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La lluvia, los recuerdos, una mente totalmente desorganizada, con tendencia a la ansiedad, al desorden. Pareciera la descripción más exacta para el estado de Gabriela, después de haber visto aquel niño muerto, a esa alma deforme, que le hizo atravesar por un estado de angustia, y que ahora la tenía en su cuarto, pensando, y oyendo murmullos extraños. 

Podía sentir, diversas voces, y presencias, incluso en su habitación. Vio en su cuerpo el aura que llego a ser indiferente para ella a lo largo de unos años, ahora volvía a llamar su atención, le inquietaba, le desesperaba. En vuelta en la confusión decidió por un momento hablar todo esto con su padre, sin embargo, creía que este no le pondría atención y cambiaría de tema, abordando el argumento de la etapa del cambio, de la adolescencia.

En busca de un confidente, busco en su celular el número de aquel amigo que se había vuelto tan cercano desde hacía poco, y que parecía tan ingenuo como para creerse lo que le ocurría en este momento, y tan racional, como para comprender cuando mentía, cuando inventaba, y sobre todo, cuando estaba mal. 

Llamo a David, dejo sonar el tono varias veces; una, dos, tres, cuatro, "correo de voz", anunciaba un canto de alguien detrás del teléfono. Y fue así como termino haciendo varias llamadas perdidas, los minutos pasaban, y se dio cuenta que era inútil, que no respondería sus llamadas, que estaba arruinada. 

 Entonces paso por su mente el hecho de ir el próximo día a la casa de David, a hablar con él, tal vez salir, intentar algo nuevo, tal vez afrontar el hecho de que ya no la quería. Puesto que, meses antes, ella era realmente gustaba de este; de forma un tanto obsesiva, de esta que la juventud y los poetas más apasionados llaman "amor", y él, David, le correspondía en principio de cierta forma, hasta que un día después de una semana de vacaciones, llego incluso a evitarla, al menos así lo vio ella.  

                                                              *                      *                     * 

"Toc, toc", suena en la puerta, la mano de Gabriela la golpea, para luego oír que viene alguien hacia ella y la abre de forma rápida, de modo que queda expuesto instantáneamente el rostro de David. Este lo cierra de igual manera como abrió la puerta, o un poco más violenta, le grita que se vaya, que no quiere hablar con ella en estos momentos.

-¡David! escuchame, sólo un momento...

-No, no lo haré, tienes que aprender que no puedo estar contigo ahora mismo.

-Eso ya me lo has dicho, y lo sé, pero es que...-Gabriela hace una pausa, dudando en su mente acerca de sus palabras- 

-Nada de excusas, sabes que no me interesa lo que vayas a decir, tome una decisión.-dice de forma seria David, aunque realmente quisiera no decirlo. 

-Han vuelto a aparecer...¡ Los he vuelto a ver ! 

De forma instantánea se hace el silencio, la puerta se abre y David deja pasar a Gabriela a dentro, sin decir una palabra, se sienta y le ve, fijamente, esperando una explicación de lo antes dicho. 

- ¿Recuerdas? El día en que en medio de una avenido nos apareció un ser de sombras, la vez que te conté que ya lo había visto, que había algo extraño en eso, que no era normal todo eso, pero que sin embargo, ahí estaban, esas cosas no vivas...-suspiro y tomo aire de nuevo, cerro los ojos- Pues lo he vuelto a ver, esta vez era el rostro de un niño, del vecino de una amiga, que según dicen fue asesinado, violado.

>>Y me aterra todo esto, tengo la cabeza revuelta, siento que cuando cierro los ojos vuelvo a ver esos rostros, esa falta de misericordia por los ya no presentes, que se refleja, en su mirada perdida -se cubrió el rostro y empezó a dar fuertes gritos, se sentía sola, angustiada, más para algún observador parecía una catarsis completa- ¡No!¡No los quiero ver más! 

David corrió a abrazarle, lo hizo suavemente, solo intentando dar a entender que se calmara, que ahí aún estaba él, que no podía hacer un escándalo por esto. Noto que en sus mejillas se desplazaban lagrimas, a lo que las fue secando con su mano y paso su brazo derecho por detrás de su cabeza, la llevo a su pecho y le dejo oír su corazón.

-Llora, si quieres, llora...-No supo que decir, en su mente se vio una contradicción entre su decisión y lo que hacía, sólo respiro lentamente se dejo llevar y paso su mano izquierda al borde del rostro blanco de Gabriela, después  sólo le beso.

Sabía que estaba mal que era un error hacer tal cosa, que la verdad al final iba a aparecer, que ella lo sabría tarde o temprano y con esto tal vez le odiaría por no decírsela, y ahora más por besarle. Pero, ¿Qué más el podía hacer? Era el único en quien confiaba ella, y ella la única en quien pensaba.

ReflejosWhere stories live. Discover now