Cap. 33 Dependiente

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Tres semanas antes

Viernes

Desde la noche del pasado martes, el humor de Laura había mejorado considerablemente. No es que fuera una amargada, era más bien una chica que disfrutaba cada momento, sobre todo desde que Ross estaba incluido en esos momentos. Pero los últimos días había estado más feliz que nunca. Sonreía más. Y eso a Ross le encantaba. Nada como despertar, soñar, vivir con esa sonrisa como lo hacía Lynch. Era adicto a eso. Adicto a Laura.
Realmente nunca se consideró a él mismo como uno de esos chicos, que se enamoran y son capaces de dejarlo todo por aquella pasión, sin embargo ahora veía las cosas diferente: si ella se lo pidiera, lo dejaría todo. Tampoco era como en las tipicas peliculas romantícas en las que a los protagonistas les daba miedo sentir tanto amor. Ross no tenía miedo. Sus sentimientos hacia Lau crecían y crecían y parecía que nunca dejarían de crecer, y estaba bien. Se sentía bastante bien. Se sentía como nunca se había sentido. Y lo mejor, era sentir que era correspondido.
Ese día, se levantó aun cuando le hubiera gustado quedarse en la cama y observar a Laura dormir en su pecho, abrazandola y acariciando los mechones castaños que le caían en la cara. Fue hasta la cocina vistiendo nada más que un boxer azul celeste, buscó lo necesario para hacer el desayuno, tomó dos platos- aun sabiendo que terminarían compartiendolos, probablemente también la cuchara -y comenzó a preparar todo, tarareando al mismo tiempo una alegre melodía, moviando las caderas al ritmo. Minutos más tarde sintió dos pequeños brazos rodearle la cintura y detras de un sostén de encaje rojo y su sudadera gris, los pechos de Laura, presionandose contra su espalda desnuda, donde Laura no tardo en repartir besitos.

—Buenos días.—canturreó.

—Buenos días.—respondió Ross, terminando de cortar las fresas.

—¿Qué preparas?

—Cereal, con fresas, y algo de chocolate.

Alzó ambos platos y los llevó hasta la mesa de la cocina, entonces se permitió mirar a Laura. Le quedaba mucho mejor la sudadera a ella que al propio Ross, y a éste no le costaba nada aceptarlo. Cubría la parte superior de sus muslos. No se notaba, pero Ross sabía que la prenda cubría también un par de braguitas que combinaban con el sostén, que tampoco se veía, pero de nuevo, Ross sabía que estaba ahí.

Laura caminó hasta llegar con su rubio, que de pronto ocupaba una silla, así que ella no dudó en sentarse en su regazo. Ross le pasó un brazo por la cintura. Ni modo, Laura tendría que alimentar a los tres.

—¡Estamos hambrientos!—exclamó Laura, a lo que Ross respondió con una sonrisa, muy consciente de lo que eso significaba.

Marano tomó un plato, y revolvió el contenido, asegurandose de que todo se remojara con la leche. Se llevó un poco a la boca, lo saboreó. El otro brazo de Ross se posó en su cintura y de ese modo entrelazó ambas manos.

—¿Está bueno?—preguntó viendola cerrar los ojos, deleitandose con el sabor que su lengua intentaba rescatar, sin que nada se le escapara. Laura emitió un sonido afirmativo, aun en el paraíso del cereal con chocolate, hasta que recordó que Ross todavía no probaba bocado. Tomó más en la cuchara y la llevó hasta los labios de su novio. Él también lo disfrutó.—Sí, está bueno.—confirmó.

—Es usted un chef magnifico, Señor Lynch.

—Muchisimas gracias, señorita Marano. No cualquiera reconoce mi talento.

—No soy "cualquiera".—reclamó con un puchero en su falsa mueca de enojo.

—Lo sé.—dijo, y se inclinó a besarle la nariz, con los labios llenos de chocolate.

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