó? —Preguntó con molestia un Itachi que se estiraba en toda su capacidad sobre el sofá de la sala, mientras que se veía que estaba muy aburrido, cambiando canales en la televisión.

—Uno rubio, enano y molesto. —Gruñó el pelirrojo—. ¿Dónde está esa pulga? Hoy la mato.

Itachi enarcó una ceja y lo miró como preguntándole: «¿En serio?». Entonces Sasori gruñó otra vez y se dejó caer pesadamente sobre un sofá particular. Algo chilló bajo su trasero, así que lo quitó y vio una pelotita de goma de esas inflables que hacían un ruido molesto. Otra vez gruñó y lanzó la pelota con tal fuerza que fue a parar en el otro extremo de la sala, golpeando una fotografía de una mujer altísima, de piel morena y grosero maquillaje. El portaretratos que sostenía dicha foto cayó al piso y se hizo añicos. Itachi hizo una mueca cómica y luego, algo sonriente, miró al pelirrojo y le dijo:

—Uh... Has roto el portaretratos de la mamá de Kakuzu. Eso no le gustará.

— ¡Al diablo con la señora! —Bramó Sasori, en lo que se masajeaba las sienes.

Estaba teniendo una jaqueca de miedo y todo por culpa de la pequeña rubia.

— ¿Qué te hizo Aoi? —Quiso saber el Uchiha.

—Entró a mi habitación, revolvió todo lo que tenía para revolver, tiró una marioneta que estoy armando y, por si ya no fuese más que suficiente, ha hecho jirones, vaya uno a saber cómo, las sábanas de mi cama.

Entonces, esucharon unos pasitos tímidos que se acercaban. Se dieron la vuelta hacia el lugar del que provenía el ruido y casi no dan crédito a sus ojos. Lo que tenían allí era nada más y nada menos que a una niña de cabello desprolijo suelto, metida —más bien desaparecida— dentro de una gran capa negra con nubes rojas que le quedaba enorme, un colgante plateado con un triángulo invertido dentro de un círculo que le llegaba hasta las rodillas y un frasco de galletitas de chispitas de chocolate bajo el brazo. Masticaba ruidosamente, mientras que sonreía angelicalmente a los dos muchachos.

—Aoi... ¿Qué te has puesto? —Preguntó Itachi, algo asombrado.

Jadin-Sama les saluda, buenos hombes. —Saludó la niña, haciendo una pequeña reverencia y ya de paso escupiendo miguitas a todas partes.

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⏰ Última actualización: May 09, 2018 ⏰

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Padre Soltero. [- En Edición -]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora