Entonces él, que aunque no sabia bailar se levanto de la silla, le extendió la mano y le dijo:
—¿Me concede esta pieza, dulce señorita?
Ella, entusiasmada y con los nervios de puntas aceptó. Él la tomo de la cintura con una mano y con la otra agarro la de ella y fue ahí donde empezó todo. Se movían al compás de aquel viejo vals, él no podía evitar pisarla y ella no paraba de sonreír; al final de la canción ella le susurró al oído:
—¿Me acompañas?
Y el contestó:
—Hasta el fin del mundo si me lo pides.
Ella lo tomó de la mano y lo llevo hasta afuera del lugar, luego de su bolsillo sacó la llave de su Mercedes y le propuso ir hasta algun mirador, un lugar alejado de todo y con un silencio absoluto. Él se negó a subirse al auto y desapareció en cuestión de segundos, ella sintió un vacío, como si desgarraran su corazón, de pronto, él apareció en una moto color negro y dijo:—Si iremos, será a mi manera.
Después de escuchar aquello, algo en ella se iluminó y sí, era su jodida sonrisa; la misma que con su brillo podría iluminar todos mis pecados.
Se acercó lentamente y se subió en la moto. Viajamos hasta el mirador más alto de la ciudad, cuando estábamos a punto de llegar ella me dijo:
—Alto! Detente aquí.
Como era de esperarse, la obedecí. Ella se bajó de la moto, se quito el casco y lo colgó en el timón, uso una de sus manos para tomar la mía y con la otra alzaba su hermoso vestido negro. Me llevó corriendo hasta la cima, me miró y junto con una sonrisa saco de su elegante bolso Michael Kors una pequeña radio, la encendió y la dejo tirada en el suelo, sonaba una hermosa canción, lenta y perfecta que de hecho era mi canción favorita desde hace unos meses atrás. Luego se acercó a mi, me extendió la mano y dijo:
—¿Me concede esta pieza, buen hombre?
Sonreí y como era de esperarse mi respuesta fue un sí.
Bailamos toda la noche, y me di cuenta que no importa si no sabes hacerlo porque bailar no se trata de perfección, se trata de entendimiento y ella y yo nos entendíamos muy bien. Y si soy sincero jamás le di voto de confianza al amor, pero después de esta noche juro haberme enamorado perdidamente de ella, de su sonrisa y de aquel vals.
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Diario De Medianoche.
RandomUn libro, varios capítulos, mil recuerdos. Un lapiz, un papel, Doce lágrimas. Escritos de Medianoche producto de momentos de inspiración.