El reloj marcaba las seis de la tarde cuando paré la música y decidí tomar el consejo de mi madre. Me ato las botas que tengo, sinceramente, tengo un par, unas más deportivas y otras más de vestir, pero esta vez decido sacar a pasear las de vestir. Unos vaqueros con las rodillas rasgadas y un jersey de lana, propio para esta temporada, y, sobre todo, para este clima. Me asomo por la ventana y veo las mismas nubes de siempre, y el poco sol que había que ya comenzaba a ponerse. Voy al baño y me paso el peine brevemente por el tupé, y bajo hacia la puerta, diciéndole a mi madre que me iba a dar una vuelta, a lo que ella me responde que me lo pasase bien, que tuviese cuidado, y que procurase volver para la hora de cenar.
Tengo dieciocho años, pero aún tengo la sensación de ser un niño pequeño en cuanto a la relación con mi madre se refiere. Prácticamente, soy su único apoyo durante toda la jornada, así que, por muy bien que me lo esté pasando, siento la necesidad de cesar cualquier actividad para volver a verla y ver cómo se preocupa por saber todo lo que he hecho en mi ausencia. Se podría decir que mi madre y yo tenemos una muy buena relación de amistad, como de confidencia.
Salgo de casa, y decido ir dónde me lleven mis pies, ya que no conocía el pueblo. Tuve un profesor de historia, que siempre nos decía que nos dejásemos guiar por la vida, por el camino, porque la vida lo tenía todo preparado para nosotros, era nuestro destino. Así que comienzo a andar sin ningún rumbo en concreto, dispuesto a explorar mi nuevo hábitat.
Este pueblo no era gran cosa, para qué mentir. Llegando al centro del pueblo, varios parques donde se respiraba ambiente juvenil, en los que madres y padres se encargaban de dejar a sus pequeños para que se relacionasen con sus amigos, del colegio, he de entender. Me da por sentarme en un banco en un parque, concretamente, en el que estaba más cerca del mercado donde habíamos estado esta mañana mi madre y yo, y me relajo. La verdad, es que el ambiente era muy ameno, toda esa juventud riendo y jugando como inocentes seres que eran.
Al cabo de unos quince minutos o así, sobre las siete menos cuarto, me levanto para seguir con mi ruta. Decido pasar por en frente de mi nuevo instituto, si lo encontraba, claro está. Y así es, diez minutos después, he de intuir que estaría a unos veinte minutos andando desde mi casa, un poco más allá del centro del pueblo, me topo con un edificio de carácter antiguo, muy señorial, de tres plantas y bastante ancho. Lo bordeo. Veo la cantidad de terreno de ocio y tiempo libre del que dispone. Canchas de baloncesto y porterías de fútbol se encontraban en la parte trasera de éste, junto con un pabellón que he de intuir sería el gimnasio, bastante considerado. Localizo unas escaleras que daban a la valla, bastante tranquilas, por lo que parece, y decido que esa sería mi localización durante los tiempos libres que tuviésemos dentro de nuestra estancia educativa.
Prosigo, y al dar la vuelta completa, veo una especie de jardín, con bancos, y un grupo de seis personas sentados en ellos. Parecen de mi edad, y por un momento dudo en acercarme, ya que a nadie le gusta ser interrumpido, y más por una persona que no conocen. Dentro del grupo de seis personas, me fijo en una chica rubia, de melena más o menos larga, ya que era la que más destacaba entre la variedad de todos castaños y oscuros del resto de personas. No se me da muy bien esto del diálogo de primeras, así que, sin que me vean, delibero si merece la pena acercarme. Llego a la conclusión de que no sería lo correcto, y que, a lo mejor, con un poco de suerte, tendría la oportunidad de conocerlos el lunes, en clase.
Así que decido seguir con mi marcha, esta vez, de vuelta a mi casa, ya que mi reloj de pulsera marcaba ya las siete y media, y estaba cansado también de la jornada de hoy, había sido muy movida.
En mi camino de vuelta, noto como si una mínima gota me estuviese mojando la cara, e incluso mis gafas de vista, las cuáles tendría que haber dejado en casa para poder ponerme las lentillas. No le doy mucha importancia, ya que, con este clima, es lo normal un breve chispeo durante la jornada, así que prosigo con mi camino, hasta que, poco a poco, el goteo comienza a evolucionar en una lluvia no muy definida, para pasar a una clara lluvia marcada. Apresuro mi marcha, para no llegar muy mojado a mi casa, pero la lluvia comenzaba a arreciar, así que decido pararme en un árbol, donde podría estar seguro, al lado de una casa cerca del instituto.
La espera se me estaba haciendo eterna, puesto que llevaba esperando debajo de aquel árbol, inmóvil y sin realizar ninguna acción durante quince minutos. Las ocho menos cuarto marcaba ahora mi reloj. Me parece curioso cómo el clima puede jugar con nuestra expectación, y pasar de una mísera gota a una gran lluvia en cuestión de minutos. Así de impredecible es la vida, he de suponer.
Cuando decido reanudar mi camino, a pesar de la lluvia, pasan otros diez minutos, siendo así las ocho menos diez. Me quedo pensando un breve segundo en mi madre, en la preocupación que debe de tener ahora mismo sin conocer nada de mí, ya que me había dejado el móvil en casa.
Doy tres pasos contados, y noto una mano en mi hombro. No sabía cómo reaccionar, pero me estaba poniendo un poco nervioso, por el simple hecho de que un desconocido me estaba tocando el hombro, para decirme algo, intuyo. Dubitativo me doy la vuelta y me topo con la chica rubia que había visto antes en el parque, un poco cansada, se ve que había estado corriendo por algún motivo. De repente, noto cómo las gotas de lluvia dejan de caer sobre mí. Tenía un paraguas rojo sobre mi cabeza. Qué gesto tan bonito estaba teniendo aquella chica desconocida para mí conmigo. Me sonríe, y yo le devuelvo la sonrisa, pero no me salen las palabras. No sé qué decir.
- ¡Hola! – me dice con un tono bastante eufórico. ¿Eres el chico que estaba dando vueltas por el instituto no?
- Esto, sí, pensaba que no me habríais visto – le digo con un todo bastante extraño.
- Pues sí, resulta que te he visto – se ríe. Pareces nuevo por aquí. Quédate el paraguas, creo que lo vas a necesitar para llegar a tu casa, yo en cambio, vivo aquí al lado, en la casa que está justo allí – y me enseña una casa con un gran árbol en la acera. Se ve que en este pueblo predomina la vegetación grande.
- Pero, y cuándo te veré para devolvértelo – le pregunto con un tono de duda y agradecimiento.
- Pues si mi intuición no me falla, algo me dice que nos veremos el lunes en clase.
Y con esa frase, se marcha hacia su casa. Me quedo un momento asimilando qué acaba de pasar. Parece ser que esa chica me habrá visto pasar corriendo por delante de su ventana, o algo por el estilo, y se habrá compadecido de esta persona húmeda que deambulaba sin mucho ritmo. Debo de estarle agradecido, pero había un problema, no sé ni su nombre, ni a qué clase va, ni si la veré. En este momento había una gran cantidad de incógnitas sobre esa chica que no me importaría resolver con el tiempo. Lo único que sabía, es que el lunes debía de devolverle su querido paraguas rojo, el cual ha logrado salvar a este humilde chico de un gran resfriado.
Prosigo mi camino hacia mi casa, y cuando son las ocho y cuarto, logro por fin entrar por la puerta de mi casa. Al segundo de entrar, mi madre sale apresurada por la puerta de la cocina, y escucho el volumen de la televisión junto con un olor de verdura que llegaba a mi pituitaria.
- ¡Pero mírate! Estás empapado cariño, ve y cámbiate de ropa ahora mismo sino quieres coger un resfriado – me dice con un tono de madre preocupada, pero al mismo tiempo, podía observar la dulzura que contenía su voz siempre. Te voy a preparar un caldo de sopa caliente.
Hago el amago de irme hacia el piso de arriba, cuando me para en seco.
- ¿De quién es ese paraguas que llevas en la mano?
No sabía ni qué ni cómo contestar.
- Sinceramente, no sé de quién es – Le cuento la historia del grupito de personas del parque, de la chica rubia y de la lluvia, hasta el momento en el que me cede el paraguas.
- Anda – dice mi madre sorprendida – Así que ya has hecho amigos, eh. Me alegro mucho cielo. Ahora corre.
¿Se puede considerar amistad a una persona anónima que casi te ha salvado la vida? Sinceramente, creo que sí.
Subo dispuesto a darme una ducha, cuando de repente oigo llegar a mi padre por la puerta.
¡Hola!
Os anuncio a la gente que me lea, que probablemente los capítulos se subirán los martes y viernes, exceptuando la semana que viene, que solo habrá capítulo el martes, ya que no dispondré de internet para subir capítulo el viernes. A lo mejor la siguiente subo 3 para compensar!
Muchas gracias a todos :D
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DESTINO
Teen Fiction¿Qué pasa cuando una persona, cansada de vivir de un lado para otro, encuentra su lugar ideal? Alexander, un chico de 18 años, cree que todo está escrito, que todo pasa por un motivo. Es por eso, que cree que su nueva vida en su lluvioso pueblo está...