Capitulo II

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No la volvió a ver.

Le buscó, le llamó y le lloró. Fue muy deprimente su ausencia.

¿Qué lo mantenía tranquilo? Su amado, su novio. El que por fin le correspondió y le llenaba sus días de alegría.

Era una deliciosa sensación el estar con él, amarse bajo las sábanas mientras liberaban sus miedos con besos y caricias.

¡Oh, inmoral existencia que debe ser condenada a encubrirse o peormente a la muerte! Porque es un pecado, porque va en contra de todo, pero que no se preocupen que mientras hagan lo que digamos nadie querrá dañarlos.

No, seguro que no.

Hipócritamente permitido era amar a alguien de tu mismo sexo pero si acaso sentían la valentía de mostrarse en público esta les era arrancada por la sociedad tomando como represalia un gran castigo, el que pondría fin a sus días.

—No puedo escapar, ni respirar, ni vivir así—Luis sorbió su nariz y secó sus lágrimas, se aclaró la garganta—. Me gustaría besarte bajo un candil o tomarte de la mano en la feria pero temo morir. No pienso morir.

Roans lo abrazó y besó, accidentalmente le pasó un poco de labial rosa pastel.

—La muerte es mi amiga, a ella no hay que temer sino a los que nos acercan a ella. Me sorprende que a ti no te haya visitado si eres igual que yo.

—Y mejor, seguro que huiría ante su presencia. Que tú hayas crecido jugando con su oz me aterra.

—Te juro que es más justa que un juez y más amable que los que presumen de serlo —dijo Roans mientras apagaba la única vela y se metía a la cama.

Pasaron unos cuantos años, en los cuales la gente tuvo el tiempo suficiente para armar conjeturas y esparcir comentarios desagradables en voz baja, las razones eran varias: que porque no se les había visto salir con alguna mujer, por ninguno tener una esposa, por vivir juntos y por mostrar un oculto brillo enamorado en sus miradas.

Pero la frase más importante, la que incluso llegaron a escuchar por descuido con sus propios oídos fue «Ellos no son normales».

Y como era de esperarse los días se llenaron de miradas hostiles y forzadas relaciones cordiales. Los lirios tallados en los trabajos de Roans fueron tachados con el filo de las navajas, el taller que ambos compartían fue quedando sin clientes a pesar de que ellos eran de los mejores carpinteros del lugar.

Al poco tiempo este cerró pues Luis enfermó y su querido Roans se mantenía a su cuidado, era algo grave y desconocido para lo que no parecía tener cura.

—Dime, amor ¿No estoy muriendo como un ladrón que se oculta de un crimen? ¿Acaso no viví como uno?

—Probablemente, pero no quiero que mueras arrodillado ante ellos—respondió Roans.

—Pero seremos libres así que anda y vístete, usa tu mejor traje. Nos vemos en una hora en el kiosco, aún tengo la fuerza para bailar contigo toda la noche así que disfrutemos de nuestra primera y última cita—dijo Luis armado de valor mientras yacía acostado.

—¿Estás dispuesto? Yo sé que nunca quisiste esto. Nunca te preparaste para morir.

—Porque no era un destino directo para él, sino una elección—Una tercera voz se unió a la conversación—. Luis podía haber elegido ocultar su enamoramiento por ti hasta disolverlo y casarse con una amable pueblerina pues en cuanto a deseo sexual el que siente por un hombre o una mujer no le es de mucha diferencia.

El mencionado se sonrojó, lo que le dio un poco de vida a su rostro enfermo. No le hacía gracia que se supiera un desviado y además un indeciso.

—Sé lo que estás pensando, y créeme que no lo eres.

Y entonces apareció un hombre que aunque bien lucía de su edad no era nadie más que la muerte. Traía un atuendo roído y sucio, delgado como desahuciado aunque de piel tostada y saludable.

Roans corrió a abrazarle y al instante fue correspondido, miles de sentimientos de por medio. Pudieron verse unas cuantas lágrimas caer, volvía a sentirse como un niño consolado y con un gran deseo de amor paternal que en los brazos su amigo se veía mitigado.

Luis nunca había visto a la muerte pero por la hermosa y sincera escena que tenía enfrente se dio cuenta que no era verdad lo que se decía de ella, entonces ya no tuvo miedo de la decisión que iba a tomar.

Sonrió y cerró los ojos.

Estaba totalmente tranquilo y seguro.

Lo que la sociedad anuncia tempranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora