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Gabriela camina en medios de cuadras, calles de algún barrio no muy transitado, reposa en cada esquina para contemplar el paisaje, ve que dos chicos se le acerca con miradas lascivas, con gestos vulgares. Ella aún trata de acostumbrarse a esa clase de ojos, lo lleva intentando desde que su cuerpo se desarrolló, algunas veces le gritan cosas, y ella aunque no dice nada le incomoda, pero tampoco tanto como para ponerse a llorar.

El aire hace que su pelo se despeine en más de una ocasión, no posee un cabello tan largo, es más, se puede decir que es bastante corto, pero lo suficientemente libre. No suele tener mucho cuidado con su imagen, y sin embargo atrapa las miradas, tiene de esas bellezas naturales, de esas que algún contemporáneo pensaría que sobresale del artificio de la sociedad.

Le agrada errar por la ciudad, pero sin embargo, conoce su destino; la casa de una vieja amiga. Aunque en principio su lugar de llegada era algún parque donde distraerse y no tener que pensar en esos problemas que le ocurrían, todo cambio al llamarle su antigua compañera del colegio y decirle que necesitaban hablar.

Se encuentro con la puerta de aquel hogar, era una casa común bogotana de estrato medio, es decir, de 2 o 3 pisos, no muy llamativa o particular, algo brusca en sus retoques, pero sin embargo, muy habitable y acogedora. Llamo al timbre,  al rato alguien abrió la ventana y le vio, se escucharon pasos en las escaleras, unos pies bajaron de forma rápida y un poco violenta, llegaron las pisadas hasta el portón y este se desplegó.

Vio el rostro de su amiga, estaba algo cambiado, poseía una pequeña cicatriz en el labio, y su nariz parecía doblada. Le saludo con una sonrisa, le invito a pasar, y la llevó hasta el comedor, este se ubicaba en el segundo piso.

Se sentaron al frente cada una, mientras en la cocina había café caliente, y algo de almuerzo. Llegaron a hablar de las cosas más triviales, hasta que la conversación se torno algo oscura, alcanzando el tema de las leyendas y lo sobrenatural.

-¿Tatiana, recuerdas que en nuestro colegio decían que había un fantasma ? -dijo sin mucho ánimo Gabriela.- Que, según muchos era hijo del antiguo dueño de la instalación, aunque otros decían que era un chico que se había suicidado.

- Claro que me acuerdo, sí, sin embargo, recuerdo que en mi salón todo era tomado como burla, nos reíamos incluso de eso. -dijo y se levantó de su asiento Tatiana, poseía un cabello algo largo y negro, y unos ojos azules, que llegaron a hacer que muchos chicos se le quedaran viendo durante minutos-

-Yo por mi parte, siempre tuve algo de miedo o inseguridad con eso, la verdad, nunca quise tocar esos temas. -dijo Gabriela, con un ligero tono algo más bajo.- Creo que hasta de pequeña, me tomaba muchas cosas en serio, como las historias de la pata sola, o la monja y el taxista.

-Sí, todos de pequeños nos tomábamos muy en serio esos relatos, aunque bueno, estoy segura, que realmente no era muy importante. -hizo una pausa y continuó después de haber llegado a la mesa, con el par de cafés- Alguna vez me pareció, ya un poco mayor, que sólo eran historias para asustarnos, y no hacer cosas que los adultos consideran malas.

-Pudieron haber sido aquello, o sólo alguien muy aburrido las invento, no lo sabremos, pero sin embargo, yo aún tengo un pequeño recuerdo de mi niñez, a veces creo que fue más mi imaginación que lo que sucedió.

-¿En serio? ¿Me lo puedes contar? -Tatiana se llevó la taza a la boca, y miró muy fijamente a Gabriela, parecía como si quisiera analizar hasta su mínima expresión.- Digo, estas cosas no son tan fáciles de decir o narrar, son algo complicadas, creo yo.

-No, tranquila, pasó hace mucho, aunque ahora mismo, en mi cabeza todo se encuentra muy borroso, pero lo intentare-cerró los ojos por un momento y se llevó el cabello hacía atrás, al abrirlos, comenzó a hablar.- Era yo una niña, tal vez tenía 5 a 7 años, cuando sucedió.Me habían llevado al campo durante unas vacaciones, me alojaba en la casa de mi abuela, y allí eran tradición las cenas familiares.

>> Estábamos todos en la mesa, mientras comíamos algo que yo creía que era pollo, sin embargo, no lo era, me di cuenta después, con algún comentario de mi padre o mis tíos, no lo recuerdo bien. Dijeron; que aunque el conejo había sido siempre tan fiel, en sus últimos momentos sabia demasiado bien. Fue entonces que me altere, y salí de la casa, comencé a llorar, y empece a buscar el conejo en el lugar que debería estar.

>>No estaba, yo antes lo estaba devorando, me dio  asco, un sentimiento desagradable, seguí buscándolo y camine entre la hierva durante unos 10 a 20 minutos. Llegue a caer entonces en el cadáver de alguien, parecía como si hubiera sido despedazado por algún animal salvaje, un zorro, un perro, un lobo, no lo sé. Llegó mi padre y yo sorprendida corrí a abrazarlo, lo abracé tan fuerte, inconscientemente pude haber querido que el abrazo me quitara aquella imagen de la cabeza.

>>Aquel hombre parecía en partes desollado, en otras mutilado, y su cara, rasguñada de lado a lado, incluso en los ojos, y creo que tenía cabello arrancado de raíz. Era algo realmente espantoso  para una niña de mi edad, eso sí lo creo. -dijo Gabriela, y le dio un sorbo, que duro algunos segundo al café, para no dejar seca su garganta- 

>>Pero eso no fue todo. Lo peor vino en la noche, estaba yo ya recostada, en un cuarto que había dejado para mi la abuela,  me encontraba más calmada, pero aún con la imagen en mente, intentando no pensar en eso deje el televisor prendido,  en algún programa cualquiera, el sueño me gano por un momento, y al dormir mi inconsciente sólo me mostraba la imagen de aquel hombre, e intentaba hallar el porqué de su situación, fue horrendo, una pesadilla, en la que  incluso el ruido de los insectos se distorsionaba, y cambiaba las frecuencias de forma brusca, sin intervalos, era muy ensordecedor. En ultimas, mi cuerpo supo que necesitaba despertar.

>>En un momento abrí los ojos y vi encima mio un rostro desfigurado, el televisor, por su parte, sonaba como si no tuviera señal, sentí el olor a podrido, no pude reaccionar, termine llorando. Entro mi padre, tan sólo porque logro oír el ruido del televisor, prendió la luz, y pude presenciar como dicho rostro, tenia en partes de su cuerpo, una textura negra, tan negra como una sombra, nunca llegue a analizar que era aquel monstruo, pero sí logre llegar a intuir, al vez un periódico, que era el hombre muerto que estaba en la vereda. 

Se hizo el silencio en la habitación, nadie hablo por un rato, pareciera, como si el tiempo se hubiera detenido, sólo para la centralización personal de aquellos hechos. Llego el sonido de nuevo, cuando Tatiana, logro concretar en su mente lo que quería decir.

-Debió ser bastante duro para ti, más a esa edad, yo no sé que hubiera hecho-dijo e intento bromear luego- Seguramente me hubiera orinado, o algo así, tal vez del asco le hubiera vomitado, no lo sé. -suspiro y paso su mano por la parte de atrás de la cabeza- Ahora que hablamos de muertos, me han dicho, que uno de los vecinos de la casa de enseguida, fue violado, y asesinado, aunque nadie sabe realmente donde esta. Lo dicen, prácticamente porque solía ir de visita a la casa un familiar, durante día, y este no se ha vuelto a aparecer, y el niño tampoco, además dicen que el familiar ya tenía antecedentes, por cosas como esas .

-¡¿En serio?! -Hizo notar Gabriela su sorpresa, al subir el tono de su voz, y al abrir tanto como pudo los ojos-

-Eso dicen, yo no lo sé, aunque tampoco he visto al niño hace días. Sin embargo, sabes lo chismosos, que son algunos. 

-Entiendo, pero aún así, el hecho de pensarlo, me causa algo...-se interrumpió Gabriela, e intento calmarse, realmente, no sabía describir lo que sentía en ese momento.- 

Y así se fue dando la conversación, hasta que se hizo lo bastante tarde como para pensar en irse, antes de que la noche lo cubriera todo. Salió entonces Gabriela, se despidió de su amiga, y quiso dar una pequeña vuelta por la manzana sola, antes de regresar a casa, comenzó a caminar, a pensar, a reflexionar acerca de  varios hechos, sobre aquello que le sucedió de niña, y al terminar de dar la caminata por la zona, se encontró al frente de la casa de su amiga, dirigió la mirada hacia la casa que se encontraba al lado izquierdo, y vio en la ventana, a un niño de poco menos de 9 años, tenía cicatrices negras en partes de la cara, y llego a sorprenderse por su ojo, el ojo derecho no estaba, pero le remplazaba una masa negra, esta lograba dar la sensación, que podría extenderse con el tiempo. El niño dirigió su mirada y rostro hacia ella de forma lenta, y de igual manera le sonrió.

ReflejosWhere stories live. Discover now