Prólogo: Eres tú, Bonnie.
Bonnie estaba llegando tarde. Su padre se había quedado dormido, por ende, también su madre. Su hermano solía quedarse dormido con frecuencia, así que él no entraba en la ecuación, pero de igual manera terminó tan histérico como el resto de la familia.
Al final, la pobre chica tuvo que salir pitando en cuanto su padre estacionó fuera de la escuela, quién también salió hecho un cohete porque iba tarde al trabajo. Bonnie muchas veces se cuestionaba si existía una familia tan patosa como la suya.
Con los pulmones ardiendo, terminó de entrar a la escuela. Se paró un momento a recuperar el aliento perdido, apoyándose en sus piernas. Ella no era atlética, lo que suponía un enorme esfuerzo hacer actividad física a esas horas de la mañana.
Su hermano pasó a su lado, silbando como si nunca hubiese estado al borde de la histeria por llegar tarde. Era verdad que no le importaba en absoluto, pero lo neurótico de la familia por la mañana terminó por pegársele.
—Pero qué aguante, pequeñaja —se burló.
Bonnie alzó ligeramente la mirada, luego negó con la cabeza.
—Sabes que no sirvo para eso —se excusó pobremente.
Al contrario que Bonnie, su hermano, Reese, era todo lo que podía definirse como alguien atleta. Era alto, delgado pero fornido y con esa cosa que las chicas llaman "tabletas de chocolate". Reese no era feo, para nada. Su cabello era castaño y poseía los mismos ojos verde pálido que los de ella. Pero hasta ahí llegaba su encanto. Cuando hablaba mataba la magia del atractivo que tenía, pues era un payaso sin remedio.
—Uy, pero con las manos...
Luego de eso soltó una carcajada y Bonnie rodó los ojos, pero con una sonrisa. Sabía que estaba alabando su talento con el dibujo. Podría ser una persona poco eficiente con todo lo que tuviera que ver con actividad física, pero su gran talento para trazar en el papel justificaba esa carencia.
—Bueno, yo me voy. ¿Tú no vas tarde al examen de Química? —cuestionó la chica con curiosidad.
Reese soltó una maldición y le revolvió el pelo a su hermana.
—Nos vemos más tarde. Ten un buen día —se despidió.
Bonnie lo observó ladeando la cabeza. Si no fuera porque su hermano tenía la cabeza pegada al cuerpo, estaba segura de que ya la habría perdido.
El timbre sonó, dando a entender que el primer bloque ya había finalizado. Bonnie soltó un suspiro, dando por perdida las primeras clases.
Arrastró los pies en dirección a su casillero mientras los alumnos comenzaban a salir de las aulas. En el proceso, alguien le tomó del brazo chillándole al oído.
—¡Está aquí! —gritó en dirección contraria a donde iban, seguramente a otra persona—. Joder, niña. Pensamos que te había pasado algo.
Bonnie observó de manera un poco culpable a la persona frente a ella. Hope le devolvía la mirada con el ceño fruncido, haciendo notar su molestia. Si Hope estaba ahí, significaba que Callie también. No sabía por cuál de las dos temer más.
—Lo siento —murmuró realmente arrepentida. A Bonnie no le gustaba preocupar a los demás, menos si se trataba de sus amigas—. Es que mi padre se quedó dormido y se formó un lío en casa —agregó, algo insegura.
—¡Joder, Bonnie, que casi nos matas del puto susto! —exclamó alguien a su espalda.
La chica se giró y observó como Callie avanzaba hacia ellas con paso arrollador. Y es que Callie intimidaba a cualquiera, porque era una de estas chicas que su presencia imponía, además de que soltaba cualquier cosa que se le pasara por la cabeza, sumándole que era una mal hablada.
—Controla esa lengua, Rusell —le espetó Hope. Ya habían comenzado a tener atención alrededor.
Callie sonrío con inocencia, pero que se pintaba burlesca vieras por donde le vieras. Bonnie no pudo evitar reír ante tal comportamiento, y es que Callie podría estar frente al mismísimo presidente y la lengua se le iría igual.
—Me alegra verte, pequeña putilla —la saludó Callie.
Bonnie hizo un mohín, nunca le había gustado ese apodo, pero su amiga jamás hizo amago de querer mejorarlo. Según ella, su cabello era como el de una puta, pues era entre castaño y pelirrojo, un término que no se encontraba ni muy tirado para allá ni muy para acá. Bonnie odiaba que su cabello no tuviera un tono definido, pero tampoco era para terminar insultándolo.
—¿Me he perdido de algo interesante? —preguntó Bonnie.
Callie iba a negar con la cabeza, pero Hope la detuvo.
—Ya ha empezado el período de caza.
Bonnie vio como Hope lo decía como si nada, pero a todas le había caído como un balde de agua fría. La época de caza era lo peor que podía existir.
La chica de cabello no definido se encogió de hombros algo insegura.
—¿Aún no han dado el nombre de la presa?
Bonnie pensaba que el juego de "La Caza" era algo estúpido e irracional. Un espectáculo montado por un tipo que sólo disfrutaba la desgracia ajena.
Callie por primera vez se miró incómoda y a Bonnie eso no le gustó para nada. Hope la miró con pena.
—Eres tú, Bonnie. Eres la próxima presa.
H't
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Hunter [Tu nombre #1] #PGP2018
Short StoryPorque ella era como un pequeño animal indefenso, y él, un cazador. Está historia es participante de Premios Gemas Perdidas 2018.