Capitulo I

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Desafortunada la persona que viva en compañía de la muerte porque vería los estragos de la calamidad, decían.

Mentira, pensaba Roans quien se había acostumbrado ya a su presencia, bailando todas las noches alegremente con ella.

Cada que las ropas de la muerte ondeaban soltaban murmullos bajísimos «Abominación» «Desviado» «Enfermo» «Muérete». Pero él era apenas un niño que no entendía el verdadero significado de esas palabras, tan solo se emocionaba de siempre recibir su visita.

Teniendo a su destrucción como mejor amiga. Invisible a los ojos de los demás pero su compañera desde la infancia.

¿Triste o siniestro? Ninguna, la muerte tomaba varias formas: como una bella dama, o un fuerte caballero, o un joven campesino, o una prostituta.

La muerte era siempre amable, entendía y no juzgaba, ante sus ojos todos eran iguales. El maquillaje, una cosa mundana e insignificante para ella que no cambiaba la esencia del humano; se lo hizo entender a su niño cuando lo vio usándolo, el chico se sentía descubierto y comenzó a llorar desesperado frotándose la cara con la manga de su sudadera manchándola de rosa y negro.

Y así Roans creció, disfrutando del placer culposo que un hombre podría tener al usar labial y delineador y que ocultaba bajo su enorme gusto por la carpintería.

Le encantaban las coronas de flores ¿Un gran pecado, no? El lirio era su sello grabado en la madera.

Pero de gustos secretos el de mayor infracción era el delirio que tenía por su compañero de trabajo.

¡El pobre Roans había caído enamorado!

—Es muy guapo, muy amable. Ojalá dejara de martillarme el dedo cada que me distraigo con él —Su voz grave se oía melodiosa al reír.

La muerte, ante su comentario, sólo quedó en silencio. Una sonrisa triste en su rostro de campesina.

—Roans, mi niño, tu mera existencia te supone un sufrimiento-contestó.

—Muerte, ¿Qué me dices? Ese es tu trabajo, tú eres el sufrimiento que amo y no pienso dejarte, me has acompañado cuando nadie más lo ha hecho. Sé mi destino, lo oigo cada vez que caminas. No me importa, he estado tanto tiempo contigo que permanecer junto a ti por la eternidad no me supone mucha diferencia.

»Pero antes quiero vivir, quiero enamorarme y disfrutar del sol, poder respirar y gozar del cuerpo.

—Me estás diciendo que quieres sexo y maravillas humanas.

—Si quieres ponerlo de manera vulgar, sí. Lo quiero.

—Eres un joven de hormonas alborotadas —dijo con calma mientras lo señalaba—. Te tomé cariño, algo que nunca me permití pero la gente insiste neciamente a unirme a ti y a los tuyos. Así que te revelaré que tu querer por ese chico es bien correspondido.

La joven se desvaneció ante sus ojos como una brisa arenosa, el olor a madera fue reemplazado por el de la pólvora recién quemada.

Roans sonrió, entre esperanzado y resignado. Ahora tenía la última pista.

Lo que la sociedad anuncia tempranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora