Capitulo 7

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— ¡Gano, genial, gano!

Leorio estaba que ardía de euforia.

Los niños hacían berrinche.

Kurapika se limpió el sudor con la manga de su camisa, no sin orgullo ante el resultado destellante en pantalla. Si Leorio había conseguido ganarle a Kurapika en algo que necesitaba, a su vez, el delegado había logrado batir el récord de Killua en el árcade.

— Disculpen, debemos cerrar.

Leorio no presto atención al aviso, igual que las siete veces que le dijeron lo mismo. Solo Kurapika, que de tan concentrado en el juego estaba, no se dio cuenta de cuánto tiempo había pasado. En todos los relojes que encontró, ya pasaron las diez de la noche. La única razón por la que el salón de vídeo juego virtual estaba abierto todavía era porque los niños decidieron quedarse, esperando ver el resultado ganador, con Leorio de incentivo, ganándose otra media hora allí, mientras Kurapika conducía su coche dorado a alta velocidad.

— ¡Nuevo récord, nuevo récord!

— ¿Y el premio y el premio? — Repetía el estudiante de medicina como un loro, excitadísimo— ¡Que alguien me traiga el efectivo!

— Si te lo dan, ese dinero es mío— Dijo Kurapika, sobándose sus brazos entumecidos, sintiendo las piernas rígidas luego de pasar casi tres horas sentado sin movimiento más que para acelerar el motor— Hecho lo hecho, me voy.

— ¡Kurapika, no es momento de partir!

— Debo reconocer que he aprendido algunas cosas. Dudo que en la realidad supere el límite de velocidad, le dispare a un vigilante o pase por carreteras de la muerte para emplear esos conocimientos, pero ha servido de experiencia. Con permiso, me retiro.

— ¡No te vayas, Kurapika, debes quedarte un rato más para recibir el premio!

— Ya ocupamos suficiente de nuestro tiempo en esta lección— Repuso el rubio, dirigiéndose a la salida de ese sitio, menos populoso que al principio y fácil de andar— Supongo que debo agradecerte.

— Sí, agradéceme quedándote un rato más.

— Ya te agradecí. Nos vemos.

— ¡Kurapika! — Rugió con ira, mirando a todos lados. No podía perder esa oportunidad— ¡Vuelve acá, señor del récord!

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La sofisticada frase "No hay mejor lugar para esconder un árbol que en un bosque" cobro un sentido muy literal para Gon Freecs cuando Hisoka prácticamente lo desnudo, lo manoseo como quiso y luego vistió del traje más bochornoso de su tienda.

Tal y como la frase mandaba, Hisoka lo escondió de ojos curiosos poniéndolo a la vista de todos, en su propia reunión de negocios y mandándolo a interactuar con la gente, ¿Cómo, se preguntan? Pues, fácil.

Gon Freecs tenía un peculiar traje de conejo rosado, con una pequeña cola blanca saliéndole de los calzones, su short apenas cubría lo necesario y su pecho estaba cubierto por una polera pomposa de rosado chillón, que en vez de dar una impresión de pelaje parecía que estaba llevando un pobre pájaro muerto encima, que en realidad era un abrigo de plumas desaliñadas. Lo único que protegía su identidad era una máscara hecha por Illumi, también de conejo, llevando unos banderines para llamar la atención, pues Hisoka le pidió que hiciera de promotor para pedir mejores disfraces para su negocio. En otras palabras, lo uso como mártir.

"—Si te ven usando este disfraz tan horrible, ¿Quién no querrá invertir en algo mejor?", dijo Hisoka, en su versión de comerciante más elocuente.

Locura en el centro comercialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora